Colombia

Palabras para navegar en los momentos de confusión

Representantes de la Iglesia Católica analizaron las palabras de Jesús en la cruz, a la luz de los retos de hoy.

11 de abril de 2020

En la soledad de la crucifixión Jesús pronunció siete frases que los evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, relataron en sus textos, los que se leen en la Biblia.

El historiador y experto en temas religiosos, Hernán Olano García, vicerrector de la Universidad La Gran Colombia, explica que mientras Lucas escribió netamente una crónica periodística, Juan relató los hechos al pie de la letra y Mateo y Marcos fueron más escuetos, “se hace entonces la integración de lo que cada uno dijo de esa crucifixión para sacar una historia común que es de donde salen las siete palabras que son validadas por el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos como integración de los evangelios”.

Basados en esos relatos es que se construye el orden que hoy se conoce. Leerlos y releerlos ofrece una oportunidad: reflexionar sobre lo que se vivía en aquella época y, también, lo que se vive hoy. Por ejemplo, como reitera el vicario de Santa Fe de Antioquia, Rubén Darío Serna, la soledad de Jesús se evidencia en las frases que pronunció, especialmente en “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Pese a haber sido alabado y seguido por muchos –comenta Serna– al momento del sacrificio en la cruz, Jesús estaba prácticamente solo y en medio de su humanidad, nos demuestra que llegó a sentirse angustiado.

Una sensación que puede aflorar en algunos feligreses en una Semana Mayor inusual, que ha reinventado sus ritos para que los creyentes, sin importar donde estén, abracen la fe y tengan espacios de oración y unión.

EL COLOMBIANO invitó a varios obispos y autoridades eclesiásticas del país para interpretar el profundo significado de estas palabras a la luz de estos días

1. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”

Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Obispo de Cúcuta, Norte de Santander

En nuestros días son muchos los que no creen en Dios y otros son también los que viven sin practicar y vivir su fe. En la vida diaria vemos que nuestra sociedad camina sin Dios, sin su enseñanza, sin el cumplimiento de los modelos de vida que Él nos ha regalado y propuesto para cumplir con su voluntad. En muchas dimensiones de nuestra existencia los hombres se han acostumbrado a actuar sin una dimensión trascendente, privilegiando otros temas frente a los altos valores que corresponden a la fe. En cambio, vivimos exaltando el bienestar, la belleza humana y el cuerpo, los sentidos, la expresión de vanidades humanas, en un espíritu de “mundanidad” retomando las palabras del Papa. Vivimos en un mundo que está de espaldas a Dios, muchas de las estructuras humanas están marcadas por el pecado y por el mal: violencia, corrupción, explotación de las personas, vanidad, erotismo desenfrenado. Una “mundanidad” que pone el acento en las pequeñas cosas y en el disfrutar el momento, sin mirar al cielo. Los invito para que, en el silencio del Gólgota, en la hora dramática de la pasión de Cristo, reflexionemos sobre nuestras limitaciones, sobre nuestras faltas y procuremos corregir el pecado que nos embarga, volviendo de corazón a Dios. Esto tiene un particular sentido en este momento, en el cual tiene que surgir y nacer una nueva sociedad llena de caridad, amor, servicio, menos orientada a la individualismo y al egoísmo.

2. “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”

Monseñor Juan Carlos Barreto
Obispo de Quibdó, Chocó

La expresión “hoy estarás conmigo en el paraíso” pudo haber sido incomprensible para aquel hombre, pero se hizo realidad en la plenitud del Reino que encontraría después de su muerte.

El paraíso que Cristo promete a sus seguidores comienza en la realidad en la que vivimos y tendrá su plenitud más allá de las fronteras. El Señor nos ha dado un paraíso, esta casa común en la que vivimos, pero que los seres humanos nos hemos encargado de herir con egocentrismo, corrupción, violencia, depredación ambiental y desigualdad social.

En el contexto del coronavirus, paradójicamente hemos tenido la oportunidad de redimensionar muchos aspectos de la vida. Se han puesto ante nuestros ojos los valores fundamentales de la existencia: la espiritualidad, la familia, la salud, la amistad, la comunidad. Al mismo tiempo, se ha revelado la fragilidad humana y el mundo desequilibrado que hemos construido. La realidad nos ha hecho volver la mirada hacia los más pobres. Desde la realidad social del Chocó, este bello paraíso de Colombia, golpeado por el abandono estatal, la corrupción de una parte de sus líderes y la cruel violencia de los actores armados, elevamos una oración al Dios de la vida, para que el paraíso terrenal de este territorio sea restaurado, y la paz de Cristo llegue al corazón de hombres y mujeres de las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas, y caminemos juntos hacia la plenitud del Reino de Dios.

