Tumaco, el laboratorio real para el posconflicto
El municipio concentra la mayoría de cultivos de coca de Colombia y allí están presentes los principales grupos armados, que amenazan la reinserción.
Egresado de la U.P.B. Periodista del Área de Investigaciones, especializado en temas de seguridad, crimen organizado y delincuencia local y transnacional.
En un campamento improvisado en un paraje rural del barrio La Vaquería, en el corregimiento tumaqueño de Llorente, un cabecilla de las Farc citó a varios líderes de la comunidad.
El guerrillero no les tenía buenas noticias. “Nos informaron que a partir de la fecha empezaría a regir un acuerdo, según el cual, los territorios que fueran dejando los de las Farc, los iba a ocupar el Eln”, relata un asistente* a la cita, el pasado 12 de septiembre.
Ver imágenes: Tumaco es el reto de la paz
El anuncio causó desazón en los residentes de Llorente, que veían el fin del conflicto con la firma de la paz en Cuba, y ahora seguirán padeciendo por otros actores armados.
“¿Y nosotros qué ganamos si las Farc dejan de reclutar gente, pero el Eln lo sigue haciendo?”, sentencia el ciudadano sin levantar mucho la voz, pues en la zona rural de Tumaco parece que es pecado mortal cuestionar las directrices de los grupos criminales.
La situación fue confirmada esta semana por el fiscal General, Néstor Humberto Martínez, quien aseveró: “tenemos evidencia de que en algunos departamentos, particularmente en zonas de consolidación, algunas organizaciones al margen de la ley están empezando a movilizarse”, y enfatizó la progresiva presencia del Eln en Lejanías, Meta, y en el corregimiento de Llorente, en Tumaco (Nariño).
EL COLOMBIANO recorrió esta última localidad durante cinco días, conversando con sus habitantes de cara al posconflicto, pues no es descabellado decir que lo que ocurra en esta zona, será un paradigma de lo que pasará en el resto de Colombia.
El presidente Juan Manuel Santos ha dicho que el crimen organizado y el narcotráfico son las principales amenazas para una reinserción exitosa de los insurgentes, lo que pone a Tumaco en el centro de la problemática, pues allí confluyen todos los grupos armados, locales y transnacionales.
Según el último Censo de Cultivos Ilícitos (2015) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, este es el municipio con la mayor extensión de sembradíos de coca. El informe señala que hay 16.960 hectáreas, que equivalen al 18% del total nacional (96.000 hectáreas).
De allí que, si resulta exitosa la estrategia del Estado en esta localidad, habrá mayores esperanzas para las otras.
Sin coca peligra la comida
Un trío de campesinos discute en la orilla del río Mira, en el caserío La Playa, en Tumaco. El sector, y su vereda vecina, La Variante, han sido designados por el Gobierno como una de las 20 Zonas Veredales Transitorias de Normalización, en las que se concentrarán los combatientes de las Farc.
Los tres labriegos están enojados, porque en una reunión del 14 de septiembre, delegados del Estado y la ONU les advirtieron que tenían que erradicar las matas de coca en 1.500 metros a la redonda.
“¿Qué clase de ayuda es eso? Acá el comercio más importante es el de la coca, hay más de 50 familias perjudicadas en La Playa, La Variante y La Honda. Sin la coca, no hay trabajo ni siquiera para los mototaxistas y los motoristas (lanchas)”, profiere uno de los campesinos, a quien le tocará erradicar 15.000 matas que tiene en conjunto con tres socios.
Por eso reitera: “lo único que le digo, periodista, es que con hambre no va a haber paz”.
Los delegados gubernamentales ofrecieron en compensación dos pagos de $1’250.000 y un bono de $750.000, para un total de $3 millones por afectado; no obstante, los residentes aseguran que en cada cosecha de dos meses, el cultivo les deja ganancias por $6 millones.
Aunque en Tumaco existen programas alternativos para otros productos, los sembradores temen que no sean efectivos. Uno de los conversadores lo explica así: “cuando hubo la bonanza del cacao, el kilo llegó a valer $5.500, hoy está a $2.200 y eso no nos da. El bulto de yuca, que también sembramos, cayó en el último año de $40.000 a $10.000. Esto está muy difícil”.
Tras la prohibición de las fumigaciones aéreas con glifosato, a la Casa de Nariño le urge disminuir las vastas extensiones de cocales en la llamada “Perla del Pacífico”.
En una primera visita a Tumaco (16 de marzo), el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, dijo que 5.000 nuevos uniformados se incorporarían a labores de erradicación manual. Explicó que el municipio sería priorizado en la estrategia para sustituir cultivos ilícitos por cacao, camarón y café.
A su juicio, “las cifras muestran un aumento en los cultivos en Putumayo, Nariño, Cauca y Caquetá, debido a la expectativa que ha generado el programa de sustitución de cultivos y que hoy esos sembrados se hacen con menores costos y que hay en el mercado mejores precios, por la devaluación del peso frente al dólar y el euro”.
