Los días de calor sin precedentes recorren desde mayo buena parte del hemisferio Norte. Y lo que pareciera ser un caso extraño, ocasional, no lo es. “Esta ya no es más una señal de alerta. Es lo que les está sucediendo a millones de personas alrededor del mundo”, palabras de Cynthia Rosenzweig, del grupo de impacto del clima en el Instituto Goddard de la Nasa, que describen una realidad preocupante.
El año pasado fue el tercero más caliente de 131 años de registros, tras 2016 y 2015, confirmó el reporte del Estado del Clima que acaba de entregar un grupo de 500 científicos de 65 países. Y 2018, según la Organización Meteorológica Mundial va por ese camino. Junio fue el segundo más caliente en las estadísticas del Servicio Copérnico del Cambio Climático en Europa.
No hay que olvidar que 17 de los 18 años más calientes se presentaron desde 2001. Tal vez ahora no habrá un punto de quiebre que revierta las tendencias, sino que, al contrario, la Tierra podría encaminarse a lo que un grupo de científicos, en un artículo en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), denomina la ‘Tierra invernadero’. En este escenario, plantean ellos, se desajustarán varios de los sistemas que rigen el funcionamiento del planeta, una reacción en cadena que, de darse, sería dramática.
La tendencia caliente que se experimenta este año no es sorpresa según Elena Manaenkova, secretaria general de la OMM. “Las olas de calor extremo que estamos experimentando son consistentes con lo que esperaríamos como resultado del cambio climático por las emisiones de gases de invernadero. No es un escenario futuro, es lo que sucede hoy”.
Para ajustar, de acá a 2022 todos los años serían más calientes, no por el calentamiento global en sí, sino por la variabilidad natural del clima según predicciones publicadas en Nature Communications, lo que implicaría una especie de doble calentamiento: el natural y el que vienen provocando las actividades humanas.
La temperatura promedio del planeta ha subido 1° C con respecto a 1880, en la era preindustrial. Justamente, acuerdos como el de París sobre el cambio climático buscan que no suba 2° y se estabilice en 1,5° C, cifras que hoy van camino a ser superadas.
Regiones sudorosas
Este año ha sido crítico en materia de olas de calor. En el Círculo Polar Ártico, la temperatura llegó a 30° C y Noruega tuvo un récord de 33,5°C (con 16 días encima de 30), mientras que Finlandia vivió en julio el mes más caliente de su historia.
Pero las nuevas marcas se superan una a una en otros lugares: en abril, los 1,1 millones de residentes de Nawabshah en Pakistán sufrieron 50,1° C y el 5 de julio en Ouargia (Argelia) el termómetro marcó 51,1°.
En Francia también se superó el registro al vivir el mes pasado 10 noches con temperaturas mínimas por encima de los 20° C y los pavorosos incendios en Grecia, que dejaron 91 muertos, fueron atizados por una temperatura de 38° y unos vientos muy fuertes.
“Los impactos han sido múltiples. Además del calor, una sequía simultánea ha traído problemas a la agricultura: 30 a 50 % de los cultivos se perderán. Y uno espera ver un aumento en la mortalidad de los adultos mayores”, expresó Petteri Taalas, secretario de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Este calor extremo es una de las consecuencias del cambio climático. No es un hecho aislado. Un estudio del proyecto World Weather Attribution (atribución climática mundial) estimó que las actividades humanas incrementaron en más del doble la probabilidad de que hoy se registren temperaturas tan altas en Europa.
Esa alteración se debe a las continuas y crecientes concentraciones de gases de invernadero en la atmósfera, incluidos dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, que en 2017 llegaron a 405 partes por millón, las más altas en 38 años de registros y en 800.000 años, de acuerdo con estudios en núcleos de hielo sobre el clima del pasado.
La temperatura global (océanos y superficie terrestre) fue el año pasado 0,48° C sobre el promedio 1981-2010. Este año avanza como el cuarto más caliente. Enero-junio mostró una temperatura promedio de 0,77° C encima del promedio del siglo pasado y cinco de los seis continentes tuvieron temperaturas entre las 10 más altas de los registros históricos.
Estos han sido los periodos más calientes en 125.000 años, dijo Gavin Schmidt, de la Nasa.
Reacciones en cadena
Con datos y estudios existentes, Will Stephen, del Centro de Resiliencia de Estocolmo (Suecia), y sus colegas elaboraron un artículo en perspectiva, publicado en PNAS, en el que sugieren que la Tierra podría encaminarse a un estado continuo de invernadero con severas consecuencias.
En ese estado, que denominaron “hothouse Earth”, la temperatura sería 4 a 5 grados más alta que las de la era preindustrial y el nivel del mar subiría de 10 a 60 metros, un escenario difícil de imaginar pero posible.
Los científicos analizaron cómo en los últimos 1,2 millones de años el sistema climático se ha movido entre extremos glaciares e interglaciares, como el que vivimos hoy. Pero con la rápida transformación del último siglo por cuenta de la acción humana, la Tierra se está moviendo fuera de ese ciclo hacia uno nuevo de condiciones calientes, situación en la cual no volvería una época glaciar. Una condición que se alcanzaría incluso con la meta de 2° C del Acuerdo de París.
El planeta tiene un límite de temperatura, un punto de inflexión más allá del cual se desestabilizaría el sistema y sobrevendría una cadena de eventos que empeorarían la situación: los bosques, los suelos y el agua liberarían el carbono que hoy guardan. El artículo causó sensación e inquietud desde que se publicó hace una semana.
Si bien para varios analistas se trata de un trabajo interesante basado en la literatura existente, no está claro si bajo el escenario de 2° C se desencadenarían los sucesos catastróficos, explicó John Timmer en Ars Technica. Si ocurre, no sería de inmediato en unas décadas, advirtió Richard Betts, jefe de impactos climáticos en la Universidad de Exeter, en un artículo en The Washington Post. Las advertencias, sin embargo, dijo, no pueden ser desatendidas.
El tema preocupa. Las olas serán más frecuentes, el clima en general sigue calentándose y las emisiones de gases de invernadero crecen año a año pese a los acuerdos internacionales. “El tipo de temperaturas que están sucediendo ahora, habrían tenido una probabilidad de 1 en 1.000 de haber ocurrido en 1950. Ahora es de 1 en 10”, en palabras Joanna Haigh, del Instituto Grantham, para la BBC.
Una tendencia que parece fuera de control.
Joanna Haigh (*)
Docente, codirectora del Instituto Grantham del Cambio Climático
32,5
gigatoneladas de carbono se emitieron en 2017, cifra sin precedentes: IEA
24
millones de personas al menos fueron desplazadas por el clima en 2016: ONU