Antioquia

Juan, el taxista que convierte sus carreras en radionovelas

En las noches su carro se vuelve una suerte de estudio para contar las inverosímiles historias de sus colegas y pasajeros.

Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.

19 de febrero de 2023

Por miguel osorio montoya

Juan Carlos Espinosa no se viste como un taxista común. Va por la ciudad con un pantalón de dril negro, planchado, y una corbata bien anudada. Sobre la cabeza, un quepis con la leyenda Relatos amarillos. No es un taxista común. En las noches, cuando hay menos ruido, se encierra en el carro, procurando el silencio, y graba radionovelas en la soledad del asiento delantero.

En ese mismo asiento, donde se arrellana para contar una historia, estuvo a punto de morir. Eran las 4:30 de la tarde de un día corriente, difícilmente recordable, cuando un hombre lo abordó en la Oriental y le puso una navaja contra el cuello. Con rabia, Juan Carlos lo sujetó y trató de someterlo, pero un acompañante del ladrón se le adelantó y le dio una puñalada en un costado del tórax.

Esa historia hace parte de una de las radionovelas de Juan Carlos. El taxista locutor comenzó el oficio de la conducción hace 14 años, después de dar tumbos por varios trabajos, pero sin lograr mayor satisfacción. En el gremio conoció a Uriel Zuluaga, un hombre particular, a veces extravagante, que desde entonces se convirtió en cómplice de sus aventuras. Juan Carlos dedicó cuatro capítulos a la vida de Uriel, una vida que, igual que la suya, encontró sentido dentro de un taxi.

Juan Carlos se emociona cuando le echan un cuento. Después, levantando el tono de voz, va replicando lo que le contaron.

La idea de grabar radionovelas surgió de un problema. En la empresa en que está inscrito su taxi había un conflicto entre compañeros. Cada día, a través de un grupo de Whatsapp, se recriminaban por uno y otro motivo. Cansado de esos ires y venires, se sentó en el taxi y escribió un guión, sin tener idea de cómo hacerlo; después se grabó con el celular, hizo inflexiones burlescas con la voz y envió el audio.

El periodista

Ese primer intento de radionovela fue un éxito entre los compañeros. Le pidieron una segunda entrega y luego una tercera. Pero después le advirtieron, con razón, que contar los líos institucionales le podría acarrear problemas. Entonces, se transformó en periodista.

Y grabó la historia de su vida, desde niño hasta el día presente. Después comenzó a escuchar las historias de sus compañeros taxistas. ¿Quién mejor que ellos para contar lo que pasa en la ciudad? A sus oídos llegaron historias tristes, algunas inverosímiles, que le despertaron el instinto de reportero.

Cuando va en el carro, Juan Carlos maneja erguido, con las manos firmes sobre el volante. Antes de iniciar el viaje, hace una venia al pasajero, casi agasajándolo, y le pregunta si quiere escuchar una radionovela. Así encontró la historia que hasta el momento más le ha costado.

Un buen día pasó por el cementerio San Pedro y recogió a una mujer. Con sorpresa, notó que ella estaba llorando. En algún momento de la conversación tocaron el tema de las radionovelas y ella le dijo que tenía una historia por contar.

La mujer, entre sollozos, le dijo que un hijo suyo había sido juzgado injustamente por un homicidio.

—Me contó que los medios de comunicación habían sacado de contexto la historia—. Quería que yo la contara bien, tal cual había pasado.

La mujer entró en los detalles escabrosos de la historia, que son más o menos así. Su hijo tenía una novia y, después de una discusión, se reconciliaron en un apartamento. Cuando estaban acostados, ella recibió un mensaje, lo que despertó la inquietud de él. Envuelto en celos, le envió una foto de los dos, así como estaban a quien había mandado el mensaje. La pareja se embrolló en una discusión que terminó en un forcejeo con un arma de fuego que se accionó.

—La bala pasó rozándole el cuello y le abrió una herida que hizo que sangrara. Murió en cuestión de 50 segundos—cuenta Juan Carlos—. Él entró en pánico e intentó salvarla, pero no pudo. Entró en negación, como me explicó un sicólogo, y metió el cuerpo en el carro.

Juan Carlos, haciendo labores investigativas, fue hasta el apartamento en que sucedió el accidente. Cuenta que se sentó en la cama, tratando de entender lo ocurrido, y se estremeció.

—Sentí una energía muy extraña, que se apoderó de mí. Tomé fotos del lugar, hablé con los familiares de él.

Juan Carlos hizo todo el trabajo investigativo con la intención de desentrañar hasta el último detalle de la historia. Hasta consultó a un sicólogo para tratar de entender, en las medida de sus posibilidades, cómo se siente un hombre que ha provocado la muerte de su novia.

Él entró en un estado de negación y por eso metió el cuerpo al carro y luego lo arrojó al río. Después se entregó a la Policía, ya consciente de lo que había pasado, y estando detenido se suicidó—, Juan Carlos hace una pausa y continúa—: Esa historia me sacó lágrimas, tenía que parar cuando hacía la alocución. No dormí en dos días.

Pero Juan Carlos no ha contado solo historias truculentas, también ha grabado algunas humorísticas o de terror, como cuando contó la aparición de una supuesta alma en pena que se subía al taxi de un compañero.

—Yo no meto nada de ficción en mis historias. Tal cual la gente me cuenta, así mismo lo cuento yo, solo agregando música o efectos sonoros.

