Cosecha cafetera de Antioquia mermaría 40% por el clima
En el Suroeste hay sinsabor por la merma en la producción, justo cuando hay buenos precios.
Egresado de la U.P.B. Periodista del Área de Investigaciones, especializado en temas de seguridad, crimen organizado y delincuencia local y transnacional.
“Las matas le hablan a uno”, expresó el caficultor Luis Alfonso Escobar, acariciando uno de los palos de café de su finca, ubicada en la vereda Palestina, de Andes. “Con solo verlas, ya uno sabe si están enfermas o aliviadas, si tienen sed o están contentas. Esta, por ejemplo, me está diciendo que no tiene café para darme”.
Su congoja la comparten miles de caficultores del Suroeste antioqueño, pues justo en esta época de cosecha, cuando el precio internacional del grano es el más favorable de la última década, el mal clima augura una merma en la producción que oscila entre el 30% y el 40%.
El problema es visible en las 80 hectáreas sembradas que tiene la propiedad de Luis Alfonso. En condiciones normales, el relieve quebradizo que dibujan las montañas tendría que estar pintado de rojo, con los frutos maduros y en el esplendor de su florecimiento. En cambio, se aprecia un alto número de cafetales desnudos, con granos aún verdes o con su flor blancuzca sin retoñar.
Un equipo periodístico de EL COLOMBIANO recorrió varias fincas de los municipios de Andes, Jardín, Ciudad Bolívar y Betania, constatando que esta es una condición extendida en la zona.
El presagio fue confirmado por el director ejecutivo del Comité de Cafeteros de Antioquia, Álvaro Jaramillo, quien aseveró que la dicha no será completa este año, por causa de las lluvias.
De los 2.200.000 sacos que produce el departamento anualmente, se presume que se perderán, por lo menos, 880.000. Nadie se atreve a exponer un estimativo en dinero, aunque extraoficialmente algunos cafeteros hablan de pérdidas superiores a los $285.600 millones.
Cambio climático
En el parque de Andes, las abejas zumbaban entre los pocillos de café de los comensales. Mientras las apartaba con suavidad, el agrónomo Carlos Zapata explicaba a los presentes la magnitud de las afectaciones climáticas.
Recordó que en el Suroeste, a diferencia de otras regiones del país, hay dos cosechas cafeteras. La primera, conocida como “la traviesa”, ocurre entre marzo y mayo, y representa el 30% de la producción anual; la segunda, de mayor envergadura, aporta el 70% y sucede entre septiembre y noviembre.
Una mata de café requiere de ocho meses para florecer, y en ese proceso es vital el tiempo seco. La falta de agua produce en el cafeto un estrés hídrico, que impulsa a la planta a generar brotes de flor, que posteriormente se transformarán en los anhelados granos.
Pero si algo le ha faltado al 2021 han sido semanas de sol. “Este año comenzó con el fenómeno de la Niña (que venía de finales de 2020), todas esas lluvias y la nubosidad disminuyeron la radiación solar, haciendo que el patrón de floración del cultivo sea anormal”, indicó el experto.
Para rematar, la segunda temporada de lluvias se adelantó, debido a las ondas tropicales provenientes del océano Atlántico, que impactaron a los países del Caribe, de acuerdo con el Ideam.
Tanta agua tiene humedecida la tierra y por eso a las expectativas de cosecha las rondan los malos augurios. “No hay felicidad completa, este año la carga de café (125 kilos) se está vendiendo en el exterior a $1’500.000 o $1’700.000, cuando antes se tasaba en $800.000”, contó Jaramillo, añadiendo que en “la traviesa” la merma en la producción fue de 50.000 sacos en el departamento, y que en el segundo semestre tal vez se quintuplique esa pérdida, siendo optimistas.
De esta manera, justo cuando esperaban ganar más dinero, los 78.000 caficultores de Antioquia están sufriendo el rigor del cambio climático, porque “yo nunca había visto llover tanto por aquí”, tal cual dijo Luis Alfonso, después de escuchar al agrónomo Zapata y sacudirse unas abejas del antebrazo.
¿Cuál bonanza?
El Suroeste aporta el 65% de la producción cafetera de Antioquia, por lo que la cosecha del segundo semestre revitaliza toda la economía de la subregión. Uno de los fenómenos sociales más importantes es la llegada de cerca de 32.000 recolectores y andariegos procedentes de otras partes de Colombia.
Sin embargo, “todos ellos ya deberían estar aquí, y no los hemos visto. Como hay poquito café para recoger, hay personas que los llaman para que no vengan”, señaló Luis Alfonso. Actualmente emplea a 70 recolectores, la mayoría de ellos de la zona, “porque con la producción mermada es probable que la recojamos toda con la gente de por aquí”.
El impacto en las finanzas de los andariegos podría ser devastador, teniendo en cuenta que apenas tienen dos cosechas anuales para obtener su sustento.
Germán Ochoa, un pequeño caficultor de Andes, quien le da trabajo a 14 recolectores en su finca (la mitad de ellos andariegos), indicó que en promedio se les pagan $800 pesos por un kilo recogido. Si al día agarran 100 kilos, se pueden ganar $80.000, es decir, $400.000 semanales (de lunes a viernes); pero sin las floraciones en apogeo, es difícil que alcancen esa cifra.
“El hecho de que tengamos el café a buen precio, no quiere decir que estemos en bonanza, la producción está mermada y los insumos son más caros”, acotó Germán. Esto último es una de las quejas más constantes de los empresarios del campo.
La pandemia de la covid-19, aunada a los bloqueos de vías del primer semestre en el marco del Paro Nacional, dispararon los precios de varios insumos, como los fertilizantes y plaguicidas, y a pesar de la que Nación se ha venido estabilizando, esos valores permanecen por las nubes.
“Por aquí todavía no se ve la reactivación económica. Un bulto de fertilizante que antes costaba $83.000, ahora vale $135.000. Todas esas cosas son importadas”, recalcó Germán.
Por si esto fuera poco, “las vías no colaboran”, manifestó Jaime Marín, sirviendo un exótico vino de café en su predio turístico del Alto de las Flores, en Jardín.
Con los farallones del Citará como telón de fondo para la conversación, afirmó que “la vía Medellín – Jardín está acabada, aquí siempre llegan los turistas quejándose porque se les reventó una llanta del carro o se fueron a un hueco”.
Por los aguaceros y la caída de rocas, en estos momentos hay paso restringido a un carril en el sector La Huesera, en el municipio de Amagá; y en el sitio El Pedral, de Hispania, según la Seccional de Tránsito de la Policía.
Este asunto no solo desestimula la llegada de visitantes, sino que incrementa los tiempos de transporte de los insumos y cargamentos del grano en el Suroeste.
Aún así, el veterano caficultor Alberto Echeverry, de 76 años, invitó a los miembros del gremio a no caer en el pánico. “Es verdad que la producción está retrasada, pero tampoco hay que crear malas expectativas. Que los andariegos vengan, que seguro aquí habrá mucha cosa por hacer”, dijo.
Alberto heredó de su padre el amor por el café, y prueba de ello son las 23 hectáreas y 120.000 palos que tiene sembrados en su propiedad de la vereda La Primavera, en Betania, a un lado del río Tapartó.
Uno de los sitios más apreciados de su finca hotel Los Arrayanes, es un pequeño museo del café, que él consiente como una niña querida. En él exhibe tostadoras, trilladoras y cuadros antiguos que sin duda atestiguaron tiempos peores, por lo que las lluvias no lo amedrentan.
Por eso aseveró: “Nacimos dentro de los cafetales, y entre el café vamos a sobrevivir”.