3. “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo Ahí tienes a tu madre”

Monseñor Elkin Álvarez Botero
Secretario Conferencia Episcopal Colombiana

Esta palabra nos hace volver la mirada hacia María, nuestra madre. El papa Francisco nos ha dicho que nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde este momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como madre. Sus palabras tienen un valor de testamento, desde ese momento la madre de Dios se ha convertido también en nuestra madre. Era el momento en el que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres. Jesús los confió a aquella que fue la primera en creer y cuya fe no decaería jamás. Jesús desde la cruz nos invita a acoger a María en nuestra casa, en nuestra vida, en lo que estamos viviendo en este momento. Es una hora dura, de dificultades, de incertidumbres. Si acogemos a María, regalo de Jesús en la hora cumbre de la salvación, ella nos ayudará a sostenernos en la confianza, en la fe y en la certeza del amor de Dios que nunca nos abandona. Recibamos a María en nuestra en vida, invoquémosla como segura protección. En esta palabra estamos invitados a pensar también en aquellas madres que viven su misión materna en medio del sufrimiento y el dolor. Así como María pudo estar al pie de la cruz asociada a este misterio de la salvación, hoy también pedimos por las madres que tiene dificultades en el ejercicio de su misión. Pedimos para que sigan siendo el principio de unidad de sus hogares. Por eso decimos: sé tu mi madre señora, que mi alma desde ahora, con tu amor va a florecer.

4. “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”

Monseñor José mauricio vélez garcía
Obispo auxiliar de Medellín

Al acercarnos al calvario, al mirar la cruz de Cristo, al ver allí clavada la salvación del mundo, poniendo la mano en nuestro corazón, se nos invita a reflexionar profundamente sobre este acontecimiento de la historia donde Jesús, despojándose de todo, carga la cruz y consciente de que está liberando a la humanidad del pecado, abraza la cruz. En el acontecimiento de la cruz cada palabra es un mensaje del Salvador para la humanidad. No estamos ante un acontecimiento del ayer y basta, estamos ante una situación que se vivió en nuestra historia y nos habla al presente. Lo más maravilloso es que Dios va llegando a nosotros con sus palabras, ejemplo y vida. En el calvario, estando en la cruz con sus pocas fuerzas, Jesús mira hacia su padre y con esta cuarta palabra con la que se dirige a Él diciendo “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, nos genera pensamientos e inquietudes. “Padre, ¿por qué me has abandonado?”, pareciera ser una palabra desgarradora e inusual en Jesús, a quien durante su vida pública y su ministerio, nunca le escuchamos dirigirse a su padre en estos términos. Por eso nos se generan tres interrogantes: ¿se siente solo Jesús al punto de dirigirse a su padre y hacer esa pregunta? ¿La desesperación se apodera de Jesús y declina su fe y la confianza en el padre? ¿El abatimiento lo lleva a perder amor y fidelidad al padre? La respuesta es diferente: Jesús, apoyándose en el salmo, eleva una oración, confía en su padre y se llena de Él.

Por eso nosotros ante las dificultades, problemas, situaciones o tensiones debemos buscar a Dios y depositar nuestra confianza en Él. Ante la oscuridad, el dolor, la muerte y la impotencia, Dios ha de ser el protagonista y así nos lo enseña Jesús en la cruz: hay que confiar en Dios.

