Antioquia

Rueditas, el gato que sacó de la tristeza a María del Mar

Un gato bebé cruelmente golpeado y por ello sin movilidad fue salvado por una joven rescatista cuando la opción parecía ser la eutanasia. La historia.

Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.

14 de noviembre de 2021

Así como la crueldad contra los animales a veces sobrepasa los límites, la compasión hacia ellos también tiene actos que suelen desbordar lo imaginable: es el caso de un gato bebé que quedó sin movilidad luego de recibir un garrotazo en su lomo y cuando el camino más viable parecía ser la eutanasia, apareció la persona que decidió mantenerlo con vida y poco a poco irle devolviendo la capacidad de desplazarse.

Los protagonistas de esta historia son Armando Rueditas (el felino) y María del Mar Restrepo, una joven auxiliar veterinaria de 28 años residente en Envigado y dueña de un refugio para gatos de nombre Matruska, ubicado en la parte alta de su municipio y el cual funciona hace 7 años.

Todo empezó cuando ella recibió una llamada desde el Chocó en la que unos conocidos le informaron que habían llegado allí a realizar unos trabajos en un inmueble y se habían topado con el animal, que llevaba dos días en el mismo lugar sin haberse movido.

“El primer día ellos lo vieron allí y no les pareció extraño, pero al otro día estaba en el mismo punto, esto les dio curiosidad, se le acercaron y vieron que no podía moverse”, cuenta María del Mar, quien al recibir el reporte no lo pensó dos veces y tomó la decisión que aunque parecía más compleja, fue la más humana y la que le dictó su corazón: decir que le trajeran el gatito, que ella iba a salvarlo.

Por su experiencia con el rescate de gatos maltratados, María sabía lo que le esperaba: no le sería fácil encargarse de un gato que no tenía movilidad y al que además de salvar de la muerte, tendría que dedicarle horas y horas, darle calidad de vida y rehabilitarlo. Parecía una misión imposible.

“Cuando llegó a mis manos sentí una conexión muy grande, el animalito despertó mi ternura, me asombró verlo tan chiquito y tan fuerte, capaz de aguantar tanto dolor, hambre, miedo, frío, y aun así ser un gato feliz, eso me conmovió y lo dejé entrar a mi mundo, y sé que debo protegerlo”.

Ya se sube a la cama

De este encuentro ha pasado un mes. Ella, por sugerencia de un amigo, lo bautizó Armando Rueditas o Rueditas y el proceso ha sido complejo pero con resultados visibles. De entrada, tras realizarle las radiografías, se detectó que la médula espinal estaba partida, por lo cual el gato no tiene movilidad en la parte trasera, aunque refleja alguna sensibilidad en las patitas. Para su caso, practicarle una cirugía quedó descartado porque puede generarle dolor y serviría más para lo estético, porque no le devolvería la caminabilidad, entonces la opción a seguir fue sesiones de terapia diarias que incluyen masajes en sus extremidades, estímulos para que orine o defeque, ya que al estar rota la médula espinal las órdenes del cerebro no llegan a esa parte del cuerpo del felino; también drenajes, baño con agua tibia y motivaciones para que se mueva.

Rueditas tiene seis meses y en el mes que lleva con María del Mar ya camina arrastrando la parte trasera, ha aprendido a subirse a la cama solo y a meterse a la gatera (casa para gatos) que ella instaló en su apartamento. Adicional, al animal se le acondicionó una silla de ruedas para facilitarle la movilidad, pero apenas está aprendiendo a adaptarse y todo indica que los resultados serán positivos. La usa solo en algunos momentos.

De todo este proceso, María del Mar ha publicado en su cuenta de Instagram (matruska cat_lovers) videos y fotos que muestran la evolución del minino, sus movimientos y sus locuras, pues la dificultad para caminar no es obstáculo para experimentar acciones osadas, como el mismo hecho de treparse a la cama.

El animal ha sido una inyección de vida para ella, que padece una enfermedad que no tiene cura y que le genera muchos sufrimientos y dolores. “Se llama Fibromalgia, me duele todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, me dan vómitos y diarreas a cualquier hora, no tiene cura y eso me causa depresión”. Y cuenta que a ella una gata rescatada años atrás le dio compañía cuando más sola se sentía.

La felina llegó a sus manos enferma de sida y el diagnóstica decía que le quedaban pocos días. Ella la adoptó como propia y la convirtió en su compañera: “dije que la iba a hacer feliz el poco tiempo que le quedaba en la vida, la puse Matruska y cuando vi que empezó a sufrir demasiado, le apliqué la eutanasia, le dije voy a acompañarte en esta transición y cuando murió entendí que esta era mi misión y lo que me iba a hacer feliz”.

Lo demás fue sencillo: dejar de trabajar en empresas y dedicarse de lleno a recibir gatos sin hogar para luego darlos en adopción.

Su madre, Patricia Ramírez, la apoya y valora lo que hace: “para ella no es un sacrificio, al contrario, es un acto de amor que le llena el alma y la hace feliz”, dice mientras su hija carga con suavidad a Rueditas, le soba la cabeza y le dice palabras cariñosas mientras él cierra los ojos. A ambos los envuelve una aureola de ternura difícil de describir con las palabras n