Hace tres años, tras un sinnúmero de mensajes intercambiados, reuniones de acercamientos y seis meses de encuentros exploratorios, Colombia y el mundo se enteraron de una noticia esperada por más de 10 años: el Gobierno y las Farc buscarían —una vez más—, una salida negociada al conflicto armado.
El 18 de noviembre de 2012 en La Habana, acompañados de Cuba y Noruega como países garantes; y Venezuela y Chile como acompañantes, Gobierno y guerrilla mostraron un documento que sería la guía para el desarrollo de las conversaciones y fue llamado Acuerdo General de La Habana.
Este documento, con seis puntos a discutir (Política de Desarrollo Agrario, Participación Política, Fin del Conflicto, Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, Víctimas y la Implementación, Verificación y refrendación) marcaría los ritmos de la agenda, y el primero presupuestado fue que en un año se debería tener firmado el acuerdo final.
Es así como en diciembre de 2012 el presidente Juan Manuel Santos expresó: “lo único que pido es que aquí se necesita paciencia, vamos a ver si se cumple o no el objetivo. Cada cierto tiempo vamos a ver los avances, 50 años de conflicto no se arreglan en poco tiempo. Esto debe durar no más allá de noviembre del año entrante (2013)”.
Un año después, volvió a presentarse una prórroga y la constante fue que mientras el Gobierno exigía a los negociadores “avanzar rápidamente”, las Farc insistían en que una negociación para terminar con 50 años de hostilidades no puede ceñirse a tiempos.
“Nos atenemos a lo que acordamos. Ahí no hay meses, ahí se dice vamos a demorarnos el tiempo que sea necesario: si nos demoramos tres meses, excelente; si nos demoramos tres años, excelente. Nosotros no le apostamos a fechas fatales”, indicó en aquella ocasión “Marcos Calarcá”, integrante de la mesa de negociación de las Farc.
Tiempos distintos
Tres años después del inicio de las negociaciones en Cuba, los tiempos de la mesa parecen ser distintos para Gobierno y Farc, por lo menos así lo revelan las declaraciones de ambas delegaciones.
El pasado 14 de noviembre, Santos indicó: “la paz es imparable, ese tren ya va, aprovechémosla, colguemos más vagones para que todos unidos podamos ir avanzando. Para Colombia es realmente el punto de inflexión que nos despejaría nuestro futuro y nuestra competitividad”.
Así mismo, el jefe de Estado al indicar que “hemos avanzado como nunca antes, ya tenemos tres de los cinco puntos de la agenda acordados, tenemos dos que se han empezado a negociar”, el mensaje más contundente enviado a los colombianos fue el que en marzo 23 de 2016 se llegaría a la firma del acuerdo final.
Sin embargo, las tensiones de los últimos días en la mesa expresadas por el máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”, dejaron en claro que la firma del acuerdo “no está a la vuelta de la esquina”.
“Hoy nos preocupa que del lado del Gobierno prospere un cierto propósito de ralentizar, de complicar el progreso en los acuerdos. El lento ritmo impuesto en la mesa y las subcomisiones da mucho qué pensar. Se volvieron frecuentes los aplazamientos, los pretextos y las disculpas para no cumplir los ciclos y las sesiones del modo esperado”, expresó el jefe guerrillero.
A su vez, el jefe negociador de la guerrilla, “Iván Márquez”, indicó que “el proceso de paz atraviesa un tramo de dificultades que deben ser resueltas de inmediato para garantizar su progreso”.
Por esta razón, los delegados guerrilleros han manifestado en varias oportunidades que ante la sensación de una paz a punto de lograrse, es necesario no crear falsas expectativas que pueden provocar una “frustración” en el país.
¿Sí hay dos tiempos?
Los tiempos de la negociación son para Vicenç Fisas, analista de conflictos armados y director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad de Barcelona, un asunto enmarcado en los tiempos normales de cualquier negociación, pero al compararlos con otros 34 procesos de paz en el mundo, las frecuencias de las rondas de los diálogos entre Gobierno y Farc son las más aceleradas.
No obstante, aseguró el especialista, el plazo de la firma del acuerdo final no debe sacralizarse, “y es más sensato plantear que quizás lo podamos celebrar en las Navidades del 2016. Será el gran regalo de fin de año”.
Fisas hace su observación basado en que hay temas como el de víctimas, justicia, verdad y reparación que siguen pendientes, son complejos y necesitarán más tiempo para llegar a un acuerdo.
Esos tiempos diferentes están marcados por presiones no solo para el Gobierno sino también para las Farc.
El consultor político independiente, Juan Carlos Palau, insistió en que estas presiones del Gobierno están basadas en razones electorales, y en condiciones en las que los colombianos exigen resultados, “ahí radica la presión desde la oficialidad para avanzar en la firma de los acuerdos”.
Del lado de la guerrilla, aseveró Palau, si bien les conviene un tiempo más extenso de negociación para preparar su llegada a la vida civil, el tiempo comienza a pasarles cuenta de cobro, y más aún con un cese unilateral de por medio, “pues para la guerrilla es difícil mantener sus tropas en la inoperancia o evitando combates con las autoridades”.
El 23 de septiembre pasado, Gobierno y Farc anunciaron que en seis meses se firmaría el acuerdo final. Entre lo pactado en la mesa, se prometió que el país refrendaría los acuerdos y por esto el mecanismo escogido sería el plebiscito, aprobado anoche por las comisiones primeras de Senado y Cámara, y con las Farc en contra de este por considerarlo una decisión unilateral.
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plenipotenciarios integran cada una de las delegaciones negociadoras.
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procesos judiciales adelanta la Fiscalía contra guerrilleros de las Farc.