Colombia

Cien años viendo pasar la vida en Carmen de Bolívar

Tan grande como el esplendor de sus mejores tiempos resultan el aturdimiento de las guerras y lacras que han cruzado el corazón de los Montes de María.

12 de enero de 2015

El día lejano en que le llegue la muerte a Plinio Ferrer Martínez se lleva a un hombre feliz y en paz con su conciencia, su vida honesta, su pueblo, sus amigos, sus hijos y sus recuerdos de músicas y parrandas. Se lleva parte del alma de Carmen de Bolívar, de sus historias de prosperidad, gestas emancipadoras, tabacaleras, violencias, calor, polvo y ocasos.

A Plinio Ferrer la muerte le ha perdonado la vida o él se le ha ocultado muchas veces, tantas que hoy parece un gigantesco árbol seco frente al que hay que bajar la cabeza en signo de admiración. Plinio es uno de los pocos seres inmortales que quedan en las extensas llanuras de los Montes de María.

Nació el 22 de febrero de 1922. Como muchos de los niños de los pueblos costeños su padre plantó su semilla y se convirtió en un recuerdo. A sus cuatro años lo abandonó y el niño jamás dejó de extrañarlo. Las noches, las horas, los años, pasaron raudos, su madre, Vicenta Martínez Sierra, no volvió a llorar por él. Un día, como suele suceder, se reencontraron.

“Este es tu padre -Samuel Ferrer-, me dijeron”. Quizás fue su madre; quizás fue algún amigo el que se lo presentó.

En la infancia se rebuscó la vida en trabajos humildes con la herencia que le dejó el viejo. Fueron solo dos o tres frases, nada material: sea siempre honesto, respete a los mayores, nunca le haga mal a nadie. De su padre también heredó su afición por las maracas.

Su padre Samuel dejó a su madre al irse, con su arte musical, detrás de su paisano el carmero Lucho Bermúdez, uno de los artistas más reconocidos en la historia musical de Colombia.

Celebración

El 22 de febrero de 2015 Plinio cumplirá 93 años con su herencia multiplicada una y mil veces. Celebrar su cumpleaños es, para él, un acto sagrado, lo hace desde que tiene uso de razón. Se lo goza con un buen vestido. Por lo general, blanco, con pañuelo rojo, cuya punta le salga del bolsillo de la camisa, engalanando su pinta; corbata del mismo color, adornando el traje, o pañueleta anudada al pecho, y sombrero blanco con cinta roja sobre el ala. En el pueblo todo el mundo lo felicita y se alegra, tanto que parece que todo el pueblo estuviera cumpliendo años.

Una autoridad

Fue miembro de la Policía en tiempos aciagos cuando la institución parecía una escuela de corrupción, dirigida por los políticos. Luchó hasta el cansancio por la moralización de la institución y el Partido Conservador, en el cual militaba pero, rumbo a cumplir sus cien años, dice que fracasó en ambas misiones. “Le parecerá extraño lo que le cuento, pero se lo digo porque ser honesto en Colombia parece un delito”, dice Plinio.

Fue inspector de Policía, alcalde, inspector general del Trabajo en Carmen de Bolívar y Magangué en tiempos de las tabacaleras, primer contralor municipal, alcalde..., pero nunca se jubiló porque como otros miles de colombianos se cansó juntando papeles para enviarlos a Bogotá desde donde nunca le contestaron. Sobrevive de la escritura de acrósticos tan poéticos como profundos y fieles de distintas personalidades de su pueblo, hombres y mujeres. Sus hijos lo adoran y le ayudan en su manutención, lo mismo que sus buenos amigos.

Carmen de Bolívar

La historia patria trae a la vida a Carmen de Bolívar, con el nombre cristiano de Nuestra Señora del Carmen, en 1776, anticipándose 146 años al nacimiento de Plinio.

