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Sí hay otro camino para las empresas: Carlos Raúl Yepes

A propósito de la publicación de su primer libro, Carlos Raúl Yepes reflexiona sobre el país.

  • FOTO Manuel Saldarriaga
    FOTO Manuel Saldarriaga
22 de mayo de 2017
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Llegó su turno de hablar. Carlos Raúl Yepes se ubicó al frente de más de 600 empresarios y líderes gremiales del país, que también fueron a escuchar los argumentos del fiscal Néstor Humberto Martínez, al procurador Fernando Carrillo, entre otros altos funcionarios, el 2 de marzo pasado, en la Cámara de Comercio de Bogotá.

El expresidente de Bancolombia dejó de lado el típico discurso y se limitó a repasar apartes de un Código de Conducta de una empresa. Le pareció uno de los mejores que había conocido en su vida y se identificaba plenamente.

En esa hoja de ruta ética, disponible en internet, se lee: “Los Integrantes de la Organización pactan sus acciones y sus vínculos en el Principio de la Confianza en el Ser Humano, en su potencial y en sus ganas de desarrollarse. Todos los Integrantes cuentan con la responsabilidad de ejercer sus obligaciones y dirigir los negocios de la Organización con transparencia y dentro del estricto cumplimiento de la ley, en lo que respecta a los derechos humanos, el medio ambiente y los principios y lineamientos de la Organización”.

Por la forma, se trata de un código de altos estándares que refleja el rol deseable de una empresa en cualquier sociedad. Sin embargo, al término de su intervención, Yepes aclaró a su atento auditorio que se trataba del Código de Conducta de la multinacional brasileña Odebrecht. Esta es la protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia en países de América Latina, incluida Colombia.

“¿El problema es de códigos o comportamientos? Es un tema de coherencia, y no solo de una empresa, sino de cada persona, de la sociedad misma”, asegura Yepes, al concluir la anécdota que trajo a cuento durante la conversación que sostuvo con EL COLOMBIANO, el martes pasado.

Sentado en una mecedora en el estudio de su casa, Yepes trajo a colación varias reflexiones, a propósito de su primer libro, Por otro camino: de regreso a lo humano, que lanzará esta tarde en la Feria del Libro de Bogotá (FilBo 2017) y editó Penguin Random House (ver En un minuto). A partir de su experiencia, plantea reflexiones que se ajustan a la persona, la familia, las organizaciones y al país.

Ya sin los afanes y la corbata de sus tiempos de banquero, pero con la misma cercanía y sencillez que lo distinguieron como transformador de las lógicas de las entidades financieras, Yepes afiló sus reflexiones sobre la necesidad de que las empresas del país, grandes o pequeñas, entiendan que primero que la plata y la rentabilidad están las personas: “solo siendo mejores personas, se pueden tener mejores organizaciones y una mejor sociedad”, asegura.

En ese entendido, se pregunta por qué algunos consideran más importante cuántas ganancias dio X o Y compañía, y no cómo obtuvo ese resultado. También cuestiona que se hable de responsabilidad social empresarial, cuando cada organización debería estar respondiendo una sola pregunta: ¿cómo le respondo a la sociedad?

Por eso asegura que llegó la hora de que “las empresas se sacudan”, para allanar ese otro camino hacia un mejor futuro común.

¿La humanización de las empresas es asunto de disposiciones más que de tener las condiciones?

“Se trata de entender de que cada miembro de una organización se levanta todos los días no a trabajar, sino a vivir. Entonces, ¿por qué no hacer que esa vida sea buena para todos? Sin duda, parece que estamos ante una fuerza centrífuga que estuviera alejando lo humano de las cosas más sencillas de la vida. Leí una frase que me marcó: ‘muchas veces lo que menos hacemos los humanos es ser humanos’. Se nos olvida que somos seres colectivos y fruto de las relaciones. Así que es muy fácil hablar de coherencia, inclusión, cercanía, respeto, pero lo difícil es darles contenido a esas palabras”.

Pero la constante es ver empresas enfocadas en hacer dinero, dar rentabilidad. No son un centro de formación de mejores personas.

“La obligación de hacer una empresa rentable no ha cambiado, y lo advierto en el libro, lo que ha cambiado es el concepto de rentabilidad, que no solo es dar utilidades. Eso se redefine cuando el empresario se responda preguntas como ¿qué es un buen negocio? Sin duda, no es aquel en que solo gana la empresa, sino el mayor número de personas posible. Hay que pasar de las utilidades al valor compartido”.

