Los encantos que tiene La Playa de Medellín
Una sola calle del Centro le puede enseñar más de la ciudad. Le contamos qué hay para ver.
Periodista. Amo viajar, leer y hacer preguntas. Me dejo envolver por las historias.
A Magola le gusta caminar “sobre las aguas” y lo hace cada día en el Centro de Medellín. 40 de sus 61 años los ha pasado caminando, dos veces al día, por la Avenida La Playa, ese techo de asfalto que Medellín se inventó para la quebrada Santa Elena, cuando ésta aún era considerada un obstáculo para crecer hacia el norte.
Esta mujer, vendedora de fritos, lleva recorriendo por años la misma ruta: baja por La Playa, desde el Teatro Pablo Tobón Uribe hasta la Avenida Oriental, donde dobla a la derecha para perderse entre otras calles.
“Esta es la calle más bonita del Centro, porque es la que más se parece a mi infancia, aunque la quebrada ya no se ve”, dice.
Esa quebrada, que alguna vez se llamó Aná, luego Aguasal y a la que algunos llamaron “la Loca” —por los estragos que causaba en mayo, durante las lluvias—, fue por mucho tiempo un obstáculo para que la ciudad creciera hacia el norte. Tal vez por eso llegó a tener 20 puentes en menos de 10 kilómetros.
De río a calle
Hasta 1925, La Playa era el pasaje de moda. “Tuvo quintas majestuosas y señoriales, juegos de agua, jardines y arboledas a la vista (...) Era el lugar obligado para las caminatas, giras y paseos de las gentes elegantes del cogollo”, relata Tomás Carrasquilla, en su libro “Álbum de Medellín”.
Entre 1925 y 1941 los árboles y el agua fueron desapareciendo debajo del cemento.
Uno de los pocos sobrevivientes es una ceiba, donde varios transeúntes se resguardan del Sol de agosto. Según Mauricio Jaramillo Vásquez, ingeniero forestal e investigador, la ceiba es el árbol más viejo de Medellín y fue sembrado hace 199 años por Gabriel Echeverri Escobar, constructor y comerciante.
Magola ve el árbol todos los días pero no conocía su historia, como tampoco conoce la de su lugar favorito: la Casa Barrientos. “¿Dígame si esa no es la casa más bonita que ha visto en su vida? Yo creo que tiene más de 100 años. ¿No le gustaría vivir ahí?”, pregunta entre risas.
Los cálculos de la mujer no están tan desfasados. El escritor Néstor Armando Álzate cuenta en su libro “La Bella Villa” que la casa fue diseñada hace 123 años en un lote de 921 metros, por el famoso arquitecto Carlos Carré, por encargo de don José Lorenzo Posada y se hizo famosa por las enormes arañas de cristal de baccarat que colgaban de sus techos, además de los vitrales coloridos y de diseños atrevidos.
La familia Barrientos Uribe la compró en 1925 y fue habitada hasta 1983. Después la maleza trató de tragársela y casi lo logra, de no ser porque en 2007 fue restaurada y convertida en sala de lectura infantil.
De vuelta a los orígenes
En los últimos cinco años, gracias a esfuerzos de entidades públicas y privadas, el pase de La Playa —entre el Teatro Pablo Tobón y la Avenida Oriental— ha vuelto a ser atractivo turístico.
Desde 2014, el teatro Pablo Tobón Uribe empezó a llevar parte de su programación a la calle y en 2015 lideró la iniciativa Días de Playa, con la que la calle se llenó de arena y sombrillas, libros, artistas y música; y de nuevo fue un escenario para los paseos.
En diciembre, EPM decora la calle con luces y el paseo también se vuelve protagonista de la Navidad. “Las luces son como estrellas, así se debe ver una playa de verdad”, dice Magola, que no conoce el mar .