Antioquia

Ella es la doctora de Marinilla que da clases en la Universidad de Harvard

La doctora Liliana Ramírez Gómez es una de las científicas más importantes de Estados Unidos, su historia de vida surge en el Oriente antioqueño y narra un relato de superación y metas.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Al igual que Joe Sacco, yo también entiendo el periodismo como el primer escalón de la historia.

17 de junio de 2023

Las calles de Marinilla volvieron a acoger el pasado 9 de junio a la que tal vez sea su hija más ilustre después de sus próceres. Sin ser política logró congregar al alcalde y al concejo; sin ser artista logró cautivar a su auditorio; sin ser narradora logró inspirar a muchos con su historia personal que resume sus ganas de salir adelante sin olvidar sus raíces.

La doctora Liliana Andrea Ramírez Gómez es una de las científicas más importantes de Antioquia y del país que ha logrado importantes reconocimientos en el campo de la neurología en Estados Unidos.

Es médica de la Universidad de Antioquia, neuróloga de la Universidad del Sur de California y especialista en Neurología Cognitiva y del Comportamiento del mismo campus. Trabaja en el Massachusetts General Hospital como directora clínica de la División de Trastornos de la Memoria.

Además, se desempeña en dos programas: el multicultural para la prevención de Alzheimer y el del estudio de esta enfermedad en el estado de Massachusetts. Además, es docente de Neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.

Por si fuera poco, a sus 42 años se consagró como la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Norman Geschwind otorgado por la Academia Estadounidense de Neurología.

Sin embargo, su éxito no es producto del azar ni fue inmediato. Para demostrarlo hay que contar esta historia desde sus comienzos.

Aunque nació en Medellín luego de que su familia, oriunda de la vereda La Esperanza de Marinilla, decidiera mudarse a la ciudad buscando un mejor futuro para sus 10 hijos, ella nunca ha cortado los vínculos con el municipio del Oriente.

“Salir de Marinilla para llegar a Medellín fue un cambio muy fuerte para mis padres, dada su ascendencia campesina. Pese a que ellos no pudieron recibir mucha educación, sabían del valor de esta. Por eso llegaron a Medellín”, apuntó la profesora.

Los primeros años de educación de la doctora los transcurrió en la Institución Educativa República de La Argentina, cerca de la Placita de Flórez y a la que sus papás la llevaban a pie desde el vecino barrio de El Salvador, donde vivían.

“Luego estudié mi bachillerato en el Liceo Nacional Femenino Javiera Londoño. Después me presenté a la Universidad de Antioquia, a Medicina. No pasé la primera vez. Entonces, aun queriendo estudiar, me metí a un preuniversitario y a estudiar inglés. Volví, me presenté en 1998, y a la segunda vez tuve la fortuna de pasar el examen de admisión”, contó Ramírez.

La profesora recuerda que nunca dudó de que ser médica fue la mejor decisión de su vida, pues esta carrera la hace vibrar de entusiasmo ante tantas cosas por descubrir en ella.

“La medicina es muy bonita porque combina todo ese conocimiento de la ciencia y también combina el servicio a la gente. Por eso nunca me arrepentiría de ser médica, y si volviera a nacer la elegiría igualmente”, añadió.

Aunque Liliana admite que en su trasegar por la Facultad pudo conocer al profesor Francisco Lopera, al que considera un referente, también resalta el papel que tuvo la hoy también docente de Harvard, Yakeel T. Quiroz.

“Estaba en el tercer semestre cuando vi un anuncio en la Facultad que decía que estaban convocando a un semillero de investigación. La directora y fundadora era la doctora, bueno, en ese momento estudiante de psicología, Yakeel Quiroz, quien ahora es una gran neuropsicóloga. El semillero integraba estudiantes de Medicina, Psicología y hasta de Ingeniería”, recordó.

En el último año de su carrera, decidió aspirar al convenio que hay entre la U. de A. y Harvard para que los estudiantes paisas hagan tres meses de su internado en dicha universidad estadounidense.

“Yo me soñaba con esa experiencia. Los requisitos eran tener un buen promedio académico, hacer parte de un grupo de investigación y saber inglés, cosas que yo cumplía gracias a que en mis semestres anteriores me apliqué lo más que pude al inglés”, añadió.

Ramírez recuerda que al principio la estadía le resultó compleja por ser su primer viaje internacional y por la dificultad en el idioma porque como dice ella misma, una cosa es estudiarlo y otra tener que usarlo para relacionarse.

“Lo que aprendí de inglés fue mientras estudiaba medicina y por eso no era tan fluido. A veces me sentía como ‘atrapada’ en mi conocimiento, porque sentía que tenía mucho para aportar y fue tan difícil sentir que solo podía observar, pues todavía no tenía la fluidez para participar y decir lo que quería”, apuntó.

