Antioquia

Así opera el negocio de drogas en el Barrio Antioquia

La venta de toda clase de drogas en este sector del sur de Medellín hace parte del paisaje.
El problema además es que se extiende como una plaga a los sectores vecinos.

24 de octubre de 2016

Es un secreto a voces que el Barrio Antioquia es un gigantesco centro de venta y consumo de alucinógenos, que como si se tratara de una zona neutral, las plazas de vicio pasan décadas antes de ser tocadas por autoridad alguna, que allí se consigue todo tipo de alucinógeno, se fomenta la prostitución y que hoy es el espacio escogido por los indigentes para estar cerca de las drogas, tras ser expulsados, la mayoría de ellos, del Centro de Medellín.

Ante múltiples quejas ciudadanas, EL COLOMBIANO hizo un recorrido en la zona, con visitas periódicas día y noche, durante varias semanas y, solo en sus calles, pues no se entró a los denominados “antros”, corroboró que allí la droga reina, a pesar de que hay actividades de empresas legales.

Llamó la atención que tiene tanta clientela la comercialización de alucinógenos en la carrera 65E entre calles 24 y 25, que los viernes, pasadas las 10:00 p.m., quienes hacen las veces de “campaneros” para alertar sobre la presencia de autoridades se convierten en reguladores del tráfico de carros, motos y hasta bicicletas, de gente que llega en busca de narcóticos.

Se observó la presencia de indigentes, taxistas, motociclistas, ciclistas, conductores de viejos carros y ocupantes de vehículos de alta gama, todos detrás de sustancias alucinógenas.

El fenómeno es tan complejo que en nuestro radar aparecieron ciudadanos extranjeros, incluso en grupos, consumiendo drogas y entrando a viviendas habilitadas como ollas de vicio, como si se tratara de un paquete turístico adquirido con anterioridad.

Igual que los extranjeros, menores de edad, niños y niñas, llegan allí a surtirse, o a degradar sus vidas.

Lo que se vive en esa dirección, aunque impresiona, es apenas una de las 14 plazas de vicio, puede haber más, que EL COLOMBIANO detectó en sus recorridos, tanto a la luz del día como en la noche.

Campaneros

En el barrio todo se sabe pero, por obvias razones, nada se dice, nada se ve. Habitantes del sector manifestaron que todas las calles y ollas cuentan con sistemas de campaneros que alertan a jíbaros y plazas sobre el movimiento de agentes de la Policía en los alrededores o, incluso, de intrusos que puedan llegar a hacerles competencias con drogas.

Las voces consultadas manifestaron que los expendios son manejados por combos que tienen pactos de respeto mutuo, zonificación de expendios y fronteras que deben respetarse. Para no llamar la atención de las autoridades, la ley del monte que allí parece imperar es drástica y efectiva, tanto que “acá nadie le puede fallar a nadie porque sabe a lo que se atiene”, comentó un muchacho consumido por la droga.

Presencia de autoridades

En las tres semanas de recorridos por el barrio, solo el pasado viernes se vio una patrulla en la calle 24 con la calle 65B y un retén en la calle 25 con la carrera 65C.

Por la presencia de la Policía en este sitio neurálgico, el movimiento de motos y carros se vio reducido en ese momento. Los campaneros pasaron la voz advirtiendo que estaban requisando carros y motos.

Los carros se estacionan en todos lados, aparecen lavaderos de autos y motos, tránsito de motociclistas sin cascos ni elementos de seguridad, indigentes que con sus carretas moviéndose a sus anchas de un lado para otro, ciclistas que llegan de distintos barrios “mercan” y vuelven a desaparecer con las bolsitas que reciben. Como si fuera poco, a la ilegalidad se suma la oferta de chance manual y de rifas de mercados que son promocionadas a través de megáfonos.

Es curioso ver en la calle 24 con carrera 65 C a un joven campanero que vigila allí de día y de noche y ofrece drogas, sentado en una silla plástica en la mitad de la vía.

La oferta de drogas es grande: marihuana, cocaína, cocaína rosada, heroína, anfetaminas, bazuco, éxtasis, roche y rovinool, además de mezclas que pueden resultar fatales para quien las consume.

El investigador Gustavo Duncan, docente del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de Eafit, que recorrió varias veces las calles del barrio para el libro que publicó a comienzos de 2016, Territorio, Crimen, Comunidad, Heterogeneidad del Homicidio en Medellín, manifestó que le llamó la atención que las actividades ilegales, pareciera que allí hacen parte de la cotidianidad y se nota en la camaradería y la familiaridad entre sus residentes.

“Es diferente, dijo, al resto de barrios en conflicto en Medellín donde ningún extraño puede ingresar. En el Barrio Antioquia entran compradores de drogas de todas partes y todos los estratos y lo hacen con tranquilidad, porque les garantizan seguridad. Les venden la droga, pero nadie los sale a atracar.

También le llamó la atención que es un barrio de clase media donde el que no tiene carro tiene moto. Las casas son elegantes y bien construidas en medio de calles amplias y bien asfaltadas.

