En la película Blade Runner se plantea el dilema de si los replicantes, seres artificiales que imitan el comportamiento del hombre, son más humanos que la especie homo sapiens. Hasta dónde la tecnología puede cambiar los patrones de comportamiento del hombre y si eso es bueno o malo son dos de las preguntas que surgen.
Estas discusiones están siendo abordadas ahora desde la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) con su programa Escuela de Verano, cuyo eje central es la relación de las tecnologías con las personas, rotulada bajo el nombre de Hiperrealidades.
El profesor Sebastián Uribe, coordinador de contenidos digitales de la UPB, explica el término como ese universo creado a través del desarrollo de una cibersociedad que utiliza las tecnologías de la información y la comunicación (todo lo creado con lenguaje computarizado).
“La hiperrealidad es la posibilidad de expandir la realidad misma con otras posibles transversales”, comenta. Un ejemplo es ver la imagen en un espejo que da la posibilidad de tener una referencia visual que no es la realidad misma sino una paralela.
Cuando se traslada este ejemplo a la tecnología –fotografía, televisión, robótica, internet o realidad virtual– las posibilidades son infinitas, incluso en campos inesperados: “Usarla, por ejemplo, para expandir nuestros sentidos es una discusión de este siglo”, explica el docente.
El humano tecnológico
“El hombre es un ser con la tecnología”, dice Uribe y pone el ejemplo de que el solo hecho de que el hombre monte a caballo ya la está usando.
Roberto Hincapié, decano de la Escuela de Ingeniería de la UPB, lo resume así: “La tecnología hace que el hombre mejore”. Cuando este pasa de ser nómada a cultivar su comida cambia su modo de vida.
Ahora bien, los avances tecnológicos están transformando la forma de vivir y de comportarse a tal velocidad que se habla de revoluciones. “Es una Cuarta Revolución Industrial porque hay un desarrollo de sistemas biológicos y alta conectividad. La unión de estos dos crean una cantidad muy grande de sistemas autónomos”, comenta Hincapié.
Entre los casos más sonados están los carros sin conductor o los drones que entregan paquetes a domicilio. Estos cambios afectan el comportamiento humano. Por ejemplo, para ir a un sitio desconocido en carro ya no se consulta a alguien sobre cómo llegar sino que se utiliza Waze o Google Maps para que dirija el viaje –incluso la memoria y la retentiva cambian–.