Los colombianos somos doblemente víctimas: por un lado, nos han dejado en una época en la que el criminal se convierte en el referente moral y divide a la sociedad y, por otro, un gobierno negligente que nos deja un panorama económico desolador.
Antes de la reforma tributaria presentada en 2016 y en lugar de medidas nocivas como el aumento del IVA a los colombianos, el Gobierno ha debido priorizar la reducción del gasto, especialmente, la excesiva burocracia. No obstante, la constante ha sido el despilfarro para aumentar el número de puestos para poder cumplirles a los politiqueros y sus respectivas cuotas. En vez de pensar en un Estado fuerte y eficiente que se encargue de solucionar los problemas reales de las personas –máxime en una crisis...