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Tras los secretos de los “corrientazos”

La Twittercrónica visitó tres lugares en el centro de Medellín por sugerencia de los lectores.

  • Con almuerzos a 4 mil o 5 mil pesos, comer por fuera del hogar puede resultar más barato que mercar y cocinar en casa. Por eso, los “corrientazos” representan ahorro para los colombianos. FOTO Marcela Vargas
    Con almuerzos a 4 mil o 5 mil pesos, comer por fuera del hogar puede resultar más barato que mercar y cocinar en casa. Por eso, los “corrientazos” representan ahorro para los colombianos. FOTO Marcela Vargas
  • Tras los secretos de los “corrientazos”
  • Tras los secretos de los “corrientazos”
16 de octubre de 2015
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“Corrientazo” es una de esas palabras que los colombianos han dotado de un significado especial. Un concepto propio que evoca esa misma felicidad a la que se refiere el dicho “barriga llena, corazón contento”. Su relación con la electricidad puede estar, tal vez, en que propinan una descarga de energía que viene sazonada, justo cuando es necesario obtener un poco de ánimo para empezar o continuar el día, y a bajo costo.

Se podrían definir, entonces, como aquellos platos que sirven en restaurantes que consienten el paladar y el bolsillo de quienes no tienen mucho tiempo para cocinar o que prefieren un plato recién preparado y bien servido antes que las también muy famosas “cocas”.

Lo más extraño es que cuando lo habitual es que de lo bueno den poquito y dure poco, los corrientazos logran romper los esquemas. En estos restaurantes las tres “b” significan ¡bueno, barato y bastante!

La Twittercrónica de esta semana salió al centro de Medellín, una zona muy concurrida por todo tipo de personas, para encontrar los secretos de los “corrientazos” en tres lugares de los recomendados por los lectores de EL COLOMBIANO:

Como llegar a casa

Si le hacen falta el calor de hogar, los consentimientos de las tías y el saborcito de la comida de la abuela, el lugar indicado para visitar es Kuky (Pasteles y pollos Kuky). Queda en la calle 54 (Maracaibo) con la Carrera 49, a media cuadra del Parque Bolívar.

Entrar es como ser bienvenido por dos señoras que lo conocen hace años, sonrientes, conversadoras y esmeradas por atenderlo. Son Nelcy Aristizábal y Guillermina Barrera, propietaria y administradora, respectivamente.

A las dos se les ve por el local de cinco mesas (20 puestos) tomando órdenes y llevando platos a las mesas con naturalidad, como quien lleva 16 años haciéndolo todos los días, de 8 de la mañana a 9 de la noche. Para ellas el secreto es consentir a la gente: “que si me calienta la avena, que si me cambia la sopa que ya sí quiero fríjoles, que si me cambia la papa por otra yuca... Aquí se les da más de lo que se ofrece en el menú pero cuando van a pagar, el precio es el mismo: 5.500 pesos”, dice doña Nelcy.

Mauricio Durango les da la razón. Él las visita casi todos los días desde hace “muchos años”. Va desde el sector de Machado hasta el Parque Bolívar solo porque “la comida es muy buena y el lugar es muy agradable”, afirma y muestra su plato vacío.

El menú diario para el almuerzo es una de las cuatro sopas que siempre ofrecen: sancocho, consomé de pescado, consomé de menudencias, y la del día. El “seco” es arroz, ensalada, papa o yuca, tajada de plátano y cualquiera de estas carnes: pollo sudado, hígado encebollado, albóndigas, pescado frito, carne de cerdo o de res.

¿Quién le pone la sazón a todo esto? Alejandra Mina, una joven cocinera del Valle del Cauca a quien su abuela le enseñó a cocinar.

El fríjol es el rey

Otro secreto que sale a relucir en este recorrido es el de María Martínez, cocinera estrella de la Buena Olla. El suyo es, quizás, un secreto a voces, pero hay quien no cree en él: “El toque secreto es el amor. Es como todo en la vida: lo que se hace con gusto y pasión sale bien”.

Este restaurante queda a dos cuadras de la Placita de Flórez, en la Calle 50B con la Carrera 39 y en el día sirve, en promedio, 180 platos.

Las ollas son tan grandes que la escalera de dos escalones es impresindible para revolver las sopas y los fríjoles. A propósito, estos últimos son los reyes de los “corrientazos”, nunca faltan.

En este lugar es lo que más se vende junto con el mondongo, algo normal en Antioquia, según su administrador: “somos muy tradicionalistas. Tengo clientes que si pueden comer fríjoles por la mañana en calentado y al mediodía, lo hacen”, afirma.

Lo que sí sorprende es el precio. En la Buena Olla todos los desayunos son a 3.500 pesos y los almuerzos a 4.500.

Con esos precios y con el aumento en el costo de los alimentos en el último mes, es difícil no preguntar: ¿ese negocio sí deja? Su adminsitrador dice que “sí se siente mucho. Uno a veces sostiene esto por no perder los clientes, prefiero que vengan a que se olviden de uno”.

La nueva generación

En la misma situación se encuentra Fabián Rodríguez, el dueño de Sazón, un restaurante muy recomendado por los estudiantes del centro (ellos son el 70% de los clientes de este lugar). Queda en La Playa con Girardot y hace parte de la nueva generación de “corrientazos” que se especializan en vender cazuelas.

Don Fabián también prefiere dejar de ganar un poco por mantener la clientela, además es consciente de que a su restaurante van personas que ahorran mucho en comida gracias a sus buenos precios. Para equilibrar la balanza de ganancias, ofrecen cazuelas de diferentes tamaños y precios: van desde 4 mil hasta 14 mil pesos.

La que más se vende es (acá también) la de fríjoles que “viene con un poquito de todo y deja llena a la gente”.

Una de sus clientes fieles es María Sánchez, trabaja por el sector y para ella, lo rico y económico de la comida, se complementa con el buen servicio que la hace sentir en confianza.

Cosas como una sonrisa, un buen recuerdo o que le lleven un capricho también hacen parte del menú. El “corrientazo” es mucho más que comida barata.

2.000
pesos cuesta un “corrientazo” que se puede encontrar en puestos móviles en el Centro.
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