Diciembre, para muchos teatros, es sinónimo de trabajo. Montajes especiales para la época o repertorios que se desempolvan, que hay que presentar allá y aquí, o en su sala. Enero, entonces, es para descansar. Unos días, por lo menos. También para pensar y planear el año.
Con febrero, en cambio, las puertas vuelven abrirse, de par en par, y los artistas a ser esos otros en el escenario.
Pico y Placa Medellín
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