Se le atribuye el surgimiento del pueblo al “gran teniente de infantería español” Don Antonio de la Torre y Miranda. De lo que pasó con los nativos ni tumbas quedan. La historia habla de varios pueblos indígenas: los melibúes, farotos, piletas, fincenúes, zenúes todos borrados de la faz de la tierra por la ambición y la furia española que llegó a saquear lo que encontró.

A todo gran poder le llega su epitafio. Los carmeros sellaron la tumba de España al enfrentarla, el 18 de febrero de 1812, en la batalla del caño Mancojumán. Fue un combate a muerte y sin paso atrás. Al final de la tarde el caño era un lodazal de sangre y muertos españoles y revolucionarios, que cayeron con honor en esa batalla que es considerada tan importante como la del Pantano de Vargas o la de Boyacá, ya que cerró todo apoyo a las huestes españolas en Cartagena y le abrió paso a la “Gesta Admirable” de Bolívar por el Magdalena, comenta el historiador carmero David Ardila.

Hijos del tabaco

Sin españoles ni tributos reales los Montes de María, cuyas montañas mayores apenas sobrepasan los 1.000 metros de altura, entró a la prosperidad infinita, atrajo ciudadanos de todos los confines de la Gran Colombia y países europeos que aportaron a la gesta libertadora como Alemania.

Uno tras otro fueron naciendo municipios hasta completar quince, ocho de ellos en Sucre y el resto en Bolívar. El más importante de todos, Carmen de Bolívar, ya sin el nombre cristiano de Nuestra Señora del Carmen.

El ojo azul del alemán le permitió avizorar las bondades agrícolas de estas tierras e introdujo dos productos que cambiaron su historia económica y la convirtieron en un referente mundial de prosperidad: el tabaco y el ganado cebú.

Los historiadores narran que las llanuras de los Montes de María fueron la gran despensa alemana en la Primera y Segunda Guerra Mundial y ni el más grande de sus enemigos, Estados Unidos, llegó a descifrar de dónde llegaban en abundancia buena parte de los productos que alimentaban la máquina de guerra alemana.

Los pueblos nadaban en el esplendor, había dinero y trabajo para propios y extraños. Las parrandas se prolongaban por días y noches.

Siglo de luces y pólvora

La entrada del siglo XX llegó a los Montes de María con el grito de ¡Viva el Partido Liberal!, ¡Viva mi general Uribe Uribe!, ¡Abajo los godos y los curas! Tiros van, tiros vienen.

Las escaramuzas del general paisa Uribe Uribe y su fervoroso ejército liberal no se hicieron esperar. En la historia se habla de Uribe Uribe como un gran orador político, pero en la guerra perdió todas las batallas que emprendió.

El gobierno lo arrinconó donde se alzó y los tiros se fueron de pueblo en pueblo, montaña tras montaña hasta la batalla final de Palo Negro, donde el ejército liberal, envalentonado con los discursos de Uribe y otros de sus líderes se fue, sin la fuerza suficiente, a un combate a muerte y así murió. Humillados por la derrota los sobrevivientes liberales entraron al túnel de la paz. En Bogotá, en santa paz, el general Uribe Uribe encontró la muerte infinita o la paz infinita a hachazos.

Nace una estrella azul

A los ocho años del magnicidio del general Uribe Uribe nació en Carmen de Bolívar el conservador más reconocido en toda la región: Plinio Ferrer Martínez. Aunque había pasado su primera gran bonanza de tabaco, el Carmen de Bolívar vivía su prosperidad infinita. Su tabaco fue considerado el mejor del mundo y se exportaba a manos llenas.

Su desarrollo fue la clave para el crecimiento de Barranquilla que terminó por convertirse en la “Puerta de Oro de Colombia y ser el motor económico de Bolívar y su heroica Cartagena.

Las noches de fiestas de nunca acabar se confundían con días de gloria de un pueblo que crecía y en el que todo el mundo tenía para gastar y celebrar, comenta Juan Carlos Ardila, cuya historia y la de su familia se ha labrado detrás de la cría de ganado Cebú.

