Antioquia

Monseñor Noel Londoño, el cura más rebelde del país, cumplió 10 años de misión en Jericó

Monseñor Noel Londoño habla de su misión en el Suroeste y su inusual labor como pastor de la Iglesia.

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

02 de septiembre de 2023

El obispo de Jericó, monseñor Noel Antonio Londoño Buitrago, no tiene problemas en admitir que es un sacerdote rebelde. Y esa rebeldía lo ha llevado a librar una de las pugnas más duras del país en los últimos años haciéndole contrapeso en un álgido debate minero a la poderosa AngloGold Ashanti, que pretende abrir la mina de cobre Quebradona, proyecto que la Anla archivó en 2021 al hallar vacíos técnicos y graves riesgos contra el medio ambiente. Lo visitamos en Jericó y nos habló largo y tendido sobre sus 10 años al frente de la Diócesis y su particular visión en la que confluyen la fe católica, la ciencia y la conservación del medio ambiente.

Monseñor, el último de la larga lista de pleitos que usted ha librado aquí ocurrió en enero. El alcalde de Jericó, David Toro; el Concejo y el grupo ProJericó le escribieron al nuncio en duros términos para quejarse sobre usted. ¿Qué pasó con ese tema?

“Le mandan carta al nuncio, monseñor Luis Mariano Montemayor, en la que me acusan de no prestarme al diálogo y de mentir. Yo me encuentro con el nuncio en Bogotá y me dice, ‘¿usted qué opina?’. Le cuento que detrás está la minera que se vio en ese momento regañada por el Estado, por el presidente Petro, entonces le exigió al alcalde, al Concejo y ProJericó, a quienes les ha dado plata, que salieran a respaldarlos y a señalarme.

Entonces me dice que él como nuncio no puede responderle a entidades públicas, que eso debió tramitarse vía Ministerio de Relaciones Exteriores. Así que el tema quedará ahí. Que le responderá a ProJericó, solamente. Y charlando me pregunta, ‘bueno, ¿y cuál es la dichosa empresa’. Le digo que AngloGold Ashanti y ahí mismo abrió los ojos. Entonces me contó que él estuvo cuatro años en el Congo donde se ha documentado la vinculación de AngloGold con el genocidio que ocurrió allí en los 90. (Lo ha hecho, entre otras, Human Rights Watch). Yo estuve en Ghana, tierra del antiguo imperio de la etnia Ashanti del cual la empresa tomó el nombre y donde compró la mina más grande de oro. En 2011 se ganó el premio a la peor empresa para el medio ambiente. Por eso jamás pensé que me los iba a encontrar en Jericó. En este país le esculcan los antecedentes a cualquier persona para darle trabajo, pero a una empresa que ha cometido semejantes barbaridades le abrieron la puerta de par en par en el afán de la locomotora minera”.

¿Su oposición es solo a AngloGold o está en contra del extractivismo en general?

“Claro que es necesaria la minería, la usamos en la cotidianidad. Pero el Código Minero en Colombia es ilegítimo y por eso tenemos empresas como AngloGold, que llegan mintiéndoles a los campesinos, los engañan para hacer sus exploraciones y siguen como si nada. Eso está documentado, no me estoy inventando nada. Pero la culpa no la tiene solo la empresa, también la tiene el Estado. Por ejemplo, la actuación de la Secretaría de Minas de Antioquia (tiene delegación minera) ha sido burda y vergonzosa. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que el 97% de Caramanta está bajo títulos mineros? Eso es un escándalo. La Secretaría de Minas ha presionado a los alcaldes para ratificar concesiones que ya estaban. Antioquia es el departamento más concesionado (22% del territorio total tiene títulos mineros con corte a 2021). Si usted va a la Defensoría del Pueblo y pide el mapa de títulos mineros se da cuenta de que casi todo Antioquia está entregado o en proceso de ser entregado. Y yo me pregunto, ¿el Estado tiene cómo garantizar que en esta entrega de su territorio hay legalidad, que no hay despojo a las personas, ni daños irreversibles al medio ambiente ni corrupción?”.

¿Cree que por eso el Gobierno le quitó potestad a la Gobernación en asuntos mineros?

“Es que Aníbal Gaviria ha sido un gobernador absolutamente prominero. No hay que olvidar que su familia ha vivido de la mina en Carmen de Atrato toda la vida (mantienen el 5% de las acciones)”.

