Salud

Gluten y lactosa: está de moda odiarlos

Las pruebas de laboratorio y un buen diagnóstico indican si es conveniente eliminarlos de la dieta.

11 de abril de 2019

El gluten y la lactosa se han convertido en los nuevos enemigos públicos de la alimentación. Algunas corrientes de moda explican que hay que evitar o eliminar de la dieta los alimentos que los contengan para tener una mejor salud, pero sin un diagnóstico certero, decirles adiós parece una mala idea.

“Antes de suprimir cualquier alimento de la dieta debe evaluarse si es necesario, sobre todo porque su eliminación tiene efectos a mediano y largo plazo. La falta de nutrientes puede resultar peor que inventarse una intolerancia”, explica la nutricionista Margarita Arango, quien de manera constante ve llegar a su consultorio personas llenas de dudas frente a alimentos que los contienen, porque hoy está de moda odiarlos.

No todas las preguntas llegan a los consultorios, en muchas ocasiones estas se absuelven en internet, y hay quienes hasta se definen como “alérgicos” a algunos alimentos sin que medie una prueba.

Por ejemplo, Valeria Suárez, una mujer joven de Medellín, está convencida de que es alérgica a la mora, al gluten y la lactosa, pero nunca le han practicado un examen que lo corrobore. “Los dejé una vez que consulté porque me salieron unas ronchas”, dice.

En el caso de Valeria, solo un diagnóstico adecuado permitiría determinar si se trata de una alergia o es simplemente una intolerancia. Esa distinción es relevante para entender por qué no hay que dejar alimentos de la noche a la mañana.

Situaciones distintas

“Alergia es cuando el organismo entra en contacto con un alergeno o una sustancia extraña que identifica como una amenaza. Ello desencadena un proceso inflamatorio que se evidencia en diferentes signos físicos en la piel como erupciones, la aparición de ronchas, el enrojecimiento, edemas e inflamación”, explica la nutricionista dietista de la Universidad de Antioquia, Mariana Arboleda Amaya.

En la cultura colombiana, por sus hábitos alimentarios, las alergias más comunes las causan alimentos como los camarones y otros frutos del mar. En otros países es más frecuente que las generen frutos secos como el maní y son menos habituales en el contexto local. La intolerancia, por su parte, sucede cuando el organismo no puede digerir un compuesto alimentario. “No es tan grave, a diferencia de la alergia, pero causa vómitos, náuseas, diarrea, inflamación del sistema digestivo y dolor abdominal. Los síntomas aparecen un poco después de ingerir el alimento”, dice Arboleda Amaya.

Entre los alimentos que pueden generarla están la leche y algunas leguminosas, como los fríjoles. Aunque el gluten (que es la proteína del trigo) también clasifica, es menos frecuente entre los latinos, indica el médico alergólogo Daniel Amaya Ruiz.

“En los últimos años ha habido como un boom en contra del gluten, todo el mundo le echa la culpa. Ello se debe a la existencia de la enfermedad celiaca (problema digestivo que afecta la absorción de nutrientes) porque quienes la padecen no lo toleran. Sin embargo, se debe entender que esta enfermedad es autoinmune y tiene un componente genético, por lo que no depende solo del gluten”, puntualiza el alergólogo.

Precisar el diagnóstico

Los especialistas tienen a la mano diferentes posibilidades para determinar con certeza la situación. La primera observación le corresponde al nutricionista, pero este debe remitir al médico con especialidad en alergología, para que sea quien analice la historia clínica y solicite exámenes de laboratorio que den certezas.

El alergólogo Amaya Ruiz explica que el diagnóstico de un paciente requiere mucha responsabilidad por parte del médico porque cuando se le señala como alérgico ello tiene unas implicaciones en su vida. “Es necesario tener una historia clínica completa y, dependiendo del caso, pedir que se realice una prueba cutánea, con extractos de alergenos de frutas, carne, leche, huevo, cereales, para observar si se producen ronchas”.

El segundo paso, cuando no se identifican estos signos, es recurrir a un examen de sangre para el alimento, que se denominada como de radioalergoabsorbencia o RAST. “Es una prueba específica para alergenos donde se pone en contacto el suero (muestra de sangre) del paciente contra cada uno de los alergenos a estudiar”, explica el bioanalista Jorge Andrés Gómez Patiño.

Un último procedimiento es la provocación, que se trata de motivar al paciente para que consuma cantidades pequeñas de los alimentos de los que se sospecha, pero siempre bajo la supervisión del profesional.