La abundancia llevó al pueblo mercaderes turcos y culebreros paisas que vendían trapos o milagros que se los pagaban a precio de oro.

Mientras las mujeres eran protagonista en las fábricas tabacaleras, los hombres eran la base en la recolección del tabaco, la agricultura y la vaquería en las haciendas ganaderas de una región que llegó a tener más de 190 mil reses pastando en sus mejores tiempos, incluso superando a Sucre, comenta Juan Carlos.

A finales de la década del 30, Plinio ingresó a la milicia y comenzando la década del 40 se engancha como comisario de la policía, con la tarea específica de poner orden en una tropa que hacía más daño que la propia delincuencia por disposición de los políticos.

Conociendo el temple de Plinio, el alcalde Sixto Wilches le ordenó no permitir ninguna bellaquería de la tropa y garantizarle seguridad a la gente y lo nombró inspector de Policía.

Su temple, honestidad y cercanía con la gente le abrieron las puertas a Plinio y como conservador fue concejal, en un pueblo liberal, las veces que se lanzó, siempre con la máxima votación. Su liderazgo fue reconocido por líderes políticos de la Costa que gracias a sus aportes electorales llegaron a la Gobernación de Bolívar, la Asamblea, el Congreso y ministerios de la Casa de Nariño.

Era consciente de que los políticos de la región parecían arepas y tenían claro que sino se voltiaban se quemaban. Nacían godos, ganaban como godos y si las cosas no los favorecían aparecían en otras campañas como liberales.

La mala hora

En 1948, cuando el país se incendió con el estallido de la violencia política liberal-conservadora, el Carmen de Bolívar pareció ajeno a la confrontación porque la noticia de la muerte de Gaitán se conoció casi un mes después debido a que el telegrafista, un conservador, rompió el telegrama con el parte liberal que llamaba a la insurrección general sin dárselo a conocer a nadie.

La furia liberal no se hizo esperar y le cobró con la muerte al telegrafista que se convirtió en la única víctima o una de las únicas víctimas de la violencia política en esa región de liberales.

De manera tardía los carmeros fueron los últimos en enterarse de los acontecimientos que iban a dar al traste con su historia de prosperidad. Sin que nadie entendiera el porqué, los alemanes comenzaron a vender sus cultivos y fábricas de tabaco a prósperos empresarios lugareños y uno tras otro se despidieron de sus trabajadores, dejaron lágrimas de nostalgia en esas tierras y partieron hacia Zambrano y de allí de regreso a su país.

El tabaco había dejado de ser negocio en el mundo. El pueblo no estaba preparado para ello porque tenía la fe en que el mundo iba a fumar tabaco toda la vida. Con esa visión no se construyeron escuelas, ni centros universitarios ni fuentes alternativas de empleo distintas a las cantinas, lupanares y otras garrapatas expertas en sacarle la sangre a la prosperidad.

Las factorías fueron cerrando una tras otra, por cientos y luego por miles la masa obrera se iba quedando sin empleo, mientras pedía alternativas.

Cátedra marxista

En medio del descontento aparecieron en la región las primeras voces de un nuevo discurso: el marxismo leninismo maoísmo. Apareció la Anuc y su consigna la tierra para el que la trabaja; luego el MIR Patria Libre, que se transformó en la Corriente de Renovación Socialista del Eln, luego el EPL y por último las Farc, que entraron a la región celebrando el descalabro del M-19 en el Holocausto del Palacio de Justicia, dicen exdirigentes sindicales de la región.

“Cómo sería esto, que ni siquiera los líderes de la Anuc escaparon a la furia de las Farc cuando se les opusieron”, comentan. Con un Estado ausente, las Farc campearon en esta región por tres décadas, dice Alberto Rojas, profesor jubilado.

El máximo poder de las Farc se logró por el ímpetu militar de su bloque Caribe y el poder que conquistó Gustavo Rueda Díaz, más conocido por su alias de “Martín Caballero”, un comunista nacido el 21 de febrero de 1962 en Barrancabermeja, quien lideró el frente 37 de las Farc y llegó al Estado Mayor de la organización.

