República Dominicana es el escenario de un nuevo intento de diálogo entre el Gobierno de Venezuela y la oposición de ese país. Apenas reponiéndose del paso del huracán Irma, el país centroamericano invitó a Nicolás Maduro para que retome los infértiles intentos de acuerdo.
En Santo Domingo, la capital, hay una mezcla de incertidumbre y sorpresa, comenta el politólogo dominicano Ricardo Pérez, quien hasta hace poco consideraba que las posibilidades de unas conversaciones eran cada vez menos. No obstante, considera que su país, que tiene lazos sólidos de medio siglo con Caracas, genera confianza a ambas partes y puede ser el escenario propicia para que Gobierno y detractores se expresen.
Y es que desde julio del año pasado ambos sectores no se encontraban, o al menos no de forma oficial. Por ese entonces, la oposición se retiró de la mesa argumentando que el Gobierno no mostraba incentivos (como la libertad de presos políticos o el llamado a unas elecciones regionales retrasadas) y que empleaba los diálogos como estrategia para ganar tiempo frente a la amenaza de salir del poder por medio de un referendo revocatorio.
Sin embargo, hay quienes han insistido durante estos meses: el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, y una delegación de tres expresidentes enviados por la Unasur (el exjefe de Estado dominicano Leonel Fernández y el exjefe de Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero). A ellos se sumó en los últimos días la Unión Europea, que a través de Francia está mediando este intento, y el secretario general de la ONU, António Guterres, que según la oposición servirá de “árbitro”.
Diálogo condicionado
Aunque las expectativas son altas, las diferencias entre los dos sectores persisten, sin atisbos de que haya salidas para conciliar. Mientras que el representante del Gobierno, el oficialista Jorge Rodríguez, dijo que se trata de “un momento estelar para acercarnos a un acuerdo definitivo”, Julio Borges, de la Mesa de Unidad Democrática, se expresó con otro ánimo: “Reitero a Venezuela y al mundo que hoy no hay diálogo y no lo habrá hasta que se cumplan condiciones”.
Las condiciones siguen siendo las mismas de julio del año pasado. De acuerdo con Edmundo González, coordinador de enlace internacional de la MUD, no habrá conversaciones sin que el Gobierno establezca antes un calendario electoral, sobre todo para las presidenciales, y con observación internacional calificada.
La liberación de 590 presos políticos también es condición, así como detener la persecución a líderes opositores, una independencia de los poderes del Estado (para lo que habría que retroceder en la decisión de llamar a una Asamblea Nacional Constituyente sin consulta previa con la población) y atender la emergencia social y económica del país, lo que incluye la apertura de un canal humanitario para acceder a medicinas y alimentos.
“¿Es posible que eso pase? No lo sé”, afirma González, para quien el hecho de que sean los mismos requerimientos de ejercicios de diálogo anteriores presagian desde ya el fracaso.
Tampoco confía Juan Andrés Mejía, diputado opositor. Según dice, la posición unánime de este sector político es que no puede arrancar nada sin que se cumplan los mínimos. Eso sí, considera que esta vez podría influir de forma favorable la presencia del Gobierno francés, que puso como condición la prosperidad de las conversaciones para no hundir con sanciones más severas a Venezuela. La presencia cautelosa del Vaticano, añade, también será vital.
Carlos Romero, politólogo e internacionalista de la Universidad Central de Venezuela, es más optimista. Si bien la experiencia de los encuentros anteriores llena de sospechas a los venezolanos sobre los reales propósitos de estas conversaciones, como que el Gobierno solo quiera ganar tiempo o poner a la oposición en una relación asimétrica, el éxito vendrá si hay transparencia y una hoja de ruta que aborde dos temas: cómo reparar la situación de violencia y la represión gubernamental.