Colombia

En sus celdas aprendieron a crear

Hacer una agencia publicitaria en la cárcel fue un paso de reintegración para 15 internos.

Tengo la maleta siempre hecha y mi brújula, que por lo general apunta al sur, me trajo al periodismo para aclarar mi voz. Busco la pluralidad y no le temo a la diferencia.

27 de julio de 2019

Al presionar sus dedos manchados de tinta sobre el libro blanco, que contenía sus datos personales a manera de registro de seguridad, el publicista Felipe Téllez no sabía si lo peor ya había pasado o estaba por venir. Era la primera vez que entraba a una cárcel y en su mochila, además de lápices, colores, marcadores, hojas de papel —lo básico para cualquier profesor—, también cargaba prejuicios e historias contadas por otros que, poco a poco, se habían vuelto mitos.

Pero su ansiedad se disipó justo en el momento en que se enfrentó, cara a cara, a un grupo de 15 internos de la cárcel La Modelo, en Bogotá, que lo estaban esperando en un frío y gris salón de cemento: “Uno tiene ciertos prejuicios o ciertas prevenciones y desde la primera clase los dejamos a un lado porque son personas que cometieron un error, que están allá por ese error, pero que quieren tener una segunda oportunidad. Quieren una nueva vida”.

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¿Quién no ha errado?

Esa misma sensación, de haber estado llena de prejuicios, embargó a la actriz Johana Bahamón en 2013, mientras dictaba un taller de teatro a mujeres de una cárcel de Bogotá. “Una de las participantes se acercó a mí y quiso compartirme su historia. Estaba pagando una condena por haber matado a su esposo, luego de haberlo encontrado abusando a su hijo de cinco años. En ese momento mi hijo también tenía cinco años y supe que yo misma hubiera podido estar en el lugar de esa mujer, yo hubiera hecho lo mismo”.

Fue ahí cuando decidió crear la Fundación Acción Interna, una entidad sin ánimo de lucro que busca mejorar la calidad de vida de la población carcelaria, creando oportunidades de reincorporación a la legalidad. Y fue por invitación de la fundación que Felipe Téllez llegó a La Modelo.

La misión del publicista era clara. A través de la enseñanza de una serie de elementos como concepto, mensaje, audiencia, o nociones de dibujo, propiciar una iniciativa de la que no se tiene referente similar en el mundo: la creación de la primera agencia de publicidad dentro de una cárcel, integrada por personas privadas de la libertad.

Sabían de la vida

Pero Felipe no estaba solo. Su coequipero para alcanzar el reto era Julián Cortés, también publicista, quien llegó a la cárcel con sus propios temores y expectativas. “Pensábamos cuál podría ser el resultado de la campaña, porque no sabíamos en qué condición de aprendizaje estaban, no sabíamos qué tanto podían conceptualizar una idea publicitaria o si algunos de ellos sabían dibujar. Fue un trabajo teórico práctico, en el que mientras enseñábamos cosas básicas, ellos aprendían haciendo, practicando”, manifestó Julián.

Fueron en total diez sesiones, cada martes y jueves, en las que mediante una construcción colectiva, los dos publicistas y el grupo de 15 internos participantes de la iniciativa, pasaban lectura al brief, hacían lluvias de ideas y analizaban ejemplos de piezas comerciales. “Uno no necesita estudiar publicidad para hacer publicidad, uno necesita entender el comportamiento humano para lograr una comunicación efectiva.Ellos sabían de la vida, de lo que motiva a la gente, y cuando entendieron eso, se dieron cuenta que no tenían que sentirse menos por no haber pasado por una universidad o ser expertos en algún tema”, acotó Felipe.

Incluso, como estaban planteando una campaña para un supermercado, se encontraron con que uno de los internos había sido agricultor. “Nos contaba cómo se hacía la cosecha, de las tácticas que él tenía, mirando la luna para saber cuándo había que sembrar, mirando el sol para ver la hora, nos dio un montón de información que fue fundamental para el trabajo”, contó Julián.

Pero además, los publicistas se enfrentaban al dilema de la motivación. Mientras por participar en otro tipo de actividades organizadas por el Inpec los internos podían recibir beneficios, como descuentos en su pena, la iniciativa de la fundación no ofrecía esa posibilidad. “Esa es una historia muy bonita, porque para motivarlos les hablábamos de lo que estaban logrando, del resultado final que iba a poder ser visto por todo el país. Teníamos otros trucos, tan sencillos como compartir un algo o llevarles una oblea, para ellos era un gran premio, porque es un producto que no pueden conseguir”, añadió.

Emociones fuertes

Y finalmente ocurrió. Bosquejos a lápiz, horas de conversación y grandes esfuerzos por aprender, se transformaron en productos terminados. Para Julián, uno de los mejores momentos fue una de las clases finales, cuando ensayaron la presentación al cliente: “para ellos fue una cosa de otro mundo, no se imaginaban cómo podían verse sus ideas y lo grandes que podían ser”.

Esa sensación invadió a John Calderón, uno de los internos participantes, para quien el trabajo “fue muy edificante, porque no fue solo un reto sino una manera diferente de proponer o mostrarle a la gente un producto, entonces nosotros desde aquí adentro, en este lugar donde estamos rodeados de un ambiente distinto, nos damos cuenta que sí se puede, que no estamos limitados, de eso estoy completamente seguro”.

Por su parte, Julián Pretelt, otro de los participantes, reconoce que fue un proceso difícil: “Es complejo coger las ideas y amalgamarlas en un solo complemento. Pero tuvo grandes beneficios para nosotros, porque nos da la oportunidad de darnos a conocer a la gente, de mostrar que Agencia Interna nos permite demostrar que nos hemos convertido en personas de bien, que vamos a salir a hacer mejores cosas para nosotros y para nuestro país”.

En eso, en tener un futuro diferente por fuera de las rejas, consiste la esperanza de aquellos que, al menos por cinco semanas, supieron qué era eso de convertirse en publicistas. “Algunos tienen penas más largas que otros, pero ya ganamos todos, aprendimos a no juzgarnos”, concluyó Cortés.