¿En estos 10 años la Iglesia no le ha pedido que modere el tono?

“Pero es que yo me he preguntado, ‘¿bueno y cuál es mi tono? Mire: cuando llegué hace 10 años a esta diócesis las personas me abordaban, me decían, ‘monseñor, estamos inquietos con el tema de la minera, no tenemos información acerca de si el proyecto es bueno o malo’. Entonces me puse a estudiar; iba a cuanto debate y espacio en universidades con las grandes autoridades en la materia en el país, a foros, incluso a los mismos espacios que promovía la empresa. Lo que señala la evidencia científica es que la formación geológica de esta parte del Suroeste no es antigua y no es sólida. Por eso no soportaría las perforaciones que pretende hacer AngloGold.

“Entonces la evidencia ha ido acorralando a la minera que ha tenido que ir reconociendo los impactos que ocultaba y negaba. Ya aceptaron, por ejemplo, que el proyecto causará una subsidencia, un hundimiento de la montaña que tendría un área de un kilómetro y una profundidad de 500 metros y que podría provocar una tragedia incalculable contra el río Cauca y los ecosistemas. La conclusión de la Anla sobre los devastadores impactos al medio ambiente, el agua, de este proyecto, que la llevó a archivar la solicitud de licencia ambiental en 2021 es contundente. Es la ciencia la que advierte los daños del proyecto de AngloGold en el Suroeste.

“Por eso han intentado cambiar la narrativa y lograr ganar con presiones la llamada licencia social. En esa carta le decían al nuncio que yo mentía al asegurar que ellos habían recibido plata. Yo le pregunto al alcalde, qué hace una minera que no tiene licencia para explotar y por lo tanto no genera regalías financiando programas de la alcaldía, sabiendo los profundos conflictos que hay en torno a la empresa y al proyecto. ¿Eso es ético? Que me demuestren que no han recibido plata y que me demuestren que yo me he negado al diálogo. Existen decenas de actas de reuniones a las que asistí. Le voy a contar una anécdota: yo me reuní muchas veces con altos directivos de AngloGold. Pero la última vez que vinieron los recibí y me dicen, ‘monseñor, le tenemos una propuesta excelente. Vamos a construir la catedral de cobre en la mina para que compita con la Catedral de Sal de Zipaquirá y vamos a crear el museo de cobre de Santa Laura Montoya’. Yo, iluminado por el Espíritu Santo, inmediatamente les dije ‘señores, los acompaño a la puerta’. Es así como han actuado, poniendo precios”.

Monseñor, ¿usted siempre ha sido un sacerdote rebelde o asumió ese rol por la circunstancia que se encontró en Jericó?

“Yo soy misionero redentorista y no dependemos directamente del obispado. Somos muy de estar entre la gente, ir, ver, hablar. De pronto por eso tenemos la boca más zafada. Yo estuve en Putumayo hace más de 40 años y presencié cómo el Estado le entregó a las petroleras enormes territorios para explotar. Y yo veía unas villas lujosas en medio de la selva de estas empresas y veía cómo instalaron chimeneas que quemaban gas día y noche y al lado los nativos seguían cocinando con leña. En las mañanas, veía cientos de animales muertos al lado de las chimeneas de gas que llegaban deslumbrados por la luz y terminaban quemados. Yo veía todas esas cosas y me inquietaba mucho, me preguntaba, ¿así deben ser las cosas?, ¿quién vigila?, ¿cómo controla esto el Estado?’ En ese momento no se hablaba ni siquiera de cambio climático ni deforestación. Luego estuve en Chocó y por diversas experiencias conocí cómo los nativos asociaban a las minas, su trabajo en las minas, con oscuridad, maldad y ruina, a pesar de extraer riquezas enormes. Y siempre quise entender el por qué y no simplemente asumir que tanta miseria física y espiritual en medio de tanta riqueza material era algo normal. Luego llegué acá y asumí la responsabilidad de tomar posición, apoyado en la evidencia porque consideré justo que no le metieran los dedos a la boca a la gente”.

Usted ha defendido que jamás ha utilizado el púlpito para pronunciarse sobre el proyecto minero. ¿Cómo ha vinculado su labor como pastor de la Iglesia y su convicción por la defensa del medio ambiente?

