Desde el próximo 31 de agosto, neveras, lavadoras, aires acondicionados, balastos eléctricos (para luminarias) y motores industriales (nacionales e importados) que se vendan en el país deberán tener adherido y visible una etiqueta amarilla con información sobre consumo de energía y otros indicadores de eficiencia.
A partir de 2017, esa etiqueta se hará exigible en equipos a gas como estufas, hornos, y calentadores de agua, aportando información que brinde al consumidor final elementos adicionales para decidir si compra una u otra referencia.
Por ejemplo, tendrá una escala que muestra el desempeño energético, siendo A el menor consumo y “G” el de menor eficiencia, además del consumo de energía mensual, claro que esto dependerá del sitio en que se instala, su uso y el mantenimiento que reciba (ver infografía).
Así que ya no solo marca, precio y necesidad definirán una compra, sino que se pensará en el ahorro de energía, lo cual se traduce menor costo de los recibos de luz y de gas y, de paso, contribuye al cuidado del medio ambiente.
Un estudio de la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme), de 2008, proyectó que para este año la penetración de tecnología energéticamente eficiente en el país puede significar ahorros de cerca de 2.500 gigavatios hora (GWh), solo al medir el uso residencial de iluminación y refrigeración. Eso es más del doble de lo que en seis semanas ahorraron los colombianos con la campaña “Apagar, Paga” durante el fenómeno de El Niño.
Así que, más tarde que temprano, Colombia se monta a la ola mundial del etiquetado energético, que se masificó desde hace 20 años y hoy aplican cerca de 70 países. Incluso Francia fue pionera, en 1966, una década después se sumó Estados Unidos (California). Alemania, por ejemplo, ya lo extendió a vehículos y hasta edificaciones, y no solo en electricidad, sino en consumo eficiente de agua.
“En este primer esfuerzo se contemplaron los electrodomésticos que más consumo de energía demandan en los hogares, pero luego se podrán etiquetar otros elementos como planchas, televisores y hasta vehículos. Al final, buscamos crear una herramienta clara para mirar atributos que vayan más allá del precio, la marca o la estética”, comentó a EL COLOMBIANO el viceministro de Energía, Carlos Fernando Eraso Calero.
¿Solo hasta ahora?
En el caso de Colombia, la eficiencia energética comenzó a ser parte de las normatividad desde la Ley 697 de 2001, que la declaró como asunto de interés y conveniencia nacional.
Pero fue con la Ley 1715 de 2014 que se ordenó promover el etiquetado y fomentar el uso de energías renovables no convencionales (eólica, solar, geotérmica). Y solo hasta el pasado 18 de septiembre, el Ministerio de Minas y Energía expidió el Reglamento Técnico de Etiquetado (Retiq).
Allí se establecen rangos de eficiencia, se hace obligatoria la rotulación y precisa sus condiciones. Esto es resultado de una larga negociación con la industria, trámites ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), identificar las mejores referencias tecnológicas, establecer mecanismos para certificarlas.
“La apuesta es porque la industria, nacional o extranjera, cada vez mejore más el consumo de energía de sus productos, que usen componentes más eficientes y que los colombianos tengan mejor acceso a una tecnología que les signifique ahorro y mejor calidad de vida”, explicó recientemente Luis Fernando López Pineda, especialista en reglamentación técnica del Ministerio de Minas y Energía.
De hecho, agregó el funcionario, el reemplazo de una nevera antigua y deteriorada, muchas veces heredada de familiares o conocidos, por un equipo nuevo puede significar un ahorro de ciento por ciento en el consumo de energía.