Mantilla, el capitán de navío más antiguo del país
Ha visto jubilar a sus discípulos y sigue activo como jefe del grupo asesor del comando de la Armada Nacional.
Soy periodista egresada de la Universidad de Antioquia. Mi primera entrevista se la hice a mi padre y, desde entonces, no he parado de preguntar.
“El capitán Luis Felipe Mantilla Duarte murió este viernes 24 de julio de 2020
Si la larga vida del capitán de Navío Luis Felipe Mantilla Duarte se resumiera en pocas palabras estas serían: “defendió el azul de la bandera”, así lo define su secretaria, Patricia Vargas.
El noveno hijo de José del Carmen Mantilla y María del Rosario Duarte no ha hecho más que recorrer los mares de un lado a otro del mundo, llevando petróleo colombiano a las costas de los cinco continentes, defendiendo la soberanía nacional en las fronteras marítimas y luchado contra el narcotráfico en la Armada de Colombia.
Fue precursor de la Cámara de Oficiales que vela por el bienestar de los uniformados, de la Flotilla Naval del Sur y de la Inteligencia de la Armada.
Es el único oficial de esa época de la institución que nunca se retiró, al servicio desde el 7 de abril de 1952, por más que los años pasaran y vio salir a generales y almirantes, quienes fueron sus discípulos, ya envejecidos. No se fue aunque la espalda se encorvara y por momentos las ideas empezaran a ensombrecerse en su cabeza, ni con su corazón fallando abandonó el barco.
Resignado a nunca avanzar más en la jerarquía militar pese a contar con todas las condecoraciones posibles como la Cruz de Boyacá y la Orden del Mérito Civil Español, siguió ayudando y asesorando.
Hoy, a sus 93 años, el capitán se levanta temprano, se baña, se afeita, se pone el uniforme y se sienta frente al computador a tener la reunión con el comando de la Armada de Colombia, como jefe del grupo asesor permanente. Por estos días no puede hacerlo personalmente porque la pandemia lo tiene encerrado desde hace tres meses.
La paradoja de su vida
Luis Felipe Mantilla Duarte nació el 13 de junio del 1927 en Piedecuesta Santander, siendo muy pequeño murió su madre, su padre, con ayuda de sus abuelos, tuvo que sacar a 10 hijos adelante.
“Mi abuelo era muy estricto, y le tocó serlo más cuando quedó viudo con siete mujeres y tres hombres. Levantar diez muchachos era muy difícil en esa época”, cuenta su sobrina Aloma Figueroa de Serna.
Los tres hombres, José Agustín, Ramón y Felipe fueron muy exitosos en sus campos, el primero abogado, el segundo obispo y el tercero marinero. Aloma recuerda entre risas que su madre le contó del día que las mujeres de la familia se rifaron a los dos hombres “solterones”: “Mi tía Felisa se ganó al cura y mi mamá (Mercedes) se ganó a Felipe”.
La idea era que cuando estuvieran mayores, sin esposas ni hijos que los cuidaran, las hermanas y los sobrinos garantizarían el apoyo necesario.
Por eso Aloma heredó a su tío, el único sobreviviente entre los hermanos, y es la familiar más cercana que le queda, quien lo visita en Navidad o en el cumpleaños en la Cámara de oficiales donde reside o en el hospital militar, de ser necesario, y lo llama para estar al tanto de su vida y su salud.
Pese a decenas de romances en los puertos del mundo que visitó, el capitán Mantilla no se casó. “Su vida sentimental siempre fue secreta. Mi mamá y mis tías le hacían de celestina con una amiga en Piedecuesta, yo creo que se querían, pero cada que él se iba a navegar, la relación se acababa”, cuenta la sobrina.
También se tuvo noticia de una novia en Caracas, “incluso la Armada lo mandó de agregado naval a la embajada de Colombia en Venezuela, a ver si se casaba con ella, pero tampoco ocurrió”, relata Aloma.
En una borrachera, de esas de los fines de semana, el capitán Mantilla le dijo a su sobrina que hacía muchos años se había casado en Suecia, pero al otro día lo negó todo.
El matrimonio lo alejó de seguir creciendo en la Armada. “En esta institución no podían ascender más allá de capitán quienes no estuvieran casados. Esa fue una renuncia que él hizo para servirle a la patria”, explica su secretaria Patricia Vargas. Toda una paradoja.
“Mi capitán siempre quiso quedarse en la Armada, pese a que sus compañeros se jubilaron. Él por ser una persona tan especial y querida por todo el alto mando naval, gozó del aprecio y cariño. Siempre fue un caso especial”, afirma el general (r) Rafael Colón.
La carrera militar
El capitán ostenta el récord guinness con 1,8 millones de millas náuticas navegadas, es decir, en 28 años le dio 83 vueltas a la tierra, al mando de 15 barcos. Y recorrió 9.450 kilómetros en los ríos del país.
Dejó de navegar en Japón, en 1980, cuando un tifón casi destruye la embarcación en la que llevaba petróleo, junto a su tripulación, tuvo que venderla por chatarra y regresar en avión. “Ya no quedaba ninguna embarcación para un marinero de su experiencia”, relata Patricia.
Después fue comandante de la Fuerza Naval del Magdalena, jefe de Departamento M-3 del Estado Mayor Naval, comandante de la Base Naval ARC Leguízamo, primer comandante de la Fuerza Naval del Sur, oficial de planta Estado Mayor Conjunto Fuerzas Militares y jefe de Estado Mayor Naval. En fin, no hay unidad de la Armada que no se haya beneficiado con su conocimiento.
“Por eso nunca lo han dejado retirar. Él es el activo más valioso de la Armada. Cada comandante que ha llegado ha valorado su memoria, su conocimiento, su sabiduría y no tienen miramientos para pedirle su opinión sobre cualquier problema”, dice su secretaria.
Sin embargo, nunca ha dado una entrevista y dice que se morirá sin hacerlo. “No busca fama, solo servir a la patria y al azul de la bandera”, afirma Patricia.
El capitán Mantilla tiene una memoria excepcional, sabe con detalle dónde están los documentos y las memorias de las operaciones más importantes de la Armada. Entiende los por qué y para qué de la institución y ha sido vital para el desmantelamiento de las organizaciones criminales y los procesos de paz en el país.