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Centenario del Obispo Escobar Vélez

23 de enero de 2009
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El 1 de enero de 2009 cumplió cien años de haber nacido en La Estrella, Antioquia, Monseñor Guillermo Escobar Vélez, quien fue Obispo de Antioquia. Recibió la unción sacerdotal en Medellín el 1 de abril de 1933. Desempeñó los cargos de rector y vicerrector del seminario de Medellín. Siendo decano de bachillerato de la Universidad Pontificia Bolivariana fue designado Obispo Auxiliar de Monseñor Luis Andrade Valderrama, Obispo de Antioquia, por el Papa Pío XII el 8 de marzo de 1952. El 27 de abril del mismo año recibió la ordenación episcopal en la Catedral Metropolitana de Medellín y el 14 de junio tomó posesión de la sede que gobernó como vicario general hasta el 29 de mayo de 1955, en que el Papa lo nombró Obispo de Antioquia.

Fueron prendas de su personalidad la rectitud, la firmeza de carácter, la magnanimidad, la distinción de modales, la austeridad de vida y la consagración al deber. Fue hombre de oración y de honda espiritualidad. Dedicó especial solicitud a las vocaciones sacerdotales y fundó los seminarios menores de San Pío X en Cañasgordas y Juan XXIII en Urrao. Amó y sirvió con predilección a los pobres, los enfermos, los campesinos, los huérfanos y los que sufren. Para recordar y fomentar este apostolado en beneficio de los más pobres la comunidad "Misioneras del Buen Samaritano", que fue fundada por la Madre María Grazia Vasta, italiana, y tiene como carisma "Vivenciar la actitud de misericordia de Jesús Buen Samaritano", le dio el nombre de "Monseñor Guillermo Escobar Vélez" a la "Obra Social" que realiza en La Estrella, Antioquia.

Poseía en medida desbordante el don de la palabra y lo empleó al servicio del Evangelio. Hablaba con riqueza y diafanidad de doctrina, con sentimiento y fervor, con unción y convicción. Como homenaje de gratitud, la Diócesis de Antioquia publicó la colección de sus escritos, que son una mina de enseñanzas cristianas, una antología religiosa y una joya literaria. Menciono algunas de sus múltiples obras: la "Misión General" predicada en todas las parroquias por Misioneros Claretianos en 1958, el Congreso Mariano en Santa Fe de Antioquia, la construcción de sendos edificios para los seminarios menores, la dedicación de un altar de mármol a Nuestra Señora de Chiquinquirá, la consecución de la casa donde funciona la curia diocesana, la construcción de la cripta en la catedral para la inhumación de los obispos. Inmoló su salud en 17 años de trabajo sin tregua, exaltado así por la autorizada pluma del doctor Fernando Gómez Martínez: "Distínguelo una laboriosidad que no conoce reposo. Este hombre es incansable. Diríase que la fatiga se cansa primero a sí misma cuando trata de hacerlo desfallecer. En el cumplimiento de sus deberes no conoce ni el miedo ni la prudencia".

Como todo ser humano, tuvo defectos, pero éstos no desdoraron la autenticidad ni de sus virtudes ni de sus méritos. Por quebrantos de salud renunció en 1969 y el 4 de agosto de este año hizo entrega de la diócesis a Monseñor Augusto Trujillo Arango, Obispo de Jericó, nombrado Administrador Apostólico de la Diócesis de Antioquia. Posteriormente desempeñó en Medellín la capellanía del Monasterio de Carmelitas de San José y se dedicó a la vida contemplativa hasta el 30 de octubre de 1986 en que entregó su alma al Señor a la edad de 77 años.

Cuando ocurrió su retiro en 1969 todo el clero de la Diócesis de Antioquia exaltó los méritos de su misión pastoral en mensaje dirigido al Nuncio Apostólico, S. E. Ángel Palmas. En uno de sus párrafos afirma: "Es pastor eximio y santo, que enseñó, santificó y regentó nuestra comunidad diocesana y la condujo a la prosperidad espiritual y social". La Santísima Virgen, principalmente bajo la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá, fue la estrella polar de su existencia. Irradiaba amor a ella, pregonó con elocuencia sus glorias y fue apóstol insomne de su devoción. En la galería episcopal de la sede antioqueña merece el título de "El Obispo Mariano".

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