Algunos ven la poesía como un género literario inaccesible, complejo de leer y que, en ocasiones, habla de cosas tan abstractas que de una forma u otra se alejan de aquello que vivimos de forma usual en el día a día.
Este sábado comienza el Festival Internacional de poesía de Medellín, que llega a su edición número 26, y uno de los retos de este y todos los años y de todos los festivales del mundo es, precisamente, acercar la poesía a quienes la ven como más distante.
La poesía hace uso de figuras literarias como el epíteto, la anáfora o la metáfora que la pueden hacer más abstracta, es cierto, pero eso no quiere decir que ese sea el caso siempre. Hay numerosos poemas que uno podría usar —porque hacen mención directa del hecho o como analogía— en situaciones cotidianas como terminar o volver con la pareja o renunciar al trabajo, por decir algunos.
Aunque en la poesía la interpretación juega un papel importante, podría decirse que, por ejemplo, “Recuerda cuerpo” del poeta griego Constantino Cavafis puede servir para pedirle a una expareja que regrese. Un fragmento del texto dice: “Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado, / no solo los lechos en que te acostaste, / sino también aquellos deseos que por ti / brillaban en los ojos manifiestamente, / y temblaban en la voz; y algún / obstáculo casual los hizo vanos”.
El estadounidense Charles Bukowski dedica algunas de sus líneas a otros hechos con los que uno podría relacionarse con facilidad, como estar atorado en el tráfico. En “Los afortunados” el poeta describe la molesta sensación de estar en la autopista a las seis de la tarde en una fila interminable de vehículos, la lluvia cae, hay un carril obstruido por un carro varado y uno acaba de salir del trabajo.
El texto termina diciendo: “de repente tengo la necesidad de gritar / mientras otra pared de agua cae y / el hombre en la radio dice que habrá un 70 por ciento de probabilidades / de aguaceros mañana en la noche”.
Parte de esa inaccesibilidad de la poesía radica en que es un género donde, para algunos, el humor no tiene mucha cabida. Pero si usted quisiera, por ejemplo, declararle su amor a una mujer que se siente fea (la belleza es subjetiva, recuerde) podría decirle las líneas que Luis Alberto Arango, el librero de Palinuro, ideó y autopublicó en un libro del 2012: “Amo a las feas / (¿Quién ha dicho no / a las bonitas?) / Pero / las feas / son preciosas: / Te miran a ti, / no al espejo”.