“A mi mamá la han buscado en redes sociales para preguntarle por qué no me abortó”, cuenta la barranquillera Catalina Ruiz Navarro, columnista de El Espectador y El Heraldo. Su activismo por la causa feminista es el detonante de estas muestras de desprecio hacia ella. Los insultos, ofensas y amenazas no solo le llegan a través de su cuenta en Twitter @catalinapordios en la que la siguen 19.945 personas, también los recibe su esposo, quien ha sido tildado de “víctima o mandilón” por usuarios enardecidos que luego le piden que “la regule”.
Sin embargo, ella no renuncia a trinar cuantas veces pueda ‘igualdad’, una de sus palabras favoritas. Por eso no se cansa de denunciar la violencia sexual, rechazar que a las mujeres le “paguen menos por hacer el mismo trabajo que nuestros colegas hombres”, levantar la voz al gobierno para exigir que el “derecho sobre nuestras decisiones reproductivas” no sea penalizado y crear conciencia para que la mujer no sea vista como un ser confinado a las labores domésticas o como un simple objeto de deseo.
“Puta” es una de las palabras con la que más han buscado ofenderla, también la han llamado “promiscua” , “frígida” y hasta se han dado debates entre los usuarios sobre si es “fea” o “bonita”, pero a Ruiz Navarro no le afecta ningún comentario, porque asegura que creció con su propia armadura.
“Internet es así. Y si quieres escribir en público sobre temas públicos, así reacciona la gente que está muy loca”, dice Ruiz Navarro quien tuvo que enseñarle a su mamá cómo responder “con gracia” esos linchamientos virtuales de los que ha sido blanco.
Como esta colombiana, hay miles de feministas que desde las redes son víctimas de cacerías de brujas. Algunas, incluso, han sido sometidas a boicots virtuales para dañar su imagen en el trabajo o han sido amenazadas de muerte.
Acoso laboral
La tuitera española @Barbijaputa que tiene 201. 790 seguidores en Twitter se unió a esta red en junio de 2009 bajo ese seudónimo. Con ese mismo nombre firma una columna feminista en el reconocido medio español eldiario.es. Los halagos no le faltan, pero admite que sus “interacciones se han convertido en un auténtico campo de batalla”.
A mediados de 2015 denunció haber sido víctima de acoso por parte de un grupo de internautas liderados por el usuario @greenshines, quien se mostró molesto por un trino de ella en el que criticaba el machismo de los judíos ortodoxos, quienes se niegan a compartir asiento con mujeres en los aviones.
@Greenshines dedujo que @Barbijaputa era empleada de la aerolínea española Iberia y fue así como desde su cuenta de Twitter animó a otros a hacerle mención a la empresa para exigir que la despidieran por “antisemita”.
“Todos tenemos derecho a opinar, aunque de ellos se pueda desprender que somos detestables, despreciables, odiosos o malas personas, la solución para esto en Internet es la misma que en la vida real: no seguir o hablar con quien haga un humor que hiere tu sensibilidad”, sugiere @Barbijaputa tras prometer no cesar en su activismo en la red.
Al escarnio público
A Loreto Ballesteros, una joven estudiante española de 22 años, la amenazaron en agosto de 2015 con “partirle el cráneo con una pala”. Esto a raíz de haber denunciado desde su cuenta en Twitter @yungflaca666, que “la hipersexualización de la mujer comienza desde pequeña”.
Las amenazas la intimidaron tanto que Ballesteros cerró su perfil. “No aguantaba más tantos insultos y ver mis fotos en otros perfiles riéndose de mí”, lamentó la estudiante en un escrito titulado: “ser mujer en las redes sociales”, publicado el pasado 8 de noviembre en el blog eldemonioblancodelateteraverde.
Ballesteros dice que su decisión le trajo “tranquilidad mental” porque vio peligroso que en vez de que las redes sean usadas como “plataforma para cambiar las cosas y remover conciencias acerca de las desigualdades, parece que lo que realmente se premia es acosar e insultar, disfrazándolo de broma y de ‘troleo’”, apunta.
Revolución de voces
Las redes invitan a la “democratización de la información” y las mujeres cada día descubren en estas vías lo poderoso de alzar sus voces, dice Mónica Roa, directora para Latinoamérica de Women’s Link Worldwide, organización internacional que lucha por los avances legislativos en igualdad de género.
Además de lo que hace en su trabajo, desde su cuenta en Twitter @MonicaRoa también hace activismo digital: “si algo me obsesiona ahora es conectar el debate del aborto con el de la adopción, porque ambos van de la mano”, sostiene Roa.
La bandera del aborto es justamente uno de los aspectos del feminismo que mayor malestar y rechazo genera al catedrático de la Universidad del Externado Mauricio Rubio.
“Promover el aborto en un país tan religioso como Colombia me parece un error y una muestra de que hay personas que no les interesa entender el país”, sentencia el también columnista de El Espectador.
A Rubio lo han acusado de “machista” o antifeminista” y él solo se defiende alegando que un movimiento social adquiere bases sólidas y argumentos más convincentes siempre y cuando asuma las críticas y su plan de lucha sea fiel a las “condiciones del país” en el que se promueva.
Es por ello que no le tiembla el pulso a la hora de cuestionar el tipo de feminismo que representa Catalina Ruiz y otras destacadas exponentes de la causa en el país como la activista Florence Thomas: “Hay situaciones que ellas defienden como chéveres, propias de la liberación femenina, como por ejemplo la infidelidad de la mujer”, dice Rubio quien lo ve como un tipo de “feminismo doctrinario”.
Rubio advierte que inclusive hay “cosas inventadas que le quita mucho piso al feminismo”, un ejemplo para él lo es la llamada ‘Marcha de las Putas’, manifestación callejera que tiene réplica en diferentes países del mundo, incluida Colombia, en donde las mujeres denuncian violaciones y su vulnerabilidad sexual frente a los hombres. Cree que reinvindicar protestas con elementos asociados a antivalores no ayuda precisamente a que el mensaje de “liberación” sea asimilado por las colombianas.
Con promotores, críticos y detractores, el feminismo despierta pasiones que avivan un debate que parece estar en mora para definir la vía apropiada para propiciar cambios, sin embargo, mientras esa ruta se define, Catalina Ruiz Navarro siente que cada nuevo espacio que haga posible difundir su voz, la de sus colegas de causa y cualquier mujer del común, debe aprovecharse: “las redes sociales son espacios para que nos organicemos”, apunta como ejemplo.
Y es que ella cree que la lucha por los derechos de las mujeres tiene por delante muchos capítulos por escribirse en la historia. “Falta mucho pero hemos logrado bastante en pocos años, porque hace 60 años ni podíamos votar, y lo mejor es que todos los logros feministas se han conseguido sin derramar una sola gota de sangre, es la única revolución social pacífica y exitosa de todo el siglo XX”, concluye .