Una Villa Hermosa que surgió en las laderas de Medellín
En el oriente de Medellín se formó, con planeación y urbanismo, uno de los primeros barrios de la ciudad.
Periodista con sueños de historiadora. Apasionada por la Medellín antigua, su memoria visual y sus relatos.
Hernando Ledezma y Francisco Jaramillo pasan la mañana en una de las bancas del parque de Villa Hermosa, comuna 8, oriente de Medellín. El sol empieza a tomar fuerza, pero la sombra de los árboles altos permite que los residentes del barrio disfruten un poco más de este espacio, antes de retomar labores o que el calor del medio día los lleve a buscar otras sombras.
Aunque ambos llevan bastante tiempo viviendo en el barrio, es Pacho, como mejor conocen a Francisco, quien tiene en su memoria los recuerdos más vivos sobre las transformaciones de este territorio.
Cuando se le pregunta por la historia de estas calles, cambia su posición e incluso su tono de voz y tras unos segundos de silencio, comienza a relatar historias de hace 25 años o más, época en la que llegó a vivir a esta ladera.
Un crecimiento planeado
El primer nombre que se le escucha es don Carlos Vásquez Latorre. “Él era el dueño de todas estas tierras. Es el mismo de los edificios gemelos vecinos de La Alpujarra. Con el paso del tiempo comenzaron a vender su finca parte por parte, hasta que el donó el espacio para el actual parque y la Parrroquia, La Sagrada Familia”, recordó.
Precisamente, la población de esta parte de la ciudad se dio en el época en que empresas públicas y privadas asumieron roles de urbanizadores y construyeron casas tanto para sus obreros como para cualquier ciudadano.
Así lo reseñan las antropólogas Natalia Quiceno y Ana María Muñoz, en su tesis Comuna 8. Memoria y Territorio: “En Villa Hermosa una de las principales urbanizaciones fue la de Manuel J. Álvarez (1855-1925) y en la Ladera, barrio vecino, la de la Sociedad de Urbanización Mutuaria”.
El agua fue otro elemento fundamental en la ocupación del barrio, pues en 1943, fue situada en Villa Hermosa, la primera planta de purificación, la cual aún funciona y abastece gran parte del servicio en el valle de Aburrá.
El colegio Francisco Antonio Uribe, que fuera el primero del barrio, la Escuela Normal para varones, así como los diferentes espacios religiosos que allí reposan, se suman a la lista de referentes de este barrio, el cual sus habitantes describen como un lugar “para descansar”.
En Villa Hermosa también está el batallón militar Atanasio Girardot y en su barrio vecino, el parque biblioteca León de Greiff, espacio en el que antes existió la cárcel La Ladera, construida por Agustín Goovaerts y de la cual hoy quedan un par de columnas.
Parque de bares
Pero si de hablar de historia se trata, basta con desviarse un poco del parque, por la calle 40 en dirección al batallón militar y visitar la casa de Olga Henao.
“Allí, en la esquina donde está el negocio de pollos, estaba uno de los mejores café bares del barrio: ‘El Turquestán”, coinciden Pacho y Ledezma, mientras señalan un local de llamativos colores rojo, blanco y amarillo.
El Turquestán era administrado por Antonio Henao González, padre de Olga y, según ella recuerda, “era un lugar muy sano. Cuando él llegó al lugar, era muy rústico, pero no le cambió ni siquiera el nombre y así estuvo a su cargo durante 50 años”.
El bar abría de 9:00 de la mañana hasta la media noche, y así los días pasaban entre tintos, jugadas de billar y algunos tragos.
“Cuando podíamos entrar, pues por esa época las mujeres no podíamos frecuentar esos espacios, mi papá nos daba moneditas a mis hermanos y a mí, las gastábamos en progamar la música con los vinilos”, agregó Henao.
Junto al Turquestán existían cuatro y cinco bares más. Quizás de aquellos de antaño, el único que queda, aunque en otro local, es El indio. Los demás, o cambiaron de negocio o desaparecieron, dando paso a otros locales más diversos y modernos.
La vocación comercial es uno de los aspectos que más se destaca del parque principal y en su vía de acceso: rutas de transporte, heladerías, supermercados, panaderías, tiendas y de todo un poco más, habitan ahora la centralidad del barrio, “es como El Hueco, pero más pequeño y más cerca”, comenta con algo de gracia, Nora Hernández, una de las transeúntes del día.
Para pasar la vida
El sol de medio día ya se hace sentir, el comercio sigue y la gente se mueve con él.
Ledezma se levanta de la banca y se aleja sin despedirse, pues sería en vano, sabe que en la tarde vuelve a seguir pasando la vida y los días en este mismo espacio, mientras “conversar e intentan arreglar la ciudad”.
El encuentro en el parque no falla, asegura Pacho, pues para eso fue hecho este lugar en el que ahora confluyen deportistas. “Para eso se hizo este barrio, para habitarlo y descansar y eso es lo que pedimos que no se pierda, la esencia de la Villa Hermosa”.