Peludo, con garras y sobreviviente de las balas y el calentamiento global, el oso de anteojos es el protagonista de la nueva moneda de cincuenta, una de las cinco emitidas por el Banco de la República que tienen el atributo de haber sido diseñadas por artistas como José Antonio Suárez y Johana Calle.
De 12.000 osos que se estima había en Colombia hace 12 años, hoy se registran entre 3.000 y 5.000. No existe un censo exacto sobre esta especie que, desde 1972, apareció en el libro rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, como especie en vía de extinción.
“El hombre es bastante invasivo”, afirma el biólogo Hugo Mantilla-Meluk, integrante del Grupo de Manejo y Conservación de Vida Silvestre. Este experto en el estudio de la evolución, recordó la importancia de las relaciones entre las especies a las que calificó como tejidos complejos que, una gran mayoría no entiende. “Muchos procesos evolutivos son similares. El oso de anteojos, por ejemplo, habita la misma casa del murciélago”.
El experto agrega que los nuevos diseños en las monedas conllevan una importancia muy significativa. “Las monedas registran nuestras cosas más valiosas, más allá del valor económico. En este caso puntual, la naturaleza sigue estando presente”.
El estudio de las monedas permite conocer el testimonio inestimable de los intercambios y de la economía de los pueblos. Es en ellas donde el hombre graba sus ideas dominantes y por lo mismo revelan su carácter y costumbres.
También se convierten en íconos, agrega Mantilla mientras recuerda épocas en las que, por ejemplo, el hombre ha interpretado la fuerza a través de imágenes de leones. “El caso de la elección del oso de anteojos para una de las monedas demuestra una clara sensibilización frente al tema”n
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