La tradición de los muñecos de año viejo se niega a desaparecer en Antioquia
Hay quienes ven en los populares “añosviejos” un símbolo que representa dejar lo malo atrás y pedir una mejor suerte. Para familias del Oriente antioqueño son un negocio que se activa cada año.
Periodista del Área Metro.
Apilados unos contra otros, impávidos, de diferentes tamaños, ataviados con bolsos, gafas, zapatos, sombreros, ruanas y hasta saco y corbata, los muñecos de año viejo recuerdan que pertenecen a una tradición que se niega a desaparecer en estas fiestas, por más que haya disminuido su presencia en algunos barrios de Medellín.
Muchos de ellos se ven por estos días en vías del Oriente antioqueño, en especial en puntos de Rionegro y Guarne, hasta donde llegan las personas que buscan llevarse un ejemplar para quemar hoy a la medianoche, en un acto de simbolismo que combina el deseo de desechar todo lo malo que pasó en 2021 y pedir una mejor suerte para 2022.
Y, por eso, en algunos sectores de esta zona del departamento se consolidó también la tradición familiar de elaborar estos personajes que, aunque inmóviles, parecen tener vida, personalidad e historia.
Algunos lucen en sus pechos el nombre con el que sus creadores los bautizan, nombres salidos de la televisión, las noticias o un simple invento, sin dejar de lado los infaltables políticos, que en ocasiones son recreados con una fotocopia por rostro.
Aunque este año los políticos no son los más comunes entre la variedad de muñecos, no es raro ver a Claudia López, Enrique Peñalosa, Gustavo Petro o Iván Duque, al lado de otras creaciones, como el paisa, el mexicano, el talibán, la cachona o el coronavirus; este último muy famoso entre los clientes que esperan que la pandemia se vaya flotando en el humo y mañana sea solo cenizas.
Una tradición de décadas
Cuando tenía unos 9 años, Elkin Jiménez les ayudó por primera vez a sus padres a hacer muñecos de año viejo. Fueron solo seis, pero gustaron tanto entre la gente que al siguiente año el número aumentó. Y así, cada 12 meses fueron ampliando el repertorio.
Desde entonces han pasado cinco décadas y ya perdieron la cuenta de cuántos han creado. Este 2021 solo hicieron 50, porque los padres no tienen la misma fuerza y salud que antes y el hijo solo no da abasto.
La labor la comenzaron a mitad de año para terminar a tiempo. Exhiben sus creaciones a las afueras de su casa, en la Calle de la Madera, en Rionegro, por donde circulan vehículos que cada tanto se detienen para admirar o llevarse uno de los ejemplares.
En la casa una habitación vacía hace las veces de bodega y fábrica, donde reposan de pie, sostenidos por palos ocultos entre los vestidos, los muñecos que se volvieron una pasión familiar.
Porque, cuenta Jiménez, no es que necesiten tanto el dinero de las ventas, sino que disfrutan elaborar los muñecos y no dejar morir la tradición, en la que otros miembros de la familia participan así sea con donaciones de la ropa que vestirán sus creaciones. Ana Mercedes Quintero, su madre, tiene 82 años y muestra con orgullo los personajes. Se pierde entre ellos, como uno más, cuando se para a su lado para contar cómo los fabrican.
Hoy, ella no puede rellenar ni armar los muñecos como antes, pero sí los decora con lana, pintura, espuma, pelucas y otros materiales que usa para darles vida por medio de ojos vivaces y bocas coloridas.
La misma vida que les da Silvia Gutiérrez desde hace 35 años cuando comenzó a crear sus propios muñecos, que agrupa también en la Calle de la Madera, compartiendo acera con los Jiménez Quintero. Desde entonces, ella no sabe lo qué significa botar la ropa o los accesorios que ya no sirven en la casa. Los lava y los guarda hasta que pueda usarlos para vestir a sus personajes en medio de una tarea que comienza sola a mitad del año para hacer unos cinco o seis cada semana y llegar a los casi 200 que sacó este año y puso en venta desde el 16 de diciembre.
Una alternativa económica
Las ventas se hacen poco a poco durante los últimos días de diciembre, pero aumentan al acercarse el 31. Y tanto Silvia como Ana Mercedes y Elkin están convencidos de que se agotará hasta el último muñeco, cuyos precios van desde los $30.000 hasta los $80.000, dependiendo del tamaño y los accesorios que tengan.
Esta certeza la basan en que el año pasado, aun con restricciones más fuertes por la pandemia, ambas familias vendieron todos los personajes tan rápido que se arrepintieron de no haber fabricado más. Los clientes eran entonces, y lo siguen siendo ahora, personas que pasan en vehículos y que se dirigen a fincas a celebrar el Año Nuevo. También hay quienes se los llevan para otras ciudades.
Incluso, Juan Esteban Sánchez, quien vive en la vereda La Playa, de Rionegro, cuenta emocionado que uno de los primeros muñecos se lo vendió a un mexicano. Él lleva 7 de sus escasos 20 años fabricando año viejos para estas fiestas. Su labor, que hace con un amigo, comenzó a mediados de noviembre, pero solo hicieron unos 40 personajes esta vez. Los venden en la glorieta que lleva al aeropuerto José María Córdova desde el 27 de diciembre.
El joven dice que reciben como una bendición las ganancias económicas: “Nos podemos gastar $300.000 en hacer 40 muñecos, pero venderlos nos puede dejar más de $1’500.000”. Por eso, en su vereda son varias las familias que hacen los prototipos por esta época.
Claudia Patricia Marín es otra habitante de La Playa que lleva ocho años dedicada a esta labor, en compañía de su esposo y sus tres hijas, un proceso que también implica guadañar, poner a secar la hierba y protegerla de la lluvia para luego rellenar el futuro año viejo, con la ayuda de aguja capotera para coser todos los orificios. En su caso, compran ropa de segunda mano en la galería de Marinilla para conseguir la pinta de cada uno.
Claudia sacó desde el 28 de diciembre los 60 ejemplares que hizo este año y que espera vender para que las personas quemen con ellos pesares, deudas y malas energías. Ella misma y otros vendedores incendian sus propios muñecos siguiendo la creencia.
Eso sí, todos los fabricantes consultados aseguraron que no usan pólvora en los rellenos, no solo porque está prohibido por las autoridades, sino también porque no quieren alimentar posibles tragedias entre quienes ven en los muñecos nada más que un agüero decembrino.
Hoy esta tradición sigue viva, pero se ha transformado. Entre las opciones para quienes quieren quemar simbólicamente los recuerdos menos agradables del pasado reciente ya venden pequeños muñecos año viejo que pueden medir 20 o 30 centímetros.
Sin embargo, persisten quienes prefieren los tradicionales, de mayor tamaño, que pueden tener la estatura de una persona y que consiguen gracias al ingenio de estos creadores del Oriente antioqueño o de otras partes del país. Y también están los que, inclusive, los fabrican ellos mismos en familia como parte de la despedida al año que hoy queda atrás.