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Los Ferrer Ortega y su divorcio del chavismo

La distancia de la destituida fiscal y de su esposo diputado con el oficialismo se debió al quiebre de Maduro con el orden.

  • Ferrer, diputado y esposo de la fiscal destituida venezolana, Luisa Ortega, explica su distanciamiento del oficialismo. FOTO cortesía
    Ferrer, diputado y esposo de la fiscal destituida venezolana, Luisa Ortega, explica su distanciamiento del oficialismo. FOTO cortesía
07 de agosto de 2017

Germán Ferrer, chavista insurrecto y desde hace 18 años compañero de vida de Luisa Ortega, la fiscal disidente que se le plantó al régimen de Maduro y el sábado fue sacada de su cargo por decisión de cuestionada Asamblea Nacional Constituyente electa la semana pasada. La reconoce como persona “de temple, valiente y honesta”, capaz de enfrentar “cualquier cosa” por defender sus valores.

No hace mucho esos valores reposaban sobre la figura de Hugo Chávez. Ferrer se formó en política en Cuba, hizo parte de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (el brazo armado del comunismo venezolano de los 60) y en los 90 se aferró al proyecto del fallecido líder.

Su esposa, llegó a decir en entrevista con la BBC que Chávez era “el humanista más grande del mundo”, mientras su hermano, Humberto Ortega, participó con el expresidente en el intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.

“Su propuesta en ese momento era humanista, inclusiva, solidaria. Eso nos hizo cercanos a la revolución”, le cuenta a EL COLOMBIANO el diputado Ferrer, y agrega que estuvo en el despacho del mandatario por años, donde conoció su principal atributo: “darle fuerza a un pueblo que estuvo ignorado durante toda la historia”.

Hasta la muerte del caudillo en 2013, estuvo seguro de Chávez, del modelo que favorecía a las mayorías, de las famosas Misiones Bolivarianas con las que se pretendía llevar salud, educación y vivienda. “Absolutamente no sentía ningún riesgo de que el país se desviara de la democracia”, recuerda.

Pero algo hizo que tambalearan las ideas del Socialismo del siglo XXI: las rentas petroleras. “Con Chávez hubo una distribución más equitativa de los ingresos, con su muerte y la caída de los precios del petróleo empezaron a declinar un montón de propuestas”, dice, y añade que Venezuela quedó atrapada en la “dinámica perversa” del petróleo, “que destruye el aparato productivo y hace inviable cualquier proyecto”.

Eco de dos disidentes

En los últimos años, Ferrer y Ortega han estado en el ojo de la crítica opositora. El primero fue vinculado con el escándalo de los Papeles de Panamá. A la fiscal destituida no le perdonan haber defendido con vehemencia el encarcelamiento del líder de Voluntad Popular Leopoldo López y su silencio con los 43 muertos de las protestas contra el Gobierno en 2014.

Sin embargo, con Nicolás Maduro al mando, las mieles con el chavismo se fueron perdiendo. De hecho, la ruptura de esta pareja con el oficialismo comenzó a avizorarse en 2016, año en que Ortega no fue incluida en el Consejo Moral Republicano, un órgano que reúne a Fiscalía, Contraloría, y Defensoría del Pueblo, pero al que ella no fue llamada por “dudosa posición política”.

“El tránsito del poder propuesto por Maduro ocurrió en unas circunstancias que solo él conocía”, sugiere Ferrer, y asegura que el actual presidente de Venezuela no tuvo la capacidad técnica, científica y filosófica para enrumbar al país en otro modelo, que hasta el mismo Chávez al final de su vida dijo que requería “un golpe de timón”.

En esas condiciones se fue gestando la ruptura de la pareja con el movimiento que dos décadas atrás los había unido. El secuestro por tres días de una de las hijas de Ferrer e hijastra de Ortega y de su nieto adolescente, en febrero pasado, agravó la inconformidad, pero dos meses después se rebosó la copa.

La decisión, en abril, del Tribunal Supremo de Justicia de desconocer los poderes del Parlamento y la posterior iniciativa de Maduro de llamar a una Asamblea Nacional Constituyente sin consultar a los venezolanos los reafirmó como disidentes.

Al comienzo, dice el diputado, hubo temor de expresar su posición, porque “aquí lo que está presente es el atropello, la descalificación y el riesgo de ser detenido, de que te aprendan, y hasta de que te puedan desaparecer”.

No obstante, y pese a que los llamaron locos y traidores, sus voces se volvieron símbolo del quiebre democrático de Maduro y prueba de que hasta en sus mismas filas había un desacuerdo. (Ver paréntesis).

“Sencillamente se empezó a violar la Constitución. Una práctica no democrática convertía a Maduro en un monarca. Llegamos al siglo XVII, al absolutismo”, considera Ferrer.

“Su gobierno es ahora indefinido, porque la Constituyente, avalada por la fuerza, no establece límites de tiempo y no podrá resolver los problemas fundamentales del país”, asegura con la preocupación de que su país termine como Polonia después de la Segunda Guerra Mundial: destruida y sin capacidad de enmendarse.

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