Todo se desgasta y llega a su fin. Y a Rosetta, esa nave que partió de la tierra en pos del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko para estudiarlo y aterrizarle una sonda, le llegó su hora. Es que le quedan pocas fuerzas.
Hoy dejó de funcionar (hacia las 6 de la mañana). Terminó en un descenso controlado sobre ese cuerpo, residuo de la formación de nuestro Sistema Solar, objeto que sigue de cerca desde hace 25 meses y antes de expirar enviará información de interés sobre el descenso.
Esta misión de la Agencia Espacial Europea fue lanzada en 2004. Tras una serie de empujones gravitaciones de Marte (una vez) y la Tierra (dos veces), la nave se situó en órbita del cometa en agosto de 2014, siendo la primera en hacerlo.
Luego de seguir al cometa más de dos meses, enviando datos para escoger el mejor sitio para el cumplimiento de la segunda etapa, en noviembre de su ‘barriga’ salió Philae, una sonda del tamaño de una lavadora, que debía anclarse a la superficie del cometa para estudiarlo durante casi tres días, hasta agotar sus baterías.
Pero Philae no logró asirse y dio dos botes, dedujeron los científicos, hasta quedar perdida, fuera de vista. Pero se convirtió en el primer aparato humano sobre un cometa.
Pese al inconveniente, transmitió alrededor de 60 horas de manera interrumpida. Y pese a dos años de esfuerzos para ubicarlo, solo en unas fotografías tomadas el 2 de septiembre pasado, fue avistado recostado sobre un desfiladero.
La Agencia reveló las razones para finalizar la misión: el cometa y la nave cada vez se alejan más del Sol, recibiendo menos energía para operar; sus instrumentos han envejecido por el ambiente hostil recibiendo polvo y material del cometa y en el acercamiento al Sol; y entrará en conjunción, detrás del Sol, hecho que dificulta las comunicaciones.
La maniobra final tardará unos 20 minutos. Luego seguirá el silencio mientras 67P se sumerge en las profundidades del Sistema Solar.
¡Buen viaje, Rosetta!.