Nordeste, Norte, Bajo Cauca y el Magdalena Medio también dicen presente con sus Ecoescuelas
En Nechí los niños han dejado de cazar chigüiros y cambiaron su mentalidad gracias a la educación que han recibido.
Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.
Las Ecoescuelas se han diseminado por el departamento y han llegado hasta el Bajo Cauca, la zona de Antioquia bañada por el Nechí y el Cauca, ríos que arrastran una riqueza áurea, pero también natural. En esa subregión está la Institución Educativa Rural Trinidad, del corregimiento las Flores, en Nechí. Este es el último municipio de Antioquia, el único del departamento sobre la región de La Mojana. La comunidad se ha dado cuenta de la importancia de ese territorio tan particular, ese espacio en el que las aguas convergen y abundan los peces y las aves.
El docente William Salgado, el encargado de la Ecoescuela, narra emocionado que la caza de Chigüiros y otras especies ha disminuido. Esa era una práctica muy arraigada que, aunque no se ha erradicado, se ha logrado menguar. “Lo más sorprendente es que ya las ardillas, iguanas, aves silvestres y otras especies llegan a las casas de las Flores y no las matan, sino que las cuidan; sus principales masacradores eran niños y jóvenes que hoy, gracias a Dios, hacen parte de nuestra Ecoescuela”, cuenta el profe.
Pero no solo los animales se han beneficiado del cambio. El profe explica que las fuentes hídricas ya no se contaminan con los residuos que generan los miembros de la comunidad de las Flores. Gracias al trabajo casa a casa que realizan los Guardianes de la Naturaleza y los jóvenes del Club Ambiental Florecista, Paflor, la contaminación ha disminuido en un 55% en la boca del río Nechí y la Laguna Madre de Dios, asegura el profesor.
Unos kilómetros al suroriente, también en el Bajo Cauca, está la profesora Ana Judith Vallejo Mesa, quien junto con la comunidad educativa del corregimiento El Guarumo, en Cáceres, es la abanderada de la Ecoescuela. Ana atraviesa diariamente el caudaloso río Cauca para llevar sus enseñanzas a los estudiantes que habitan este pequeño y encantador lugar que es también ejemplo de resiliencia, pues su escuela fue arrasada hace unos años por el río y se vieron obligados a empezar de cero en instalaciones improvisadas que se han fortalecido.
A este territorio ha llegado el bienestar en forma de donaciones, los estudiantes han recibido sillas, pintura, equipos tecnológicos, pantallas y otros elementos para el proceso formativo, que gracias a la mediación de Corantioquia y a la responsabilidad social de las empresas se ha llevado a feliz término. En los últimos días la profe recibió un reconocimiento, el premio Maestros y Maestras para la Vida 2023 que entrega la Gobernación.
Viajando hacia el norte, ya subiendo la cordillera Central, está la escuela La Estrella, sede El Cerro, en Gómez Plata. Allí, como en tantas otras Ecoescuelas, la comunidad se moviliza sin necesidad de ser convocada por los profesores. “Vemos madres y padres empoderados de su escuela, llegan sin necesidad de ser llamados a organizar el jardín y sembrar la huerta, estamos vendiendo ya nuestros productos. En las casas se está aplicando lo aprendido en cada taller que ha llevado Corantioquia”, cuenta Leidy Vanesa Saldarriaga, docente líder de esta Ecoescuela.
La corresponsabilidad ha sido fundamental para lograr el embellecimiento del espacio, mejorar la infraestructura física de la institución y aplicar los principios de la economía circular para comercializar las cosechas de la huerta gracias a una producción limpia y orientada por profesionales de hogares ecológicos de Corantioquia.
La iniciativa también ha llegado hasta el extremo más oriental de Antioquia. Junto al Magdalena, al frente de Barrancabermeja, está Yondó. Es un pueblo caluroso, de gente amable, en la vereda la Orquídea encontramos la Ecoescuela Caño Don Juan. La profe Omaira Jaramillo Cadavid puso todo su empeño en conseguir el programa para su escuela y lo logró.
“Gracias Corantioquia por enamorarnos de Ecoescuelas, nuestra rectora Ana Cristina Romero postuló la Institución y juntos logramos traer el proyecto y estamos tejiendo territorio”, dice la profe Omaira.
Con las capacitaciones que han recibido en el territorio, reconocen la importancia de la siembra: “Debemos sembrar vida para atacar la deforestación, la tala de árboles, las quemas. Con la articulación de los programas que trae consigo Ecoescuelas hemos aprendido a elaborar jabones, a cuidar las fuentes hídricas, la fauna silvestre, desde que llegó el programa ya no quiero irme de aquí, porque estamos dejando un legado, que ojalá se continúe y perdure en el tiempo. Es emocionante ver la disposición de los niños y niñas que hacen parte de Guardianes de la Naturaleza”.
Los encuentros de formación que lidera Corantioquia han permitido además el reencuentro de los docentes y reafirmar su sentido de pertenencia. Omaira finaliza haciendo énfasis: “entregamos parte de nuestro tiempo con pasión y vocación porque reconocemos la importancia de cuidar el patrimonio ambiental y de integrar a la comunidad para que juntos nos movilicemos en favor del entorno”.
La semilla de la esperanza de tener un planeta mejor está sembrada también en el Nordeste gracias a la Ecoescuela sede Las Blancas, ubicada en la vereda el Hormiguero en Yolombó. Niños y adultos trabajan para crear conciencia ambiental en todos los que rodean la escuela que hace parte de la Institución Educativa Rural Villanueva.
Luz Dary Ochoa Taborda es la docente que ha liderado este proceso, una aliada de Corantioquia que resalta lo valioso que ha sido para el territorio que haya llegado Ecoescuelas a su vereda. Cuando se le pregunta a la profe si considera importante que esta iniciativa perdure en el tiempo, su respuesta es enérgica, segura: “de pronto me vuelvo reiterativa, pero lo más importante es la conciencia ambiental que se viene trabajando por parte de Corantioquia, sin dejar de lado la inversión en la planta física de las Ecosecuelas, una transformación muy positiva que favorece la calidad educativa de nuestras niñas y niños al tener un ambiente más agradable y acogedor”.
El programa de Ecoescuelas recién comienza, pero los resultados saltan a la vista, con la educación ambiental que entrega Corantioquia se ha consolidado territorios sostenibles y llenos de vida. Ana Ligia Mora Martínez, directora de Corantioquia, comparte un mensaje para que el programa se perpetúe en el tiempo. “El llamado es a que la Gobernación lo blinde, que la próxima administración lo continúe, no importa si se le cambia el nombre, lo que debe permanecer es este legado”.
La intención de la directora es que Ecoescuelas se fortalezca por el bienestar de la población, por la construcción de comunidades resilientes, para seguir adaptándonos de la mejor manera a la realidad climática y que con buenas prácticas se aporte a la mitigación del riesgo de forma oportuna, a través de la apropiación del territorio.
“Lo más importante es que sigamos articulados y volcados hacia el cuidado del patrimonio ambiental con el corazón”. Concluye la directora.