Fue una llamarada solar espectacular y destructora, sin par en los registros históricos.
Desde el 28 de agosto de 1859 la actividad solar crecía y las auroras estaban al orden del día en las regiones polares. Pero el 1 de septiembre se produjo una llamarada o eyección de masa coronaria de intensidad no registrada antes.
A la Tierra llegó al amanecer del 2. Se quemaron las líneas del telégrafo en Norteamérica y Europa y hubo auroras hasta en regiones insospechadas, como el Caribe, Panamá y... Colombia.
Sí, Colombia, aunque la información es escasa.
Tal vez la mayor aproximación es un documento encontrado en Montería, que sirvió a investigadores de Bogotá para escribir un artículo, publicado en Advances in Space Research.
Los cielos se cubrieron con esa luz intensa conocida en las auroras y sus extrañas formas en el cielo del amanecer.
El jueves 1 de septiembre, mientras observaba el grupo de manchas solares 520, el astrónomo británico Richard Carrington y colegas detectaron un pico en la luz solar, que duró cerca de 5 minutos, que se movía sobre el contorno de la mancha.
Fue una explosión de luz de dos manchas que poco a poco adquirió la forma de riñón. El astrónomo había sido testigo de la primera explosión solar vista y reportada por un humano. El evento Carrington, como se reconoce.
La actividad solar del 28 de agosto al 7 de septiembre fue intensa. De los efectos en la Tierra ese 2 de septiembre hubo muchos registros. En Cuba fue clara la observación de las autoras y también se ha mencionado a Panamá.
Un recorrido por la costa norte, de dos de los autores del artículo: Freddy Moreno, director del Centro de Estudios Astrofísicos del Gimnasio Campestre y su estudiante Sergio Cristancho, halló el registro en Montería, incluso con algunos dibujos sobre la aurora, que es entonces la más lejana reportada para el Hemisferio Norte.
La descripción
Santiago Vargas, del Observatorio de la Universidad Nacional, participante en la investigación explicó a EL COLOMBIANO el hallazgo:
“El registro de Montería es el único encontrado en Colombia hasta el momento que se relaciona con el evento de la tormenta solar de 1859. En un trabajo de un cronista e historiador de la costa Exbrayat (1971) se encontró una descripción en donde se hace referencia a la descripción de algo que causó conmoción en Montería y que se asoció al fin de los tiempos, donde se hablaba de cosas que parecían lenguas de fuego en el firmamento, y que despertó a los habitantes de la ciudad”.
Los rastros se encuentran en el libro bautismal de la Catedral de Montería en la fecha en la cual sucedió el evento Carrington, el 1 de Septiembre de 1859.
Vargas explicó que “no se sabe con exactitud el alcance que pudo tener el evento, pero si se vio en Colombia quiere decir que prácticamente tuvo repercusión en todas las latitudes, lo cual refleja su gran intensidad”.
No es que hubiese sido otro fenómeno. “La descripción que se hace concuerda con varios aspectos morfológicos de las auroras, como las conocidas formas de S, el gran resplandor, e incluso zonas o parches oscuros que hoy se describen como aurora negra”.
Pero no fue solo la intensidad. Para la observación del evento Carrington en el país hubo un detalle favorable, desde el punto de vista geomagnético:
“La posición del polo geomagnético va cambiando con el tiempo. En una de las figuras que se incluyen en el artículo se muestra el desplazamiento del polo norte geomagnético. En 1859, su posición es la más baja en latitud del último medio milenio. Nuestro trabajo propone que esto permitió que el efecto de tormenta solar de 1859 al incidir sobre el campo magnético terrestre permitiera la generación de la aurora en zonas con latitudes mucho menores a las que normalmente se podrían generar”.
Hoy la posición del polo norte geomagnético esta subiendo en latitud, acercándose más y más al polo geográfico.
Y hubo auroras.