Bocanegra trazó regreso a Libertadores y el fin de la adversidad verdolaga. El título de la Copa puede ser un nuevo comienzo.
Las filas, inagotables e impacientes, parecían no acabarse nunca. De vez en cuando pasaba fugaz una cinta en la cabeza o una bandera blanca con un punto verde o rojo justo en la mitad, un símbolo que inundó gran parte de la ciudad hace dos años y que quedó como recuerdo de tiempos inolvidables: el viaje al Mundial de Clubes.
Hay recuerdos que duelen. Pero este, más que doler es como una necesidad latente de volver a materializarse una vez más, pero para llegar hasta allá hay que andar y desandar caminos como la noche de ayer en Atanasio.
La fe del hincha es inagotable. ¿Cuántas almas abatidas en las dos finales pasadas repitieron la procesión para ingresar al estadio y decidieron vivir otro momento de incertidumbre, plagado de yerros de la delantera...
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