En Envigado se venden memorias
Estas tiendas de antigüedades ofrecen cachivaches y artículos de otras épocas. Recórralas con nosotros.
Lectora sin remedio y contadora de historias. En general, diletante. Periodista de El Colombiano.
Al parecer, las bacinillas de peltre, esas que las abuelas o bisabuelas solían tener debajo de la cama, están de moda como materos. Los moldes de madera para hacer zapatos también son ideales para poner como decoración sobre las mesas, y las chocolateras de bronce, aunque tengan huequitos o estén un poco ahumadas, son los floreros más buscados en los últimos años.
Así lo explican los dueños de las tiendas de antigüedades del barrio Mesa, en Envigado, sector que está a dos cuadras del parque principal del municipio. En estos pequeños locales, que se ven más diminutos aún por la cantidad de mercancía que guardan, empieza la nueva vida de muchos objetos que han caído en desuso. Aquí, esas cosas que muchas veces se consideran como basura terminan convirtiéndose en tesoros.
La Twittercrónica visitó dos de los locales de la zona para conocer más sobre este nostálgico “comercio de lo obsoleto”.
La Telaraña
Calle 38 Sur # 37-36
Son las nueve de la mañana y Norberto Calle Restrepo, un exfarmaceuta que hace casi 20 años fundó La Telaraña, la primera tienda de antigüedades del barrio Mesa, está listo para iniciar sus labores y atender a los clientes. Lo acompañan sus dos colaboradores, Hildebrando Cano y Carlos Benjumea.
Mientras unos barren y limpian la exhibición, otros contestan el teléfono y van mirando qué muebles van a reparar durante el día. Este pequeño equipo de trabajo hace que La Telaraña sea una de las tiendas más reconocidas de Envigado, incluso de Medellín.
“¡No digás la palabra ‘inventario’ que yo no sé qué es eso!” vocifera Norberto al escuchar la pregunta de cuántos objetos tiene ese día en el local. Y es que al entrar se ven tantas cosas colgadas y apiladas, que dan la sensación de que no hay un solo rincón vacío. Las paredes y el techo parecen hechas de cientos de objetos, en lugar de cemento y de tejas.
La llegada de Norberto al mundo del coleccionismo fue casi una casualidad. Durante 32 años fue dueño de una droguería en Donmatías, en el Norte antioqueño. Allí, de a poco, fue comprando ollas antiguas y otros cacharros para decorar su local, que se fue convirtiendo en ‘farmacia-anticuario’ y que, finalmente, decidió vender para regresar a su casa en Envigado.
“Quise cambiar de vida y como era bueno negociando estos artículos me aventuré a abrir La Telaraña, bautizado así por mi hijo Hamilton”, recuerda este hombre de 68 años.
Entre los objetos más vendidos de La Telaraña están unas mesas que se conocen como “tocineras o cocineras”, de madera, que eran típicas en las cocinas de las abuelas paisas. Son un poco más grandes que un escritorio pero también tienen uno o varios cajones. Los productos de Coca Cola, el arte religioso y en general los muebles antiguos son la sensación.
Entre sus tesoros de la semana, porque su mercancía siempre rota, está un escaparate enorme de más de 100 años y una registradora con decenas de botones de colores, que podría tener unos 80. En La Telaraña usted puede encontrar de todo, hasta objetos que no se sabe para qué se usaban pero que son bonitos y una bañera rosada que lleva buscando hogar por casi dos décadas.
El Tigre
Calle 38 sur # 37-51
A la vuelta de la esquina de La Telaraña está este pequeño local, nombrado así en honor al apodo de su dueño Omar Villalba Zuluaga. Aquí en lugar de tener un letrero con las palabras “el” y “tigre” hay uno de esos felinos pintados en la parte superior de la puerta. Toda la fachada tiene un colorido paisaje dibujado, en la ventana hay una enorme pintura colgada y en el andén hay otro cuadro más pequeño, de arte japonés.
Desde hace cuatro años El Tigre abrió sus puertas a los envigadeños. Aquí trabajan de domingo a domingo todos los días del año, excepto uno: “yo no abro el primero de enero porque me da pena”, dice entre risas Omar. En esta tienda puede comprar un acetato o un cassette por mil pesos, encuentra cámaras fotográficas análogas, radios, despertadores, juguetes, máquinas de escribir, muebles y objetos curiosos.
Cuenta Omar “El Tigre”, que toda su vida fue comerciante, que durante 30 años trabajó en prenderías y que de ahí salió su talento para reconocer cuáles objetos tienen valor y cuáles no. También explica que el negocio lo montó con solo 200 mil pesos y que está convencido de que “en la basura está la plata”.
Entre sus anécdotas más curiosas, Omar recuerda que en diciembre pasado compró un cuadro por 20 mil pesos y lo vendió por 120 mil. Cuando creyó que había hecho el negocio de su vida, el comprador le explicó que se trataba de una obra de Enrique Grau que podría costar unos seis mil dólares. “Escriba en el artículo que todavía estoy llorando por eso”, dice insistente.
Al acercarse el mediodía, las tiendas de antigüedades del sector siguen atendiendo a los curiosos que pasan y ven algo que les llama la atención, un objeto que probablemente les recuerde su infancia o a algún ser querido. Aquí no solo se venden cosas sino también memorias.