Acoso a profesora de astronomía reaviva denuncias y tiene empapelada a la Universidad de Antioquia
Por lo menos ocho bloques están llenos de carteles con mensajes sobre denuncias. Directivos aseguran que tienen en marcha el protocolo con el que cuentan para atender las quejas, pero otras personas consideran que su aplicación no es del todo eficiente.
Periodista del Área Metro.
La carta en la que la profesora de astronomía de la Universidad de Antioquia, Lauren Flor Torres, narró el presunto acoso y hostigamiento que ha sufrido hace un año por un estudiante de esa carrera puso en el debate público la persistencia de violencias basadas en género en la institución y un llamado a que se agilice la atención de las denuncias, se fortalezcan los protocolos para brindar garantías a las víctimas y haya acciones de prevención más contundentes.
El pasado 21 de mayo, la docente publicó un documento de cinco páginas en el que narró la angustia, la impotencia y el constante miedo con el que vive por los riesgos que corre y que ha sustentado con distintas pruebas y testimonios de quienes han visto el acoso o aseguran haber sido también víctimas del mismo estudiante.
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“He buscado motivar a muchas otras mujeres a que entren a la carrera, pero con qué tranquilidad lo hago si va a haber un problema tan aterrador para su seguridad y para su integridad”, dijo la docente. Según su relato, todo empezó con ataques del hombre en redes sociales, enfocados en demeritar su trabajo profesional y sus logros académicos —entre otras cosas es doctora en astrofísica y divulgadora científica—. Inicialmente, las colegas que intentaron defenderla terminaron como ella, acosadas o denigradas en su trabajo.
Bloquear la cuenta en redes no fue la solución. Por el contrario, la violencia escaló y llegó a los espacios físicos en los que ella interactuaba: salones, pasillos, oficinas y eventos en lugares distintos a la universidad, incluso en Bogotá. La profesora asegura que hasta esos sitios ha ido a grabarla y tomarles fotos a ella y a sus estudiantes, que luego publicaba con comentarios insultantes.
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De hecho, empezó a referirse a ella con palabras soeces, comentarios con tinte misógino y amenazas que han trascendido a algunos de sus colegas y alumnos que la han apoyado con acciones tan protectoras —pero en cierto modo indignantes— como acompañarla al parqueadero de la misma universidad, porque caminar sola es un riesgo; o sea, no puede transitar tranquila ni segura en el lugar donde pasa gran parte de sus días y donde ha demostrado a pulso que construyó con esfuerzo una carrera que parece ser el foco de las agresiones del hombre.
Hace cuatro meses, Lauren radicó una queja en la Unidad de Asuntos Disciplinarios (UAD), en el Equipo 3 que, como explicó el vicerrector general de la U. de A., Elmer Gaviria Rivera, se encarga de forma exclusiva de atender denuncias por violencias basadas en género. Lauren afirmó que apenas un par de días atrás le notificaron que se abrió una averiguación preliminar a su caso, que podría tomar hasta 18 meses en ser resuelto.
Marcela Ochoa Galeano, directora de Bienestar Universitario, dijo que por ley se pueden tomar este tiempo mientras se surten trámites, como la recolección de pruebas y las declaraciones libres de las partes, pero que si las cosas se dan pueden tener una respuesta mucho antes.
Aquí lo más sorprendente es que en otro equipo de asuntos disciplinarios, el presunto agresor presentó el 9 de abril pasado una queja contra Lauren por supuestas calumnias y discriminación, y menos de un mes después, la UAD abrió una investigación disciplinaria contra ella.
El vicerrector dijo que han acompañado a Lauren con la queja disciplinaria y la denuncia en Fiscalía, bajo los procesos que establecen los mismos protocolos vigentes. Entre algunas acciones de protección se le han brindado garantías para que pueda desarrollar sus actividades temporalmente desde la casa y, así, no tenga que enfrentarse o ver al presunto agresor. Las críticas no se han hecho esperar porque no debería ser la víctima la que se prive de ir al campus.
Ochoa Galeano aclaró que inicialmente al estudiante se le prohibió matricularse en cursos o espacios académicos liderados por Lauren, pero que luego se le ofreció teletrabajar para protegerla, porque “lo que se siguió observando fue que esta persona seguía violentando a la profesora”.
Lo cierto es que este hecho ha causado cuando menos indignación y en los pasillos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, a donde pertenece Lauren, las paredes, las puertas y hasta los techos están llenos de carteles y pancartas con múltiples denuncias sobre otros casos de acoso que se han reportado y que, aseguraron varias fuentes, no han tenido solución ni avances tras ser denunciados en las instancias disciplinarias de la U.
No se trata de un caso aislado
Los estudiantes han tenido varias asambleas en las que se habla en voz alta de los casos, algunos con nombre propio de los presuntos agresores, entre los que se mencionan también profesores. Y resurgieron denuncias de violencias basadas en género, incluido el acoso sexual, con el común denominador de que son pocos los avances y los presuntos victimarios se siguen paseando por los corredores o concurriendo a las aulas como si nada.
Este medio conoció otros testimonios. Uno de ellos es el de una estudiante de pregrado, quien pidió proteger su identidad, que ha tenido que seguir viendo a un compañero al que señala de acoso sexual y hasta de haber intentado ingresar por la fuerza a su propia casa en una ocasión. Cuando la situación se hizo insostenible, la joven presentó la queja en una asamblea multiestamentaria y después activaron la ruta violeta, que brinda atención y acompañamiento a víctimas de estos hechos, y el Equipo 3 asumió la investigación.