Sin embargo, muy rápido superó ese reto y con el tiempo comenzó a demostrar sus capacidades. Esto se vio reflejado en sus calificaciones en las que recibía honores. “Fue sorprendente sentir que sí pude y eso me motivó muchísimo”, agregó Ramírez.

Además, en Harvard tuvo el privilegio de conocer los que ella consideraba referentes en Neurología y de recibir clases en una de las instituciones más avanzadas del mundo en esta materia.

“Fue sorprendente conocer personalmente profesores que escriben los libros que uno estudia. Me inquietó mucho que eran gente muy accesible a la que uno podía preguntarle cualquier cosa porque tenían amor por enseñar”, recordó.

La profesora regresó en 2004 a realizar su año rural y para este fin escogió hacerlo en el hospital de Marinilla, completando así su primer retorno a las raíces. En 2005 la docente obtuvo su pregrado en Medicina, y ya en 2006, decidió presentarse a estudiar Neurología en la Universidad de Antioquia, en su segunda vuelta de la vida.

Según ella, en Estados Unidos no solo conoció como era la élite de la Medicina, sino que también pudo descubrir lo que era el gran amor. Un amor que sostuvo durante todo ese tiempo hasta que tres meses después de haber iniciado su posgrado en Medellín decidió que su corazón la llevaría a otros rumbos, a miles de kilómetros de distancia.

“Decidí casarme y formar una vida nueva aquí en Estados Unidos. Mi esposo fue un estudiante de Medicina de Harvard que conocí en la rotación. Después de que empezamos a tener una relación, decidí venir a Estados Unidos y hacer la carrera en Neurología”.

En el país norteamericano presentó los exámenes de validación para poder estudiar neurología, proceso que hizo “en tiempo récord” y aplicó hasta lograr ser aceptada en La Universidad del Sur de California. Apenas tenía 28 años en ese momento.

Estando allí descubrió en sus cinco años de estudio el arduo panorama que viven los latinos en Estados Unidos cuando requiere atención médica, sobre todo neurológica.

“Cómo las personas no hablan inglés, entonces tienen dificultades en expresar sus síntomas. Igual les pasa a las familias cuidadoras cuando tratan de hablar con los médicos. A eso hay que agregar el ‘estigma’ que tienen en nuestra comunidad dolencias como la demencia o la pérdida de memoria, por eso cuando los pacientes latinos llegan a urgencias, sobre todo por temas neurológicos —que era lo que yo atendía— cuando su enfermedad ya estaba muy avanzada”, dijo la doctora añadiendo que esta situación fue el motivo de trabajar con la comunidad latina.

Tras convertirse en especialista en Neurología Cognitiva y del Comportamiento, comenzó a intercalar su rol de investigadora con el de docente en su universidad y posteriormente en la Universidad de California. Luego regresó a Harvard junto a su esposo, ¡un tercer retorno en su vida! Allí el destino le tenía preparada una gran sorpresa.

“Cuando regresé a Harvard en 2018 volví a encontrar a la doctora Quiroz del grupo de investigación. Ella tenía muy establecido su equipo y así que me invitó a trabajar juntas en su grupo para la Prevención de Alzheimer. Es muy bonito ver que algo que empezó en Colombia, vuelve y me ata en Estados Unidos, es como volver a los orígenes”, añadió.

Con el avanzar de las investigaciones, la comunidad médica fue fijando sus ojos en la profesora Liliana, quien enfatiza en que su trabajo más que descubrir cosas nuevas busca abrir campo a los latinos en las investigaciones médicas en Estados Unidos.

Ante la pregunta si se siente satisfecha de su camino recorrido, la doctora se toma su tiempo. Admite que se siente orgullosa y alegre de haberle dedicado todos estos años a su trabajo. “Cuando uno mira hacia atrás y ve los logros es imposible no emocionarse. Ahora miro hacia adelante y veo muchas cosas que hay por hacer. Alguien mencionó en mi viaje a Marinilla que veía todavía mucha juventud en mí y eso me dio una gran sonrisa, porque todavía tengo muchos años por delante”, agregó.

Finalmente, indicó que su último viaje a Marinilla fue muy especial, pues más allá de la importancia del encuentro con los dignatarios locales, lo que más la sobrecogió fue reunirse con un grupo de estudiantes, que le recordaron sus años de alumna y a los que espera impactar positivamente con su historia de vida.

“Mi ejemplo puede servirles para ver que uno puede llegar a los lugares que ha soñado, incluso a los que aún no se ha soñado. Con trabajo, esfuerzo, siempre aprovechando las oportunidades y dando lo mejor con el objetivo de servir, se puede llegar lejos y ser feliz”, concluyó.