“Estando acá me convencí de algo y es que el clero no sabe qué significa ecología porque nunca se lo han enseñado. Entonces a los actuales seminaristas y a los últimos que se han ordenado yo personalmente les he dirigido una materia que se llama ecoteología a partir de la encíclica del Papa Francisco, Laudato sí’”.

¿De qué trata la ecoteología?

“Hay una nueva interpretación de la Biblia. Durante siglos se interpretó que las escrituras decían que Dios creó la Tierra y luego al Hombre para aprovechar como quisiera la Tierra. El Papa en Laudato Sí dice, un momentico, ahí no dice eso sino que Dios entregó la Naturaleza al cuidado del Hombre y todo cuanto tiene: campos para cultivar y minerales para extraer deben aprovecharse bajo la obligación de que la Tierra se preserve.

Esa nueva interpretación se encuentra con la ciencia. Entonces el resultado del ejercicio teológico es llevarnos a responder y actuar frente a asuntos concretos: qué hacer para combatir la contaminación por plástico, cómo enfrentamos el cambio climático”.

¿Y la Iglesia Católica sí va hacia esa dirección?

“Está un poco quedada. Que yo sepa soy el único que dicta en seminario curso obligatorio de ecoteología. En abril de este año, la última vez que estuve en el Dicasterio en Roma (organismos especializados de la Curia romana) me preguntaron por la ecoteología que enseño y les interesó. Me pidieron entregar este septiembre el texto que los sustenta. Lo debo entregar al regresar a Roma aprovechando que recibí una invitación de la Universidad de Tubinga en Alemania (una de las más antiguas de Europa y reconocida por los aportes en los campos de la ciencia, la medicina y la teología). Es un encuentro con cinco jóvenes líderes ambientales de América Latina y yo que estaré como representante de la Iglesia Católica. Viajo el 11 de septiembre a Santiago de Compostela, luego a Roma donde esperamos tener una audiencia breve con el Papa. De ahí a Bruselas a la Conferencia Episcopal Europea y luego a Tubinga. Ahí contaremos nuestra experiencia y los procesos de aquí del Suroeste”.

Hablemos un poquito de política. ¿Usted qué piensa del Gobierno Petro? ¿Sí cree que puede materializar esa visión que tiene de lucha contra la crisis climática y conservación del medio ambiente?

“Creo que hasta ahora esperábamos más. Pero las realizaciones han sido muy desacertadas. Creo que comparte con Duque lo mal asesorados que han estado... Ese cambio de ministros, por ejemplo, ¿dónde queda la planificación?

¿Y lo del Distrito Agroecológico que piensa ejecutar en el Suroeste lo ve necesario y viable?

“Creo que sí, pero eso no es hablando desde Bogotá sino sentándose a organizarlo con todos los sectores productivos”.

Monseñor, ¿el retiro está cerca?

“Dentro de un año. Cuando un obispo cumple los 75 años envía la carta de renuncia. Espero escribirla en diciembre”.

¿Y qué piensa hacer, se va a quedar en Suroeste?

“Lo primero es abandonar el territorio para que el nuevo obispo adelante su labor. Y segundo, continuar con la labor misionera. Cuando los diocesanos de otras órdenes terminan su ciclo buscan una vida de retiro estable. Yo, como soy misionero redendorista sé que el día que me vaya tengo arrimadero en 570 casas en el mundo de la comunidad donde me pueden prestar una pieza y donde pueda defenderme con el idioma”.

¿Cuántos idiomas domina?

“Yo no domino ni la propia lengua que me pone a hablar de más (risas). Pero viajar (ha hecho labor en 50 países) me ha obligado a manejar varios idiomas. Me defiendo en portugués, italiano, inglés, francés, alguna base de alemán. Entonces... bueno, creo que hay mucha labor todavía por hacer en el mundo”.

¿Y no va a extrañar Suroeste?

“Sí, se generan apegos espirituales. Pero la vocación misionera ayuda a esos desprendimientos. Yo llevaba 12 años trabajando en Roma, era director del Instituto Histórico cuando me llamaron para ir a Buga como rector de la Basílica Menor del Señor de los Milagros (2005 a 2010), que era una misión muy diferente y muy compleja. Pero siempre he estado listo a empezar de nuevo, a aprender qué se puede hacer, qué se puede proponer, cómo salirme de los cánones y aquí en Jericó sí que lo pude aplicar. Al menos entre lo que se pudo hacer”.