

Mucha verdad se enterró con Pablo Escobar
Cada vez que en Medellín hay un acto de violencia, de esos que todavía nos sacuden como una fiebre que no se va, los que aquí habitamos usamos una frase de cajón: “esa fue la herencia que nos dejó Pablo Escobar”.
Pero la causa de nuestras cicatrices no es tan simple, pues las atrocidades de aquel narcotraficante y sus compinches no fueron el detonante, sino la consecuencia, de una cultura mafiosa que invadió a Antioquia desde los años 80 y que hoy persiste, vestida con nuevos trajes y enmarcada en negocios podridos disfrazados con un falso resplandor.
Esta semana, cuando el calendario nos recuerda que hace 25 años se acabó la amenaza de Escobar, a las víctimas y a los testigos de la peor época de la ciudad los asalta este tipo de reflexiones.
En la Casa Museo de la Memoria se congregaron el pasado martes varios dolientes, a pensar qué ha pasado con nuestra sociedad tanto tiempo después. “Hemos dejado que la ficción narre lo que vivimos en el dolor, pero queremos que la historia se vuelva contar, desde el lado de las víctimas”, declaró Manuel Villa, secretario privado de la Alcaldía, en representación del gobierno local. Los familiares, con la imagen de los seres amados en la memoria, revivieron lo que pasó y todos coincidieron en algo: la verdad de tantos crímenes fue enterrada con Escobar, y nos quedó el lastre de la impunidad.

50 ataques de Escobar en Antioquia
Atentados terroristas con carros bombas, asesinatos de gobernadores, periodistas y policías, crímenes selectivos de dirigentes políticos, jueces, magistrados e investigadores, fueron parte de la sangrienta guerra entre Pablo Escobar y el Estado.