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Botero ya entregó su Gato a San Cristóbal

En un acto oficial, Fernando Botero le entregó a la biblioteca de San Cristóbal, y a la gente, la escultura que les regaló.

  • Botero ya entregó su Gato a San Cristóbal
02 de abril de 2012
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Los pequeños de San Cristóbal ya se habían imaginado a El Gato. Algunos lo pintaron redondo, otros alargado, unos cuantos regordete, con orejas y a veces con cola. Varios le pusieron tres bigotes a cada lado. Y casi todos "gracias" y también "grasias".

Y el mismo Fernando Botero , tras quitarle la sábana gris y quedar el animal grandote expuesto a la mirada de todos, puso su mano en los bigotes: siete a un lado y siete al otro. (Video: San Cristobal es el nuevo hogar del gato)

Unas pequeñas antenas que acompañan los cachetes de El Gato, más arriba de la sonrisa. Porque la escultura que Botero donó sonríe y mira fijamente a la biblioteca de San Cristóbal. Su nuevo hogar.

Después de la revelación, el pintor le dio una vuelta a la obra. De seguro, así a vuelo de pájaro, revisó que hubiera llegado bien, por los tantos viajes. Se acercó, lo sobó un poquito solamente, conversó unas cuantas cosas y se sentó al lado de su esposa Sophia Vari y del alcalde Aníbal Gaviria a seguir con los actos protocolarios y los regalos.

Agradecimientos
Daniel Mendoza tiene seis años. Ya tenía aprendidas las palabras, para cuando cogiera el micrófono y le entregaran el libro que recoge todos los dibujos de los niños de San Cristóbal que pintaron El Gato. Primero sin mirarlo, y luego mirándolo, le dijo: "Gracias maestro Botero, este es el libro como los niños nos imaginamos El Gato". Y le dio la mano y se fue.

Ese solo fue uno de los regalos, porque ayer, pasadas las 10:00 de la mañana, y ya la escultura al descubierto, solo se escucharon agradecimientos y se entregaron obsequios: el maestro es huésped de honor en San Cristóbal, tiene una placa en la biblioteca, le dieron unas flores como muestra de la producción del corregimiento y hasta dos retratos. Uno al óleo y otro con espátula.

"Quería, como artista plástica -expresa Mónica María Correa - rendirle un homenaje por sus 80 años. Le gustó más la de la espátula y cuando se la entregué, me dijo que lo había mejorado".

Los lectores
El Gato no tiene ningún mensaje. Incluso cuando Botero le dijo a la comunidad que le iba a regalar una escultura, no sabía cuál. "Entonces cuando fui a Italia vi que El Gato estaba listo y pensé que se iba a ver bien mirando al centro cultural", contó el artista.

Aunque él sí tiene una intención con la obra: que la gente se acostumbre a vivir con el arte. "El arte al encuentro del público y no el público al encuentro del arte. El hombre necesita del arte para vivir mejor", leyó en su discurso.

Y por eso quiere que la escultura le ayude al centro cultural a convertirse en un referente, en un centro turístico y artístico.

Quizá también tiene que ver con el mensaje que se leía en un cartel: "Los ratones de biblioteca están de fiesta con el gato". Y los cinco ratones que aparecieron con bigotes pintados y zapatos rojos, dos grandes y tres chicos, cuando se acercaron al gato, le sacaron a Botero un aplauso: señaló jocosamente, miró a Sophia, algo emocionado, se rió y soltó las palabras: "Muy bonito".

El Gato aparece imponente frente al parque biblioteca Fernando Botero. La mirada es fija, los bigotes parados, la sonrisa de un lado a otro. Las orejas hacia el cielo.

Y entonces las "grasias" pueden ser de cualquier manera. Pintadas en gatos más pequeños y de otros colores, en aplausos o en niños que no pasan del metro que quieren ir a tocarle la cola. Esa cola tan grande. "Es bonito, es gris, está parado. La biblioteca se ve más bonita de lo que ya era": Vanesa Álvarez, 10 años. Luego se fue a leer, con su carné de afiliada o, mejor, de visitante constante. Ya saludó a El Gato.

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