Agregó que “este será el más grande reto del comienzo del posconflicto, lo que más cantidad de recursos va a requerir”.
El siguiente 7 de julio, sorprendido por los resultados del Censo de Cultivos de Coca de Naciones Unidas, Villegas ordenó la creación de nuevos comandos contra el narcotráfico en San José del Guaviare, Caucasia, Cúcuta y, por supuesto, Tumaco.
De acuerdo con el coronel Nulvar Galvis Leguizamón, comandante de la Brigada de Infantería de Marina N°4, en lo corrido de 2016 se han incautado 15 toneladas de cocaína, que los narcos pretendían sacar de la zona hacia Centroamérica, México y EE.UU.
Esto refleja un incremento en la operatividad, pues al cerrar el año pasado se decomisaron 10 toneladas.
Miedo al desarme
Hace dos meses, cerca de 500 líderes sociales y presidentes de juntas de acción comunal de Tumaco fueron convocados por las Farc a una reunión sobre los Acuerdos de La Habana. El sitio escogido fue un campamento en Muguí, a tres horas en lancha desde el caserío La Playa.
El vocero fue alias “Leonel Páez”, cabecilla de la columna móvil Daniel Aldana e integrante de la subcomisión técnica para el fin del conflicto en la Mesa de La Habana.
Tres asistentes le narraron a este diario que los líderes expresaron sus temores por la salida de las Farc, que desde 2003 ejerce la hegemonía del bajo mundo en el área, y por la llegada de nuevas facciones, como “los Urabeños”.
“De nuestra parte, les pedimos que no entregaran todas las armas, que dejaran algunas para la defensa propia, porque otra gente se nos iba a meter, pero dijeron que no podían, porque ya habían hecho un acuerdo con el Gobierno”, manifiesta uno de los presentes.
Otro añade que “allá nos dijeron que, de pronto, cuando las Farc se desmovilizaran se iba a crear una guardia campesina armada para cuidar las poblaciones. Vaya uno a saber si es verdad”.
Aunque las Farc no han tenido una presencia histórica en Tumaco, pues su arribo se dio en el siglo XXI como consecuencia de la aplicación del Plan Colombia en el Oriente y el Sur del país, su dominio sobre las comunidades ha sido tan fuerte que muchos temen que se vayan. “Es que la guerrilla no permitía que hubiera ladrones, ahora esto se está poniendo peor”, afirma un habitante del casco urbano.
El control social de esa organización es tal, en el campo y la urbe, que “le ordenan a la gente hacer aseo en las calles, y prohiben las peleas entre esposos. Si un marido le es infiel a la mujer, ellos lo pueden multar con un millón de pesos, y si no cancela en tres días, tiene que pagarles el triple”, cuenta un vecino del corregimiento La Guayacana.
EL COLOMBIANO visitó el centro de Tumaco y barrios vulnerables como Buenos Aires, Las Tres Cruces y La Paz, donde las redes urbanas de la columna Daniel Aldana mantienen su vigilancia ilegal, y en los que ya ocurrieron ataques de bandas recién aparecidas.
“Hace un mes, esa gente tiró una granada en la casa del frente, allí en Buenos Aires, y después se metieron por La Paz haciendo tiros al aire. No hubo heridos, pero gritaban que habían llegado los de Urabá”, acotó una tumaqueña.
La alcaldesa Emilsen Angulo le envió en agosto una carta al presidente Santos, en la que le pedía ayuda, pues la seguridad en su municipio se está deteriorando y los homicidios superan los 100 casos a la fecha; para ella, la situación “es igual o peor que la vivida en los tiempos más fatigosos del conflicto armado”.
La Diócesis de Tumaco, en varios comunicados, denuncia el alto índice de violencia, alertando que “existen restricciones a la libertad de movimiento por la presencia de grupos armados” (10/8/16).
Al calvario se suma una crisis social ligada a la extrema pobreza y la inestabilidad política. Hace un par de semanas, el Tribunal Administrativo de Nariño aceptó una demanda de nulidad de la elección de la alcaldesa Angulo, con lo que su permanencia en el cargo depende ahora del Consejo de Estado. La gente se pregunta en las calles si habrá nuevas elecciones pronto.
Este diario trató de conversar con ella sobre la problemática de Tumaco, sin obtener respuesta hasta ahora.
El sacerdote José Luis Foncillas, coordinador de la Casa de la Memoria de la Costa Pacífica Nariñense, opina que Tumaco “será el laboratorio para ver si el posacuerdo funcionará en el país, por eso si falla la implementación, la gente perderá la confianza”.
En general, los pobladores tienen grandes expectativas por la firma de la paz, mas reconocen que pasará mucho tiempo antes de ver los cambios por causa de los actores violentos que llegaron, seducidos por el narcotráfico.
Así lo expresa un habitante de Llorente, con cierta pesadumbre: “¿si ve eso del plebiscito? Aquí todos votan obligados, por lo que nos digan que votemos, toca”.
*Las identidades de los lugareños se reservan por seguridad