Antioquia

En riesgo, la vida del líder de Belén, Julio Rengifo

La delincuencia está ofreciendo $100 millones por ver muerto al reconocido defensor de derechos humanos de Belén.

Periodista y politólogo en formación. Aprendo a escribir y, a veces, hablo sobre política.

01 de agosto de 2022

Aunque Julio César Rengifo lidia con obstáculos para ejercer su liderazgo en Belén desde 2016, no se ha dejado silenciar por los violentos. Acompañado por el esquema de seguridad que le proporcionó la Unidad Nacional de Protección, aún visita la comuna de donde fue desplazado, a la fuerza, hace seis años.

En este tiempo, las amenazas han sido pan de cada día, pero solo en dos veces han ofrecido plata para verlo muerto. La segunda vez fue hace 15 días: $100 millones pesan hoy sobre sus hombros.

Ese fue el monto que, según la Corporación Jurídica Libertad y la organización Human Rights International —de las cuales hace parte Julio—, ofrecieron por él los grupos delincuenciales Los Pájaros y Los Chivos, luego de la captura de uno de los cabecillas de esta última el 29 de junio. Se trató de Hugo Armando Suaza Ramírez, alias Hugo Pájaro, quien ya había sido condenado en 2013 por delitos que lo relacionaban con esta estructura.

“Debido a esta situación se incrementaron las amenazas contra Julio César (...). Esta estructura viene ofreciendo más de 100 millones de pesos por la cabeza del líder y defensor de derechos humanos, lo cual pone en peligro su vida y dignidad. Pedimos proteger su vida y la de los demás integrantes de estas organizaciones”, le pidieron el 21 de julio a través de una carta al presidente Iván Duque.

El miedo ante las amenazas conocidas a través de audios y fuentes humanas no tiene límites, dice Julio. Desde un cuarto piso, creyendo pasar desapercibido ante quienes ofrecen plata por su vida, describe la zozobra de cargar con una lápida.

Julio, de 53 años, es uno de los líderes que más identifican en la comuna 16. Su carrera en los ejercicios sociales comenzó hace 33 años, cuando él aún no proyectaba que se convertiría en defensor de desvalidos e injusticias. “Dios me encomendó este quehacer, de ser un líder y defensor. Mi vida, desde los 20 años, ha girado en torno a esto”.

Nada más en 2016, Julio tuvo que salir de su casa en Altavista, cuando el corregimiento vivió uno de los momentos más violentos de su historia. “Yo ya había recibido amenazas de Los Chivos y Los Pájaros. Varios de sus cabecillas ya habían dado la orden de buscarme y las intimidaciones ya habían llegado por varios medios”, le dijo a este diario ese año.

Desde entonces, su liderazgo se transformó. Pasó de las calles a los teléfonos, y ahora viaja por chats de WhatsApp y mensajes de correo electrónico. Desde una oficina de pocos metros cuadrados coordina eventos y formación de líderes. A Belén va, todavía, pero solo a la parte baja. Por la periferia no puede aparecerse. Sería firmar, por anticipado, su sentencia de muerte.

“Igual, cuando voy, tengo el esquema de la UNP y acompañamiento de unos cinco o seis policías por mi situación de riesgo. Pero todo se limita mucho”.

Además de cuidarse a sí mismo, debe evitar poner en riesgo a los líderes que trabajan en llave con él. No se puede sentar a compartir un “fresco” o un “mecato” con ellos porque los tildarían de informantes. “Muchos, por mi situación, han dejado de hablar conmigo. Les da miedo, se cohíben. Algunos ni me pasan al teléfono”.

El ajetreo de la vida que eligió, o que como él dice le trazó Dios, cambió hace 15 días. Se enteró, por conocidos de Belén y varios audios que le llegaron, que estaban pagando una millonada a quien diera con su paradero y lograra quitarle la vida. “Que me quieren ver muerto, que me quieren picar, que por hablar tanta ‘mierda’ me voy a hacer matar”, es lo que se escucha en los mensajes.

Carlos Arcila, par de Julio en la defensa de derechos humanos, cuenta que las denuncias que han hecho ante las autoridades por la operación de grupos delincuenciales en el suroccidente de la ciudad condujo a que estos se rebotaran y pidieran de nuevo la cabeza de Julio. En menos de un mes, la extorsiones y vacunas en la zona se dispararon y ellos así lo reportaron.

Esas denuncias, además de los más de diez procesos judiciales que llevan desde la Corporación Jurídica del Derecho en contra de integrantes del Clan del Golfo y Los Chivos —organización que trabaja con Los Mesa, de Bello, y rinden cuentas al liderazgo de alias El Montañero—, los “calentaron”. Pero ese es su trabajo, dice. Y seguirán haciéndolo.

Piden, eso sí, que el apoyo a su labor no se reduzca a los esquemas de protección. Que la institucionalidad los arrope, públicamente, como una manera de salvaguardar su integridad. Porque aunque su liderazgo mantiene vivos muchos procesos en Belén y otros puntos de la ciudad, vidas como la de Julio quedan totalmente trastocadas; arrinconadas a una oficina y una casa difíciles de ubicar.

“Los mismos bandidos que me han querido picar y luego han ido a la cárcel, me llaman para que los ayude, para que no les falte nada a sus familias”, dice. Quizá sea cuestión de vocación cargar una cruz tan pesada.