Seguridad

Los “escapados” les roban atención a los desaparecidos

Las autoridades terminan invirtiendo los recursos públicos para buscar a maridos infieles o deudores morosos.

Egresado de la U.P.B. Periodista del Área de Investigaciones, especializado en temas de seguridad, crimen organizado y delincuencia local y transnacional.

31 de enero de 2019

La señora Irma*, a sus 45 años de edad, tenía una duda entre pecho y espalda: “¿será que mis hijos sí me quieren?”. Para resolverla, no se le ocurrió otra manera que fingir su desaparición.

Salió de su casa en Medellín, en 2017, y sin avisarle a nadie se escondió en la residencia de una amiga. Tal cual quería, sus dos vástagos entraron en pánico y reportaron la desaparición a la Fiscalía.

Durante ocho interminables días la buscaron, con el apoyo de investigadores judiciales, hasta que se dignó aparecer, satisfecha por la angustia que demostraron los muchachos. Solo así quedó convencida de que la querían.

Su estrategia, sin embargo, resulta reprochable en un país de venas abiertas como Colombia, donde hay 60.630 víctimas reportadas de desaparición forzada, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, y de apenas 8.122 se tiene información del paradero a la fecha. Por eso es que, cada vez que alguien se pierde en este terruño, los dolientes piensan que ha pasado lo peor.

Además de ese desgaste emocional, Irma contribuyó a la saturación de trabajo de los investigadores, que bien ocupados están buscando a gente que sí está desaparecida.

Frente a esta conducta, EL COLOMBIANO dialogó con agentes del Grupo de Desaparecidos del CTI Seccional Medellín, que atienden casos del Valle de Aburrá. Según su experiencia, el 90 % de los reportes de desaparición están relacionados con ciudadanos que se ausentan del hogar de manera voluntaria.

De acuerdo con la estadística oficial, los reportes por desaparición se han mantenido relativamente estables en los últimos tres años. En 2016 recepcionaron 330 casos; en 2017, 345; y en 2018 fueron 319.

De los 994 reportes en estos tres años, se logró ubicar a los perdidos en 592 casos, aunque no en todos estaban vivos. Uno de los episodios más lúgubres sucedió el pasado 30 noviembre, cuando en una fosa de El Morro, en límites de la comuna 13 con Altavista, encontraron los cadáveres de tres jóvenes que llevaban 73 días desaparecidos.

En lo que va de 2019, la entidad ha recibido 30 reportes. De esos, nueve ya fueron resueltos: un ciudadano fue hallado muerto, otro había sido víctima de un hurto por escopolamina y los siete restantes evadieron el hogar por su propia decisión.

Así pasó con una niña de 12 años, que el 23 de enero se esfumó de su casa del barrio El Playón, en Medellín. Se fue detrás de un cirquero ambulante, quien le prometió enseñarle sus trucos de magia.

Ante la alerta, los agentes del CTI enviaron volantes a las estaciones de Policía de los pueblos cercanos. Gracias a eso, los uniformados del municipio de Fredonia la localizaron el 26 de enero. En el procedimiento arrestaron al cirquero de 33 años, quien podría ser acusado de abuso sexual con menor de 14 años.

Razones para perderse

La estadística oficial precisa que de esos 994 reportes atendidos en el último trienio, 739 se referían a hombres y 255 a mujeres extraviadas; de esos grupos, 76 eran adolescentes masculinos y 106 femeninas.

Los investigadores comentan que las razones para una ausencia voluntaria son múltiples, desde las rabietas de un menor de edad conflictivo o agobiado por la pérdida de materias escolares, hasta personas que se van de juerga varios días y no le avisan a nadie.

También hay casos en los que un integrante de la familia es mendigo y sus dolientes le pierden la pista; inquilinos que se evaden para no pagar el arriendo y los propietarios del inmueble los reportan como desaparecidos, para que aparezcan a la fuerza; madres que reportan a sus hijos porque, debido al mal genio, no les contestan el teléfono; y mensajeros que fingen un secuestro para justificar la pérdida de una plata.

“Tuvimos el caso de un muchacho que puso sus propiedades a nombre de la mamá, y cuando se las reclamó, ella no quiso devolverlas. El tipo la reportó, pero ella no estaba perdida”, relata uno de los agentes.

En algunos casos, la búsqueda se vuelve de carácter nacional. En 2016, una joven de 15 años se fue de su casa en la capital antioqueña, con el propósito de encontrarse con su “yo interior”. Agarró una carpa y no le contó a nadie.

Durante dos semanas trataron de hallarla, hasta que apareció en un balneario de Caquetá, con integrantes de una secta esotérica.

¡Por lo menos avisen!

Uno de los problemas más graves del fenómeno de los ausentes voluntarios es que, cuando aparecen, la familia no lo notifica a las autoridades, bien sea por pereza o falta de pasajes para ir a la Fiscalía. Así, en la base de datos judicial sigue abierto el caso, provocando que se destinen recursos para buscar al individuo.

El personero de Medellín, Guillermo Durán Uribe, asevera que ese subregistro es alarmante. “Al Estado se le generan dos preocupaciones: por un lado, prevenir los casos de desaparición; y por el otro, en el componente de reacción, asignar recursos públicos para buscar gente que al fin de cuentas no está desaparecida”.

Para depurar esta situación, la Fiscalía instala servidores del CTI en los principales puestos de votación electoral. El año pasado “encontraron”, cuando se disponía a sufragar en los comicios de mayo, a un hombre reportado por su esposa. Se evadió dos días y al regresar le dijo a la cónyuge que “estaba en misa”.

“Pasa mucho en el mes del Amor y la Amistad, que varios maridos infieles se van todo el fin de semana y después aparecen diciendo que no recuerdan nada porque les dieron escopolamina”, acota un agente.

El secretario de Seguridad de Medellín Andrés Tobón indica que “cada vez que hay un reporte, se activan el Grupo de Desaparecidos del CTI y el Gaula de la Policía, y es un desgaste gigantesco cuando la gente no está desaparecida ni secuestrada, sino escapada”.

El gasto de recursos no ha sido cuantificado por los investigadores, pues cuando se cree que la persona salió de la ciudad, se activan mecanismos en los que participa un número indeterminado de agentes de otras poblaciones y entidades.

Tobón recuerda un hecho de agosto de 2018, cuando una joven de 15 años, al terminar la jornada escolar, huyó durante ocho días, solo porque discutió con la mamá. “Generó alarma en la ciudad y una suerte de pánico colectivo, porque una niña se había perdido a la salida de un colegio. Se activaron los protocolos de búsqueda y tuvimos mucho personal en la calle buscándola”, detalló.

Para cancelar un reporte de desaparición, se debe diligenciar un acta de supervivencia con fotos. Lo ideal sería que cada quien se acercara a la Fiscalía para hacer el trámite, pero sucede bastante que los funcionarios deben ir tras las familias para finiquitar el proceso.

El personero Durán hace un llamado a los hogares, para que fortalezcan sus lazos afectivos. Dice que “en la familia está la esencia de la sociedad, y percibimos de manera preocupante que hay violencia de pareja, abuso infantil y maltrato al adulto mayor. Hemos sabido de muchos abuelos abandonados en albergues por sus allegados”.

Ese llamado incumbe a la sociedad en general, porque mientras los investigadores se ocupan buscando a quien no quiere ser hallado, todos los días hay víctimas reales clamando socorro.

*Identidad reservada.