La pregunta parece tonta, pero ¿de quiénes son los océanos? Sí, hasta las 200 millas marinas de cada país costero. ¿Y más allá?
Si desea, plantéelo de otra manera: ¿a quién pertenecen los recursos bióticos que hay en esa porción del océano que aparentemente es ‘tierra’ de nadie pero que sí tiene dueños de facto?
En la sede de Naciones Unidas en Nueva York se desarrollan en este momento conversaciones para lograr un acuerdo sobre la protección de la biodiversidad que establezca zonas vedadas para la pesca.
Hoy los países con tecnología pesquera menos desarrollada están en desventaja mientras otros agotan los recursos marinos y explotan genéticamente las especies.
La multinacional química Basf posee casi el 50 % de las patentes sobre 13.000 genes de organismos marinos que podrían tener alguna utilidad y reportarle jugosas ganancias en caso de uso comercial.
Las conversaciones irán hasta el 17 de este mes.
“Se trata de un momento y una reunión histórica que ayudará a definir el cuidado que el mundo dará a estos espacios marinos que pertenecen a toda la humanidad. En ese sentido, el aporte y compromiso que haga Colombia en el encuentro será clave para avanzar hacia el objetivo de lograr un tratado global oceánico”, explicó desde Nueva York Estefanía González, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Andino, según un comunicado de esa organización.
El tratado es crucial, agregó, porque hoy no existen normas internacionales para proteger la gran mayoría de los océanos globales, pero sí bastantes para explotarlos, y solo el 1% de los océanos mundiales está protegido.
Esta Ong señaló que los océanos están siendo sometidos a distintas presiones y amenazas, “la mayoría producto de la acción humana como la sobrepesca y el cambio climático”. Por eso se hace urgente que, al menos, el 30% de los mares estén protegidos en 2030.
“Océanos protegidos significan una mejor salud para todo el planeta. Además, permiten la protección de la fauna, significan una contribución efectiva para combatir los efectos del cambio climático y también permiten garantizar la seguridad alimentaria del planeta. La ecuación es simple: sin azul no hay verde”, dijo Estefanía González.
Para varias naciones desarrolladas y grupos industriales, no se deberían poner trabas para descubrir y patentar genes que ayuden a crear mejores cosméticos, químicos y a mejorar los cultivos.
Pero aquellas en desarrollo quieren normas que les aseguren compartir esos beneficios.
Y los científicos también están a la expectativa pues un régimen regulatorio podría afectar la investigación oceánica no comercial, según Robert Blasiak, especialista en política marina del Stockholm Resilience Centre citado por Science.
En 2010, 105 países acordaron el Protocolo de Nagoya para prevenir la biopiratería: la extracción de recursos biológicos del territorio de una nación sin permiso ni compensación.
Son reglas que no aplican más allá de las 200 millas marinas, zona que cada vez concita más el interés de los poderosos.
Desde 1988 cuando se obtuvo la primera patente sobre el ADN de un organismo marino, la anguila europea, más de 300 compañías, universidades y otros han reclamado derechos sobre secuencias de 862 especies marinas, de acuerdo con un informe de Blasiak en Science Advances.
Los extremófilos, aquellos organismos que viven en ambientes hostiles donde muy pocos pueden prosperar, son muy apetecidos y hoy son usados en cosméticos. Basf patentó un gusano marino que cree tiene potencial para mejorar los cultivos. Según esa industria, ha hallado más de sus 5.700 secuencias en bases de datos públicas.
No es nada ilegal, pero demuestra que los recursos de un mar abierto están quedando en manos de unos pocos generando una carga adicional para los menos desarrollados.
La cita de Nueva York es solo un primer acercamiento. No se cree que se logre establecer pronto un tratado. Será cuestión de años de discusiones.
Para las naciones en desarrollo, debería prevalecer el principio establecido en 1982 en la Convención sobre la Ley del Mar de Naciones Unidas, que declara que los recursos bajo el fondo marino, como los minerales, son una herencia común de la humanidad.
¿Lo permitirán los grandes? Estados Unidos, Rusia y Japón se oponen a usar un lenguaje que hable de una herencia común, ante el temor de que signifique vetos y regulaciones.
Para estos países, debería haber libertad de mares en aguas internacionales, un deseo que ha sido equilibrado por principios como la necesidad de conservar los recursos, regular la pesca y la investigación en esas aguas.
La Unión Europea, según Science, no quiere que se hable de una herencia común al hablar de la injusticia de la bioprospección marina y desearía que cualquiera acceda a los genes pero haga pública esa información. Las empresas privadas desean mantener al menos temporalmente, los derechos sobre las secuencias genéticas que logren.
Mientras, los mares no territoriales seguirán siendo parte de unos pocos.