5. “Tengo sed”

Monseñor Gabriel Villa

Obispo de Tunja

Jesús, sintiendo la proximidad de su muerte, desgastado por el peso de la cruz, el extenuante sol y los improperios recibidos camino del Gólgota pronuncia esta palabra, de las más humanas y desgarradoras: tengo sed. Jesús quiere invitarnos hoy a que tengamos sed de él. Se trata de la sed de encontrar a Dios, tal como lo hizo la samaritana. Nuestra sociedad hoy está sedienta de darle sentido a la propia existencia, sedienta de justicia, paz, de reconciliación. La sociedad de consumo nos propone inútilmente saciar nuestra sed llevándonos a un mundo fantasioso e ilusorio, esta fabrica, comercializa y vende artículos de toda clase, nos convence de que son absolutamente necesarios para ser felices, para combatir nuestra sed y ansia de felicidad, pero finalmente nos deja decepcionados e insatisfechos. Jesús hoy también nos dirige su grito para decirnos que sigue teniendo sed, el quiere acercarse, ya no para recibir el humillante vinagre, si no para calmar la sed de tantos niños que sufren el abandone, tantos jóvenes extraviados sin rumbo, tantos padres y madres de familia que buscan un horizonte para poder consolidar su vida familiar. Hoy también en medio de este aislamiento por este virus que ha trastornado nuestra cotidianidad, estamos sedientos Señor, nos hemos descubierto frágiles y mortales, hemos dejado lo esencial, la convivencia, el servicio, la solidaridad, el respeto por el otro. Ahora queremos reconocer quien es la fuente que puede saciar definitivamente nuestra sed. Te damos gracias por tantos hermanos que se esfuerzan por calmar la sed del prójimo en esta situación. Por ellas te damos gracias y queremos saciar tu sed en nuestros hermanos. Amén.

6. “Todo está cumplido”

Monseñor César Alcides Balbín Tamayo

Obispo de Caldas

Nos has enseñado, el Jesús de la agonía, que es necesario recorrer un camino hasta el fin, porque no es digno de él quien mira hacia atrás (cfr. Lc 9, 62), quien deja su trabajo a mitad de camino.

Subiendo, con la cruz a cuestas, nos enseña que no se puede abrazar la gloria si no se abraza primero la cruz, que no se valora bien la luz, cuando no se ha tenido experiencia de la oscuridad, ni la salud cuando no se ha estado enfermo. ¿Acaso no nos está enseñando este tiempo de cuarentena lo que vale la libertad? ¿Lo que vale la familia? ¿Lo que vale la salud? ¡Cómo nos hemos llenado de cosas superfluas, dejando de lado las importantes! Ayúdanos, Señor, para aprender a ir hasta el fin, a dar siempre lo mejor, a no desviarnos del camino, a seguir siempre la senda marcada. Que al concluir cada día de nuestra existencia podamos tomar estas palabras tuyas y ofrecerte lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos.

Si con el derramamiento de tu sangre se ha sellado la redención del género humano, con el trabajo del hombre sobre la tierra, se debe contribuir a que la obra de la creación cumpla su cometido, y esté siempre al servicio de todos.

Que la consumación final nos encuentre a todos en la espera gozosa de un cielo nuevo y una tierra nueva, (cfr. Ap 21, 1), donde él sea todo en todos: cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo. (cfr. 1Cor 15, 28).

7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

Monseñor José Ospina Leon Gómez

Obispo de Buga

Esta última expresión de Jesús en la cruz del calvario nos conmueve el alma y nos ayuda a todos nosotros en estos momentos de covid-19 en el mundo.

Qué bueno que podamos decir, desde el fondo del corazón: “en tus manos encomiendo mi espíritu, mi familia, mi vida, mi trabajo, todo mi ser”.

Ninguna persona puede ponerse en mejores manos que las del padre celestial, como un niño en brazos de su mamá o de su papá.

Con esta expresión, Jesús estaba poniendo todo su ser, toda su obra, todas sus realizaciones, todo lo que es él en manos de Dios. Yo los invito a todos a que repitamos esa expresión, “en tus manos encomiendo mi espíritu”, en medio de nuestras tristezas, dificultades, problemas, alegrías o fracasos o inconformidades o malestares o enfermedades.

Y que recordemos en este y todos los momentos de nuestra vida que Dios es el Dios que nos acoge, es el Dios que como padre bueno nos abraza, nos hace sentir su ternura, su cariño, nos da fortaleza, nos da esperanza, nos ensancha el corazón y todo esto para que cada uno pueda amar más, servir más y dar más.

Si nos ponemos en sus manos, él sabrá hacer por cada uno lo mejor y ninguno que ponga su esperanza en él, quedará defraudado. Les propongo hacer una actualización de cada palabra de este sermón al contexto familiar, social, nacional o mundial, como un ejercicio interesante de meditación y reflexión personal, familiar y comunitaria.