¿Cuál es el negocio detrás del valor compartido?

“Mi negocio en el banco no era prestar plata, eso lo hacen todos los bancos. El gran negocio era que nos pudiéramos conectar con la sociedad y mejorarle la vida a las personas. Las empresas que solo se dedican a acumular capital para sus accionistas, que solo se enfocan en hacer plata, están llamadas a desaparecer.

¿A qué se refiere?

“Lo que da perdurabilidad a las empresas es lo que demanda la sociedad: ya se da por descontado que los productos o servicios tienen que ser de calidad, que deben generar utilidad, y la sociedad ya no se perdona hoy una falta ética a una empresa. Cuando las empresas comprenden eso, hay un cambio de cultura, de mentalidad, que viene de la mano de la elección de un sistema de valores, que marcan una ética y, por ende, las decisiones de todos”.

¿Por dónde empezar ese cambio de paradigma?

“Creo que las empresas deben sacudirse y dejar atrás esa concepción de que solo desempeñan un rol económico para que le vaya bien solo a la misma empresa y a sus accionistas. Deben tener claro que también son actores sociales frente a todos los grupos con que se relacionan, desde los socios, hasta las comunidades de sus entornos”.

Usted afirma en el libro: “uno no debe tomar en la vida las decisiones fáciles, sino las correctas, que muchas veces las más difíciles”. ¿Eso qué indica a la empresa que no ha puesto lo humano en el centro de sus actuaciones?

“Una empresa se puede encontrar ante un buen negocio por hacer, obviamente legales. Pues ahora no se trata de aprovecharlos solo pensando en la rentabilidad, sino también en los impactos sociales y ambientales que pueden tener. En una empresa se puede dar el caso de tener que retirar empleados, pero esa no debe ser la primera decisión, sino pensar bien cómo y por qué vincularon a esas personas. Así que las empresas deben ser muy conscientes de su rol en una sociedad, y eso pasa por tomar las decisiones correctas. En el fondo, una empresa tiene que construir mensajes para mejorar la sociedad y aplicarlos, no quedarse a mitad del camino. Sus actuaciones deben apuntar a lograr efectos positivos en la sociedad”.

Pero usted dice también en libro que Colombia tiene una sociedad enferma, indolente y llena de omisiones, ¿cómo querer lo mejor para una sociedad así?

“Retomo una frase que me impactó y leí por ahí: ‘¿cómo querer construir un país diferente con una sociedad indiferente? Y añado otra del Dalai Lama: ‘uno de los grandes problemas es el desconocimiento de la injusticia social y eso causa indiferencia’. Solo superaremos la indiferencia cuando reconozcamos que lo que causa dolor a los demás también me pudo ocurrir a mí”.

¿Cuando eso pase podremos decir que hay paz?

“Para construir paz hay que empezar por estar en paz con uno mismo. Cuando uno ve todas esas pugnas partidistas creo que hay muchos en el país que no tienen paz interior y quieren que todos los demás vivan con el mismo desasosiego. Por eso estoy convencido que más que un proceso de paz, lo que necesitamos es un proceso de reconciliación, desde la normas básicas de convivencia, que implica construir respeto y confianza. Cuando se respeta la honra de las personas, no se habla mal de ellas, cuando se respeta la propiedad del otro, pues no se roba. Igual con la confianza: entre más se tiene, mejores son los resultados, en todo, en las empresas, en las familias, en una negociación con un actor armado”.

¿Cómo construir mejores acuerdos?

“Dar una receta es simplista e idealista. Pero si se proponen cambios desde el hecho de reconocernos como una sola nación, las cosas serían diferentes. Creo, como decía Álvaro Gómez Hurtado, que se debe tener un acuerdo sobre lo fundamental y eso hay que definirlo y estamos en un momento propicio para construir sobre bases sólidas. Más que cultivar una visión pesimista, debemos reconocer las dificultades como país, tomando las decisiones correctas. Esta es una sociedad en que una parte de ella insulta, grita, pelea, guarda rencor, miente, pero también hay otra parte que es serena, que escucha, que habla de integridad y respeto por los demás. Debemos salir de la idea de clasificar para descalificar y reconocernos más como seres colectivos, no solo individuales” .

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