Otro detalle que se observó fue que a pesar de llegar tanto habitante de calle a comprar droga, no los dejan permanecer allí y tienen que salir a montar sus cambuches en la periferia. Un habitante del barrio comentó que no hay disputa por la venta de drogas “porque es tanta la demanda, que hay plata para todos”.

Campaneros asalariados

Fernando Quijano, presidente de la Corporación para el Desarrollo Social y la Paz, Corpades, institución especializada en el análisis de estos tipos de submundos ciudadanos, comentó que gracias a un trabajo con la comunidad se determinó que en la zona trabajan 72 jóvenes como campaneros “en tres turnos y ganan al día hasta 40 mil pesos por su labor”.

Las ganancias que obtienen estas mafias son gigantescas. Ejemplo de ello es la intervención a dos casas de vicio propiedad de una mujer legendaria en el barrio, conocida como “Olga” (ya fallecida) que vendía hasta $40 millones diarios en sustancias alucinógenas, según una investigación de la Policía Metropolitana, que a comienzos del año en curso sorprendió, en un operativo trabajado por meses, a quienes actuaban en la casa y sus campaneros.

Así se puso fin a tres décadas de venta de drogas en ese sitio. Entre otros elementos, la Policía desmanteló en el lugar un santuario a “Lucifer”, ángel del mal que protegía a los suyos en el sector, pero que ese día quizás bajó la guardia y la autoridad le ganó la mano.

Corpades comprobó que estas plazas trabajan las 24 horas del día y son dominadas por la llamada “Oficina”, hoy dominada por una especie de federación de jefes, muchos de ellos no identificados.

Quijano agregó que entre los cabecillas hay algunos conocidos por las autoridades, como alias “el Ratón”, quien ha escapado a varios operativos. Hoy comanda los expendios de “Los Mellizos”, que son mandos medios que manejan plazas; alias “Mauricio”, que también maneja una plaza mayorista; “la Chaparra”, y “los Pecosos”.

Pero también figuran nombres como los combos ancestrales del Barrio Antioquia con origen en los años 80: “La Cueva”, “La 24”, “El Chispero”, “La 68” y “El Coco”.

Un habitante del barrio denunció que los cabecillas de estas bandas, algunas personas de la tercera edad, manejan una red de testaferros que les permite comprar las casas del lugar que tienen problemas con hipotecas o procesos jurídicos por no pago de impuestos.

¿Militarización?

El concejal de Medellín Jesús Aníbal Echeverri dijo que si se van a atacar las ollas de vicio en Medellín hay que intervenir el Barrio Antioquia, porque es el centro desde donde se surte a las demás plazas de la ciudad.

Esa intervención tiene que ser constante, porque se actúa en una parte y montan la plaza en otro sector. “Los operativos tienen que ser continuos y meterle Fuerza Pública. Incluso he solicitado la militarización del barrio para que haya presencia de la autoridad día y noche, comentó.

El corporado ratificó que esta problemática está afectando la convivencia de todo el sector, en especial el aledaño al aeropuerto Enrique Olaya Herrera que se está convirtiendo en un segundo espacio de ubicación de habitantes de calle después del centro de Medellín”.

En cuanto a algunos extranjeros que llegan a Medellín a consumir drogas y a mendigar favores sociales, e incluso a pedir limosna en los semáforos para comprar vicio, solicitó una pronta intervención de la Secretaría de Seguridad y de Migración Colombia para que todo cambie, porque, sino, los sacan de un sitio y se van para otro.

Labor social

El secretario de Seguridad y Convivencia de Medellín, Gustavo Villegas, afirmó que este despacho, a través de su equipo territorial y con la labor permanente de Policía de Prevención y Educación Ciudadana (Preci), adelanta una sensibilización con la comunidad educativa de Barrio.

Afirmó que esta actividad se concentra en instituciones como Santísima Trinidad, Camilo C. Restrepo y Santos Ángeles Custodios, para evitar que los estudiantes se inicien en el consumo de drogas.

Datos del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (Sisc), del 1 de enero al 17 de septiembre de 2016, en la Comuna 15 ( Guayabal) a la que pertenece el Barrio Antioquia, fueron capturadas 836 personas por el delito de tráfico, fabricación o porte de estupefacientes.

También en el mismo período, en la Comuna 15, han sido incautados 210 kilos y 472 gramos de estupefacientes como cocaína, bazuca, marihuana y heroína y 1.289 pastillas alucinógenas de roche y rovinool.

El coronel Diego Vásquez, comandante Operativo de Seguridad Ciudadana de la Policía Metropolitana, recordó que a comienzos de este año realizaron un operativo en la carrera 65A entre calles 25 y 26, que permitió desarticular los expendios de vicio de La 24 que era propiedad de una familia que lleva muchos años con esta actividad ilícita.

Comentó que en las denuncias en Línea han obtenido buenas informaciones y esperan, en compañía, de la Fiscalía, tener resultados.