Las imágenes más antiguas de Antioquia vuelven a las calles de Santa Fe
Esta Semana Santa vuelven a salir los monumentos con más historia del departamento. Esta es su historia.
Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.
A Santa Fe de Antioquia la fundaron dos veces. La primera, en 1541, donde ahora es Peque; el hambre y el asedio de los aborígenes acabaron con la incipiente ciudad, que fue refundada por Jorge Robledo, el Mariscal, en 1546, donde está hoy. Por muchos años fue una villa sitiada, en medio de un clima agreste y muchas veces hostil.
Pero, como toda ciudad española del Nuevo Mundo, encontró siempre la tranquilidad en la fe y el culto católico. Y así ha sido hasta hoy, que se cumplen 481 años de su fundación y 451 desde la primera Semana Santa.
En la ciudad de Antiochia —como fue llamada en un comienzo— hay unos habitantes particulares, llegados desde el remoto siglo XVI. A pesar de los años, de que la ciudad dejó de ser capital de Antioquia (1826), de la globalización y el crecimiento de nuevos cultos, siguen siendo tan populares como a su llegada.
Uno de esos habitantes centenarios es Nuestra Señora de las Angustias, una figura en madera policromada que transmite una tristeza insondable. María tiene la mirada fija en los ojos de su hijo; Jesús yace sobre su regazo, semidesnudo, con la herida abierta bajo sus costillas. Sus rodillas están amoratadas, consecuencia de las caídas y el sufrimiento.
La imagen, procedente de Andalucía, llegó a Santa Fe de Antioquia en 1746. No cuesta mucho imaginar su llegada, río Magdalena arriba, para luego ser traída, por caminos de herradura, a las orillas del Cauca. Pero desde su primera aparición, como todas las imágenes, las Angustias ha tenido siempre su fiel custodio.
Las imágenes religiosas de Santa Fe de Antioquia son cuidadas por un mayordomo, una persona de entera confianza que se encarga de su mantenimiento y su ornamentación. La mayordomo de Nuestra Señora de las Angustias es Rebeca Martínez, una mujer mayor que la tiene bajo su cuidado desde 1982, cuando heredó la mayordomía de su padre.
Desde entonces, cada año, antes de Semana Santa, prepara la imagen con los cargueros. Detallándola, dice: “La gente ya no sabe de esto, pero esta imagen está bendita. Por eso se saca en las estaciones. Con esta imagen, aunque muchos no sepan, se ganan indulgencias. Está bendita, se lo aseguro”.
Ayer, Rebeca se encargaba de la ornamentación de Nuestra Señora, de que sus luces quedaran bien dispuestas para salir a la calle en la noche.
En esa misma labor se encontraba Jorge Maya, un hombre joven, de pocas palabras, austero. Jorge es mayordomo de la imagen de San Juan desde 2019.
Sobre sus hombros, literalmente, pesa la responsabilidad de llevar la imagen que llegó a Santa Fe en el siglo XVIII, pero que no precisa una fecha exacta.
La imagen representa al “discípulo amado” de pie, con rostro severo. Jorge explica que, si bien la imagen solo sale en Semana Santa, su vida gira en torno a ella los 365 días. “Es lo más importante que tengo en mi vida, junto con Dios y mi familia”, dice.
Para este año, Jorge y su cofradía, que se reúne en torno a San Juan, decidieron vestirlo con una túnica dorada y una capa verde esmeralda. “Estamos felices de poder salir otra vez con la imagen. Fueron dos años de pandemia que se pasaron muy largos, pero al fin estamos de nuevo con ganas de salir a la calle”, remata Jorge.
El San Juan, como casi todas las 36 imágenes que hay en Santa Fe de Antioquia, es pesada, muy difícil de mover. Para cargarla en las procesiones se necesitan seis personas bien alentadas, por lo menos.
La cofradía del San Juan reúne a unos 20 santafereños, muchos de ellos jóvenes, que se disputan una de las andas para cargar al santo.
Es una actividad que no ha perdido la vigencia y sigue siendo tan cotizada como en el siglo XIX. “Hay muchos celos por ocupar uno de esos barrotes. Todos quieren estar ahí”, se le escucha a alguien que rodea a las imágenes.
Lucila Velásquez, la mayordomo del Cristo Caído, está ansiosa porque su imagen estrene la ropa que le compraron hace dos años, pero que no pudieron exhibir por la pandemia. El monumento del que está a cargo llegó a Santa Fe de Antioquia en 1888, traído por don Juan Martínez Villa. Es obra del escultor Octavio Vicent Cortina.
Su historia tiene un tinte particular. Muchos años estuvo en la banca, a la sombra del Cristo Caído más antiguo que tenía Santa Fe, arribado en 1745. Pero en 1970, un incendio, que coincidió con la llegada de un obispo al pueblo, devoró a la vieja imagen.
Nada pudo hacerse para salvarla del fuego, ni la presencia del distinguido obispo.
Desde entonces, el Cristo Caído que ahora regenta Lucila es el titular en Semana Santa. Este año estrena su nueva vestimenta, de tela italiana, conseguida especialmente para ataviarlo. “Nosotros adoramos al Señor Caído. Entre todas recogemos plata para las flores, para adornarlo, porque es muy importante para nosotros. No sacarlo en la pandemia era muy triste. Qué pesar, decíamos”, comenta Lucila.
Y es que este año la Semana Santa tiene tintes especiales. Iván Darío Borja, presidente de la Corporación de Semana Santa de Santa Fe de Antioquia, cuenta que este año se llegó “con mucha fuerza más”. Lo explica: “La fe está viva en todos, más fuerte este año. Que todas las tristezas de la pandemia, que se nos llevó a sahumadoras y cargueros, se conviertan en alegría este año”.
Entre las novedades está que los 12 Apóstoles, que no salían hace 26 años por falta de mayordomos y de mantenimiento, salieron el Domingo de Ramos y saldrán el Domingo de Resurrección. También desfilará el Cristo del Calvario, con una nueva imagen, que desde hace años no salía.
El Viernes Santo se sacará a La Dolorosa, cosa que nunca había pasado. “Esto hace que la gente quiera venir a esta ciudad, porque no tenemos solo procesiones, sino ceremonias muy solemnes. Este año hemos tenido la Semana Santa más concurrida, creemos, en los últimos 20 años. Todo el mundo se tocó después de la pandemia”, concluye Iván Darío