Los obstáculos para que se haga justicia en su caso han sido más que los avances reales y la estudiante aseguró sentirse revictimizada y vivir con secuelas psicológicas y hasta académicas, pues tuvo que sacrificar su asistencia a una clase solo porque el presunto agresor se matriculó en la misma. Y sigue temiendo que pase lo mismo en el semestre que viene. “Me he visto muy afectada por esta situación, el proceso mío ha estado muy entorpecido y las opciones que me han brindado han sido revictimizantes”, señaló la estudiante.
Su testimonio libre en el proceso disciplinario y el de por lo menos seis testigos que confirman el acoso no han tenido el efecto esperado. Su compañero está a punto de graduarse, con lo cual la sanción que pueda aplicarse es mínima en comparación con la que tendría si se da siendo aún estudiante de la universidad.
Hace un mes, la víctima envió un correo electrónico a Decanatura y Vicedecanatura de Ciencias Exactas y al Equipo Violeta para solicitar garantías en su proceso, pero esta es la hora en que ni siquiera le han contestado. Y entonces debe vivir con el temor por seguir sacrificando su aprendizaje a costa de no encontrarse en la institución con su acosador.
El otro caso, del que muchos estudiantes hablan en los pasillos, es el de una estudiante de posgrado que estaba en una salida académica con un profesor de la facultad, quien presuntamente la agredió sexualmente. Han pasado nueve meses del hecho, que también puso en conocimiento de la UAD, pero tampoco ha habido avances y el presunto abusador sexual sigue en la institución.
“Lo perdí todo, la paz, la tranquilidad, las ganas de estudiar, las ganas de hacer ciencia, las ganas de vivir, y hoy rompo el silencio, hoy recupero mi voz y la levanto para que ninguna tenga que pasar por lo que yo pasé”, escribió la víctima el pasado 19 de abril.
Y, como si fuera poco, también se conoció el caso de otro docente de pregrado que carga no con una ni dos ni tres, sino con por lo menos 20 señalamientos de acoso sexual. Inicialmente, según relatos, la universidad le impuso como medida que dictara clases virtuales, pero hace unas semanas regresó a la presencialidad, lo que ha ocasionado una ola de indignación.
Los nombres de los dos profesores abundan en los carteles que han pegado en protesta en los últimos días en casi ocho bloques de la universidad, incluido el administrativo.
Ante esto, el vicerrector acotó que en la U. de A. no se están incrementando los casos de acosos y violencias basadas en género, sino que justamente los protocolos que existen permiten que haya más quejas y denuncias. Esto ha llevado a tomar la decisión de fortalecer con más personas equipos como el 3, para “tratar de dar una respuesta temprana y efectiva y eficaz frente a esas denuncias y el proceso que se debe llevar”.
Desde 2019, cuando se puso en marcha el actual protocolo, hasta el 31 de diciembre de 2023, se registraron 508 casos de violencias basadas en género. En lo que va corrido de 2024 se han atendido otros 100. Al respecto, el vicerrector aclaró que estos casos incluyen tanto los que ocurren dentro de la universidad o en ejercicio de su misionalidad, como aquellos que ocurren en espacios externos, como por ejemplo los hogares.
Por su lado, José David Ruiz, representante de los profesores en el Comité de Género de la Facultad e integrante de la Comisión de Género de la Asamblea de Profesores de la Universidad, aseguró que ha acompañado a varias víctimas de estos hechos, entre ellas a la estudiante de posgrado que sufrió la agresión sexual y a Lauren, de cuyo acosador él mismo ha sido víctima por defenderla.
En su consideración, el momento que vive la facultad, y en general la universidad, requiere una atención urgente ante hechos como el de Lauren, que dejan en evidencia un riesgo latente de que ella o alguien de su círculo sufran una agresión física o de otro tipo.
Pero además, lo que están revelando con las protestas son el síntoma de que esto es un problema que implica acciones más contundentes, pues opina que las medidas de atención institucionales son insuficientes ante la gravedad de los hechos, pese a las buenas intenciones y la voluntad de escucharlos y hacer algo. “Hay muchos casos de los que yo me he enterado que no tienen denuncia. A muchas mujeres les da miedo denunciar”, agregó.
Ayer, el docente presentó una denuncia en Fiscalía en contra del presunto acosador de Lauren, quien ya registra otros procesos penales en su contra como se evidencia en la página de la Rama Judicial. Y otros casos también están en manos de las autoridades. Por lo pronto, en la Facultad de Ciencias Exactas seguirán exigiendo acciones institucionales contundentes y presionando para que las sanciones lleguen a tiempo y se acabe el silencio de otros docentes y personal administrativo, que califican de “cómplice”.
Mientras que los agresores se siguen escudando en demandas por injuria, daños al buen nombre, discriminación o vulneración al derecho a trabajar, los estudiantes, profesores y otros miembros de la universidad seguirán alzando la voz para que los casos no queden en la impunidad.
La U. de A. cuenta con un protocolo para estos casos desde 2019
La ruta establecida para estos casos en la universidad incluye dos componentes. El primero es de atención integral, que ofrece la asesoría psicojurídica por parte de duplas de psicólogas y abogadas especialistas en enfoque de género. En este primer paso se activan las rutas necesarias, como presentar una denuncia en Fiscalía, recibir atención psicosocial especial u otro tipo de medida, como ingresar a un hogar de acogida temporal.
La ruta incluye representación técnica de las víctimas en los procesos penales y en los disciplinarios, abogados o estudiantes del consultorio jurídico de la U llevan los procesos. El segundo componente de la ruta es el de investigación y sanción, cuando el presunto agresor hace parte de la comunidad universitaria, que es el que se remite a la UAD.