No viven renos ni lo recorren trineos, el tiempo allí parece eterno (¿será por eso que Papá Noel se conserva tan bien?) y no tiene habitantes permanentes.
Es el Polo Norte, la extraña casa que Noel o Santa Claus eligió como morada y en donde, de acuerdo con la tradición de varias culturas occidentales, empaca sus regalos para distribuir a quienes lo evocan cada diciembre.
Una región fría, helada, que se calienta hasta los cero grados (0 °C) en verano, y que en el invierno, como ahora, desciende a los -40 °C.
Cuentan que allí vive el esquivo Papá Noel. Y contrario al Polo Sur, no es un terreno estable donde repose el hielo, que hoy se derrite a pasos acelerados. No, el Polo Norte es un lugar de hielos cambiantes y es, el geográfico, el punto luego del cual todo lo demás es sur.
Un lugar geográfico inquieto, que no se aquieta nunca, que se bambolea nueve metros en siete años y que no es igual al Polo Norte magnético (ver recuadro), donde la brújula apunta hacia abajo en verticalidad perfecta, y que hoy está a unos 800 kilómetros al noroeste, saliendo del área de la isla Ellesmere (Canadá).
En el Polo Norte el eje de la Tierra intersecta la superficie. Latitud 90°, allí todas las líneas longitudinales se encuentran y, entonces, el reloj pierde sentido: no hay zona horaria y quienes lo visitan se rigen por cualquier huso.
La región donde el Sol nace en marzo y se oculta en septiembre, en donde en la noche siempre las estrellas permanecen fijas, con la Polaris, a 434 años luz, extendiendo ese norte hasta el infinito.
Está sobre una endeble masa de hielo de hasta tres metros de grosor, rodeado de territorios de diferentes naciones: desde Canadá a Groenlandia y Rusia, Estados Unidos, Finlandia, Suecia y Noruega, que poseen territorios en el círculo polar ártico, paralelo alrededor del océano Ártico.
Esta es su casa
Papá Noel tiene todo el tiempo para empacar regalos y planear su distribución. Casi nadie lo molestaría.
Por los hielos cambiantes, la zona no cuenta con bases permanentes de investigación o de otro tipo, aunque sí hay equipos de monitoreo. Los rusos, por ejemplo, cada año envían un grupo que recoge y analiza los datos básicos. Y establecen bases temporales.
De vez en cuando un oso polar puede visitarlo, o ver en ciertos momentos al charrán ártico, esa prodigiosa ave con la migración más larga del planeta: 69.200 kilómetros de ida y vuelta al sur.
Tiene también más acompañantes silenciosos, bajo el piso de hielo. Crustáceos, camarones, anémonas y peces como el bacalao polar. La profundidad en el Polo alcanza 4.261 metros, más espacio para la vida abajo.
No es el lugar preferido por ballenas, aunque de tanto en tanto se dejan ver.
A Noel podría, a veces, incomodarlo el ruido de un barco rompehielos que avanza con carga u objetivos militares, ruta más favorable que ir hasta Panamá. O de su letargo podría sacarlo el ruido de un avión que vuela alto para acortar distancias entre Norteamérica y Europa hacia Asia.
Dado el calentamiento global y que el Ártico se calienta al doble que el resto del planeta, la masa de hielo tiende a desaparecer. Hoy los barcos atraviesan cada vez con mayor facilidad esa barrera.
Papá Noel podría quedarse sin casa y entonces, ¿a dónde ir? Muchos lo acogerían.
En Alaska un poblado central se llama Polo Norte y gustoso lo recibiría, pero no sería el único. Canadá entregó el código postal HOH OHO (en alusión a su carcajada) a la dirección del Polo Norte y Finlandia está en la baraja.
Rovaniemi, capital de la provincia de Laponia, se proclama casa del barbado, habiéndose dicho hace un siglo que el viejo Noel había vivido allí. El pueblo tiene una casa que visitan turistas, ofreciendo una programación especial en diciembre.
Extraña casa, el Polo, para un señor bonachón entrado en años, una morada que, se dice, fue escogida por el ilustrador norteamericano Thomas Nast, quien así lo presentó en 1866, cuando no se sabía qué había allí y la blancura de sus hielos resumía el ambiente decembrino de la Navidad.
Polo Norte que, aún hoy, mantiene sus misterios.
Fuentes: Live Science, Nasa, National Geographic, Science Advances.
75
grados se ha movido el polo desde 2000 hacia el meridiano de Greenwich
37
kilómetros/hora es la velocidad máxima actual de los rompehielos en el polo
1500
años hace que el Ártico no se calentaba tan rápido como en la actualidad