La dimisión del primer ministro italiano, Matteo Renzi, al ver naufragar en referendo su reforma constitucional, abre en Italia un horizonte de incertidumbre política que podría zanjarse de dos modos: o con elecciones generales o con un gobierno provisional.
Un 60 % del electorado italiano votó contra su propuesta de modificar la Constitución de 1948, y como lo advirtió desde un principio, presentó su dimisión.
De este modo, Italia, un país con 63 gobiernos en 70 años de democracia, volvió a las andadas y se postula ahora como nuevo foco de inestabilidad en el seno de la Unión Europea.
Ahora las distintas fuerzas políticas se debaten entre las posibles situaciones a la salida de Renzi.
La conservadora Forza Italia, del magnate Silvio Berlusconi, se decanta por la conformación de un gobierno provisional que pueda sacar adelante temas tan urgentes como los Presupuestos de 2017, pendientes de aprobación definitiva por parte del Senado.
Por otro lado, una gran parte del Partido Demócrata (PD, centroizquierda) de Renzi considera esencial la elaboración de una nueva ley electoral antes de convocar nuevas elecciones, y para ello deberá regir el actual Parlamento.
Los más interesados en convocar elecciones “cuanto antes” son los seguidores del populista Movimiento Cinco Estrellas (M5S), convertidos en virtuales ganadores de la jornada al haber llevado adelante una extenuante campaña contra la reforma.
Su líder, Beppe Grillo, ha reclamado nuevos comicios para ahuyentar la posibilidad de un Gobierno técnico y lo ha hecho en calidad de líder del partido más votado en solitario en las elecciones generales de 2013.
Lo que al parecer pocos quieren es prolongar una situación particular: Italia ha acumulado tres Gobiernos consecutivamente sin que fueran elegidos por los ciudadanos, los de Mario Monti (2011-2013), Enrico Letta (2013-2014) y el del propio Renzi.
Este momento llega en las vísperas de un año, 2017, en el que Italia gozará de cierta relevancia internacional, con la presidencia del G7.