Era alto, flaco, de pelo rubio, como una espiga de trigo. Tenía ojos azules y una mirada limpia de adolescente, aunque su voz era ronca, de fumador de incontables cigarrillos, de hombre de vida muy vivida. Con sus dedos largos e incansables, escribió miles de páginas de guiones de cine, una forma de literatura sin patria que condena a sus escritores a vivir como fantasmas.
Nació en 1935. Era hijo de una chilena y un inmigrante croata que trabajaba como técnico en las minas. Se llamaba Dunav Santiago Laureano Kuzmaniç. Nosotros lo llamábamos Duny. Desde que lo conocí en 1991, cuando llegó a Medellín a filmar una película que nunca pudo acabar, me enseñó a ser guionista de una historia mía. De su mano comprendí que, como dice Guillermo Arriaga, el autor de " Amores perros ", es en la obra escrita donde se ponen la sangre, la carne y los huesos de la historia que va a ser filmada.
Su hijo Juan Miguel me contó que, de niño, era gordo. Un día cayó a un canal de riego de un viñedo de Macul. Después de que lo rescataron, se quedó flaco por el resto de su vida. Se graduó en letras de la Universidad de Chile. El movimiento teatral de los años sesenta en su país lo atrapó en sus redes. Recorrió Suramérica haciendo mimos hasta que decidió volver a Santiago viajando como estibador en un carguero. Trabajó varios años en Chile Films filmando cortometrajes y documentales. Durante el gobierno de Salvador Allende, trabajó en un noticiero de cine hasta el golpe militar de 1973. Después, estuvo preso, pero en poco tiempo lo dejaron en libertad, gracias a que fue detenido con una ciudadana de Estados Unidos. Nunca volvió a su patria. Vivió en Francia, como refugiado político, y allí se casó y tuvo dos hijos. Después vino a Colombia, con la intención de filmar un documental. La música, el paisaje y la gente de nuestro país se robaron su corazón.
Aquí trabó amistad con el director Pepe Sánchez, con quien rodó " Canaguaro ", su primer largometraje, en 1981, una historia sobre las guerrillas liberales del Llano. Luego filmó " La agonía del difunto ". En los años ochenta escribió muchos de los libretos de " Don Chinche ", una de las series más populares de la televisión colombiana; fue guionista de " Cóndores no entierran todos los días "; dirigió " Ajuste de cuentas", "El día de las Mercedes " y " Mariposas S. A. ". " Canaguaro " se exhibió durante tres semanas. Los distribuidores, por presiones políticas, la retiraron de las carteleras, a pesar de su éxito de taquilla. Las demás, por motivos jamás confesados, fueron almacenadas en una bodega de Focine. " El enviado ", la última película que rodó en Medellín, se quedó en negativos porque su filmación se interrumpió por problemas financieros. Duny era un soñador al que no le importaban los muros contra los que se podía estrellar.
Después de " Canaguaro ", sus películas fueron condenadas a estar guardadas en latas, en negativos, en depósitos, en apartamentos amoblados a medias. Él siguió escribiendo como si nada hubiera pasado. En el sótano donde vivía cuando ya estaba enfermo de cáncer, solo hacía eso: escribir guiones, como si al día siguiente fuera a empezar el rodaje de su última película.
El último año lo dedicó a escribir una " Cartilla de narrativa audiovisual " que publicó el Ministerio de Cultura poco antes de su muerte. Es un folleto de 64 páginas cuyo texto sabía de memoria de tanto reescribirlo: una pequeña obra maestra en la que resumió su larga experiencia de dramaturgo, de director de cine y de guionista. Sus últimos días los vivió en paz, rodeado de los amigos que lo amaban, en una hacienda de Santa Fe de Antioquia, junto al río Cauca. Murió como si estuviera en mitad del rodaje de una película, susurrando en los delirios de la agonía palabras que había repetido miles de veces en los días más felices: "¡Luces!? Cámara... Acción? ¡Corten!".
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