Si bien el conflicto adquirió intensidad desde finales de los 80, su fiebre se venía incubando desde la reforma agraria de Lleras Restrepo a finales de los 60 para redistribuir la posesión de la tierra y entregar predios a miles de arrendatarios de los Montes de María. Las tomas de tierras no se hicieron esperar, como tampoco los grupos armados que se conformaron para defender la propiedad de sus legítimos dueños. Primero un muerto, luego otro y otros...

Un nuevo siglo

Caballero montó su comando general en la región de El Salado, resistió todas las arremetidas del Ejército y la Policía por más de tres décadas y secuestró o extorsionó a todo el que tenía con qué pagar o con qué no pagar.

La troncal a la Costa Atlántica fue otro de sus teatros de operaciones. Noche tras noche, las guerrillas bajaban a la vía y hacían pescas milagrosas que, por lo general, les funcionaban. Una a una las grandes fincas ganaderas y demás proyectos agroindustriales fueron desapareciendo por la presión guerrillera. Las miles de reses que pastaban en las praderas se redujeron a no más de 4000.

Los años noventa entraron a Carmen de Bolívar como quien entra a un pueblo fantasma. Las pocas familias solventes que sobrevivieron a la vorágine guerrillera lo hicieron de pura terquedad. En las casas de las obreras del tabaco, sin nada cocinando en los fogones, se hablaba de la industria como si todo hubiese sido un cuento de hadas. Hoy los rescoldos de la bonanza tabacalera se reflejan en lo que queda de las ruinas de las grandes edificaciones en las que laboraron miles de obreras tabaqueras.

El siglo XXI entró a la región como lo hizo el siglo XX, atizado por una violencia paramilitar y guerrillera, esta vez sin precedentes.

Entre el 16 y el 21 de febrero del año 2000 irrumpieron en El Salado las Auc de Córdoba y Antioquia e impusieron la estrategia copiada del maoísmo de quitarle el agua al pez. Lo que siguió fue pesadilla. Por decenas o cientos se contaron los asesinados, supuestos colaboradores de la guerrilla de Caballero y por miles los desplazados.

En la oleada guerrillera las familias más ricas de la región vendieron o abandonaron sus tierras, en la oleada paramilitar, que se ensañó con El Salado, hasta los campesinos más humildes tuvieron que salir. La historia habla de 56 masacres en el cambio de siglo.

Una nueva esperanza

“Fue doloroso el sufrimiento al que sometieron a todos estos pueblos. A mí no me sucedió nada pero fui testigo de muchas lágrimas y despedidas de gentes buenas”, dice Plinio.

La suerte de Martín Caballero tocó su fin el 24 de octubre de 2007 cuando en un bombardeo el gobierno de Álvaro Uribe Vélez lo sacó de combate a él y varias decenas de guerrilleros. “Fue el fin. Por eso aquí decimos que el Carmen tiene dos libertadores, Simón Bolívar y Uribe”, comenta Carlos Flórez, ganadero de la región, quien cree que una segunda resurrección es posible.

Con ojo atento los carmeros contemplan lo que sucede en La Habana y con los dedos hacen cruz, pues temen que a través la creación de zonas de reserva campesina, las Farc podrían recuperar el territorio que perdieron con la guerra.

El 22 de febrero Plinio cumplirá sus 93 años, erguido, lleno de orgullo, con su maletín cargado de acrósticos de los carmeros nobles, de la gente que quiere y que lo quiere. El Carmen se sentirá orgulloso y no faltará la morena de caderas caribe y mirada europea que le dañe la comunión ese día y le alegre el corazón con un piropo de amor al verlo pasar con su traje blanco, su sombrero amarrado con cinta roja y la punta del pañuelo saliendo de la camisa blanca. Feliz cumpleaños Plinio.