Es el cerebro, a través de sus múltiples sensores, lo que le da color y sabor a lo que percibe. ”Si las puertas de la percepción se abrieran, todo aparecería al hombre como es, infinito”, reza el poema de William Blake, uno de los poetas malditos. Esto, para las neurociencias dice el biólogo argentino y estudioso del cerebro de los animales Diego Golombek, puede interpretarse de forma casi precisa como que el mundo no existe, lo que existe es lo que los sentidos le dicen al cerebro.
Los humanos percibimos, reaccionamos y pensamos con una gran cantidad de neuronas conectadas al mundo exterior y, hasta ahora, ningún estudio ha demostrado que recibamos o procesamos información con otras capacidades que no sea nuestro sistema nervioso. La percepción extra-sensorial sigue siendo un mito sin fundamento.
Pero lo que percibimos se extiende mucho más allá de nuestra comprensión cotidiana de los cinco sentidos más conocidos: vista, olfato, gusto, oído y tacto.
Henry Castillo, psicólogo y doctor en neurociencia cognitiva y CEO de Neuromind, señala que tenemos 13 órganos sensoriales (ver Glosario): “además de los cinco tradicionales tenemos detectores para presión en piel, dolor, temperatura y sensores kinestésicos, que tienen que ver con posición de los músculos en el cuerpo; entre otros...”
Por ejemplo, el sentido del tacto es en realidad una variedad de sensaciones distintas causadas por neuronas con un propósito especial. El toque ligero, la presión, el erotismo, la vibración, temperatura y dolor son el resultado de células sensoriales con distintos ajustes, agrega Golombek.
Los humanos también poseen una gran cantidad de otros sentidos menos obvios. Existen receptores cinestésicos específicos para detectar estiramientos en músculos y tendones, lo que ayuda al cuerpo humano a realizar un seguimiento de sus extremidades. Otros receptores están sintonizados con los cambios en la orientación de la cabeza, manteniendo el equilibrio.
Aciertos y ocultos engaños
Aunque los cinco sentidos básicos parecen funcionar independientemente como cinco modos distintos de percibir el mundo. En realidad, colaboran estrechamente para permitir que la mente comprenda mejor su entorno. A esto se le llama percepción crosmodal, dice Castillo.
Un ejemplo conocido de que el significado es una entidad plástica que moldeamos y reformamos mediante experiencias perceptivas es el fenómeno que se hizo viral en redes sociales y se conoció como The dress o El vestido.
En febrero de 2015 una madre escocesa le pidió opinión a su hija, próxima a casarse, por su vestido para la boda. Ya que no podían ponerse de acuerdo en si el vestido era blanco con franjas doradas o azul con franjas negras, lo publicaron en Tumblr iniciando una ola de comentarios que, sin darse cuenta, suscitó una conversación global sobre la subjetividad de la percepción.
Hay una verdad o realidad objetiva, pero el cerebro no da acceso a ella. El fenómeno The Dress puso en una conversación pública, no solo cómo funciona la percepción, sino por qué es tan importante para nosotros e ilustró la naturaleza contraintuitiva de nuestro cerebro.
Si viéramos el mundo como realmente es, entonces las cosas que son iguales deberían parecer iguales. Del mismo modo, las cosas que son diferentes deben verse diferentes para todos.
Partiendo de que, según Yohan John , PhD en Sistemas Cognitivos y Neuronales de la Universidad de Boston, el cerebro recibe señales del mundo exterior y de los órganos internos, “sí recibimos toda la información de los sentidos”.
No obstante percibir la luz no es tan sencillo como parece, a pesar de que quienes tienen esta capacidad lo hacen cada milisegundo de vigilia. Castillo recuerda que el sistema visual humano solo tiene la capacidad de ver menos del 10 % del espectro visible.
Los miles de millones de células y sus interconexiones dedicadas a él son evidencia de su dificultad. Los humanos confían en esta habilidad perceptiva para tomar decisiones instintivas que sirven a medida que se avanza por el mundo. The Dress, entonces, permitió adentrarse en la idea de que solo porque sentimos la luz, no necesariamente vemos la realidad de ella. Esto puede probarse a través de varios juegos mentales como el Efecto Stroop (ver ayuda), este evidencia cómo la parte derecha de su cerebro intenta decir el color pero la parte izquierda insiste en leer la palabra. Estas son trampas de los sentidos. Según Golombek, aquí el cerebro está intentando combinar dos áreas: la del lenguaje y la de la percepción de los colores.
La mayoría de las personas asume que vemos el mundo con precisión como realmente es. Sin embargo, esto depende más de la construcción del planeta que hemos creado y de cómo nuestro cerebro evolucionó para buscar formas de sobrevivir.
Por esto los neurocientíficos explican que, en esencia, el cerebro trabaja con distribuciones estadísticas. Por lo tanto, su historia de experiencias crea una base de datos de percepciones útiles del pasado y como nueva información fluye constantemente y su cerebro la está integrando también con frecuencia, es esta distribución estadística la que crea su próxima percepción.
¿Puede entonces verse el sonido o escucharse la temperatura? Tal vez sí, y esto tiene que ver con que los sentidos no son unimodales: no necesariamente un estímulo impacta a un solo sentido .
90%
de la información que el cerebro detecta es visual. Por eso somos animales diurnos: Henry Castillo.
8%
de la información que el cerebro detecta es auditiva: Henry Castillo.