Alepo despertó otra vez sin certezas. Los 20 buses que iban a transportar a rebeldes y civiles evacuados del este de la ciudad, donde el régimen y la oposición aún se disputan unas cuantas cuadras de territorio, regresaron a sus bases.
El cese el fuego mediado el martes por Rusia y Turquía, como los tres anteriores en menos de cinco meses, fue un fracaso.
Aunque parecía que la batalla por esta ciudad, la capital económica e industrial de Siria, la ganaría el régimen de Bashar al Asad y sería el comienzo del fin de la guerra, ataques aéreos y tiroteos rompieron la tregua y apagaron la esperanza que quedaba.
Si bien Rusia y Turquía dijeron que en los próximos dos o tres días podría retomarse la evacuación, la confianza entre las partes de ese conflicto no puede estar más golpeada.
“Esta no va a ser la última tregua que se incumple para facilitar la salida de los civiles. Ninguno de los actores cree en el otro. Temen que combatientes se disfracen de civiles y así puedan huir y reintegrarse a la guerra en otros frentes”, advierte Sergio Moya, coordinador del Centro de Estudios de Medio Oriente de la U. Nacional de Costa Rica.
Para Aron Lund, investigador del Centro de Estudios Sirios, no es ni siquiera probable que las facciones de ese conflicto acepten la oferta diplomática por completo, como lo demuestra la historia reciente. En cambio, el gobierno y sus partidarios parecen cada vez más confiados en que su estrategia para rodear Alepo va a funcionar y que restaurar el control sobre la ciudad es cuestión de horas.
De hecho, el sufrimiento de los civiles no es una manifestación de crueldad sin sentido. De acuerdo con Lund, se trata de un plan: “Al hacer la vida insoportable y romper el espíritu de la población a través de la violencia, los combatientes de la oposición se verán obligados a rendirse o a evacuar a otras zonas”.
Las voces “oportunistas”
París apagó anoche las luces de la Torre Eiffel en honor a las horas de horror que viven los habitantes de Alepo, mientras intentan huir de intensos enfrentamientos. Washington denunció la “mente enferma” del régimen sirio, que presiona la rendición de los rebeldes con tácticas como bombardear parques infantiles. Catar anunció la cancelación de los actos de su día nacional.
Occidente y sus aliados parecen al fin preocupados por la crisis humanitaria en esa ciudad siria. No obstante, la respuesta es tardía y “oportunista”.
Así lo infiere Moya, para quien no es fortuito que la sensibilidad de las potencias aparezca justo cuando el gobierno de al Asad, con la ayuda de Rusia, están a punto de recuperar por completo el territorio de Alepo, ignorando incluso que los rebeldes, a quienes en un comienzo de la guerra apoyó la Coalición Internacional, también son responsables de una cuota del sufrimiento.
Entretanto, estas capitales occidentales no tienen mucho margen de maniobra. Los analistas coinciden en que la única solución posible es que Estados Unidos, Rusia y Siria establezcan un diálogo.
Sin embargo, el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, descartó un nuevo diálogo con John Kerry y Barack Obama, calificándolo de “inútil” y depositando toda la confianza en las conversaciones con Turquía, mientras el Asad dejó la solución en manos de Donald Trump, esperando que cumpla con su promesa de no interferir en otros países para derrocar gobiernos.
Para Pamela Urrutia, investigadora en Medio Oriente de la Escuela Cultura de Paz de la U. de Barcelona, la apuesta de los actores involucrados en ese conflicto no deja de ser la vía militar: Siria intensifica sus ataques y Estados Unidos, en un clima de fin de mandato, prima sus divisiones internas sobre la vía dialogada con Rusia, lo que hace imposible pensar en reeditar un cese el fuego.