El taxista-periodista-investigador espera que los lectores de esta nota, así no se suban en su taxi, escuchen sus historias en su canal de Youtube llamado Juan Carlos Espinosa .

Juan Carlos Espinosa no se viste como un taxista común. Va por la ciudad con un pantalón de dril negro, planchado, y una corbata bien anudada. Sobre la cabeza, un quepis con la leyenda Relatos amarillos. No es un taxista común. En las noches, cuando hay menos ruido, se encierra en el carro, procurando el silencio, y graba radionovelas en la soledad del asiento delantero.

En ese mismo asiento, donde se arrellana para contar una historia, estuvo a punto de morir. Eran las 4:30 de la tarde de un día corriente, difícilmente recordable, cuando un hombre lo abordó en la Oriental y le puso una navaja contra el cuello. Con rabia, Juan Carlos lo sujetó y trató de someterlo, pero un acompañante del ladrón se le adelantó y le dio una puñalada en un costado del tórax.

Esa historia hace parte de una de las radionovelas de Juan Carlos. El taxista locutor comenzó el oficio de la conducción hace 14 años, después de dar tumbos por varios trabajos, pero sin lograr mayor satisfacción. En el gremio conoció a Uriel Zuluaga, un hombre particular, a veces extravagante, que desde entonces se convirtió en cómplice de sus aventuras. Juan Carlos dedicó cuatro capítulos a la vida de Uriel, una vida que, igual que la suya, encontró sentido dentro de un taxi.

Juan Carlos se emociona cuando le echan un cuento. Después, levantando el tono de voz, va replicando lo que le contaron.

La idea de grabar radionovelas surgió de un problema. En la empresa en que está inscrito su taxi había un conflicto entre compañeros. Cada día, a través de un grupo de Whatsapp, se recriminaban por uno y otro motivo. Cansado de esos ires y venires, se sentó en el taxi y escribió un guion, sin tener idea de cómo hacerlo; después se grabó con el celular, hizo inflexiones burlescas con la voz y envió el audio.

El periodista

Ese primer intento de radionovela fue un éxito entre los compañeros. Le pidieron una segunda entrega y luego una tercera. Pero después le advirtieron, con razón, que contar los líos institucionales le podría acarrear problemas. Entonces, se transformó en periodista.

Y grabó la historia de su vida, desde niño hasta el día presente. Después comenzó a escuchar las historias de sus compañeros taxistas. ¿Quién mejor que ellos para contar lo que pasa en la ciudad? A sus oídos llegaron historias tristes, algunas inverosímiles, que le despertaron el instinto de reportero.

Cuando va en el carro, Juan Carlos maneja erguido, con las manos firmes sobre el volante. Antes de iniciar el viaje, hace una venia al pasajero, casi agasajándolo, y le pregunta si quiere escuchar una radionovela. Así encontró la historia que hasta el momento más le ha costado.

Un buen día pasó por el cementerio San Pedro y recogió a una mujer. Con sorpresa, notó que ella estaba llorando. En algún momento de la conversación tocaron el tema de las radionovelas y ella le dijo que tenía una historia por contar.

La mujer, entre sollozos, le dijo que un hijo suyo había sido juzgado injustamente por un homicidio.

—Me contó que los medios de comunicación habían sacado de contexto la historia—. Quería que yo la contara bien, tal cual había pasado.

La mujer entró en los detalles escabrosos de la historia, que son más o menos así. Su hijo tenía una novia y, después de una discusión, se reconciliaron en un apartamento. Cuando estaban acostados, ella recibió un mensaje, lo que despertó la inquietud de él. Envuelto en celos, le envió una foto de los dos, así como estaban a quien había mandado el mensaje. La pareja se embrolló en una discusión que terminó en un forcejeo con un arma de fuego que se accionó.

—La bala pasó rozándole el cuello y le abrió una herida que hizo que sangrara. Murió en cuestión de 50 segundos—cuenta Juan Carlos—. Él entró en pánico e intentó salvarla, pero no pudo. Entró en negación, como me explicó un sicólogo, y metió el cuerpo en el carro.

Juan Carlos, haciendo labores investigativas, fue hasta el apartamento en que sucedió el accidente. Cuenta que se sentó en la cama, tratando de entender lo ocurrido, y se estremeció.

—Sentí una energía muy extraña, que se apoderó de mí. Tomé fotos del lugar, hablé con los familiares de él.

Juan Carlos hizo todo el trabajo investigativo con la intención de desentrañar hasta el último detalle de la historia. Hasta consultó a un sicólogo para tratar de entender, en la medida de sus posibilidades, cómo se siente un hombre que ha provocado la muerte de su novia.

—Él entró en un estado de negación y por eso metió el cuerpo al carro y luego lo arrojó al río. Después se entregó a la Policía, ya consciente de lo que había pasado, y estando detenido se suicidó—, Juan Carlos hace una pausa y continúa—: Esa historia me sacó lágrimas, tenía que parar cuando hacía la alocución. No dormí en dos días.

Pero Juan Carlos no ha contado solo historias truculentas, también ha grabado algunas humorísticas o de terror, como cuando contó la aparición de una supuesta alma en pena que se subía al taxi de un compañero.

—Yo no meto nada de ficción en mis historias. Tal cual la gente me cuenta, así mismo lo cuento yo, solo agregando música o efectos sonoros.

El taxista-periodista-investigador espera que los lectores de esta nota, así no se suban en su taxi, escuchen sus historias en su canal de Youtube llamado Juan Carlos Espinosa