A miles de kilómetros de su natal Cartagena y en medio de figuras de talla mundial, Amanda Daniela Coneo Cardona lucha por convertirse en una voleibolista de élite. Tiene 19 años y unas ganas inmensas de progresar.
Esta chica, delgada y de piel trigueña, de 1.77 metros de estatura, partió en silencio a Italia y solo tardó 30 días para convencer a entrenadores y dirigentes del club Lardini Filottrano que le ofrecieron un contrato. Es la más “chiquita” del equipo, pero su saltabilidad y potencia le dan seguridad para proyectarse a la máxima categoría en ese país.
Confiesa que desprenderse de la familia fue lo más duro del proyecto de vida que emprendió en el Viejo Continente, pero en poco tiempo se adaptó. “Ya me defiendo con el idioma, pues el tiempo de descanso lo dedico a estudiar italiano por internet”.
Su experiencia internacional en la provincia de Ancona es la segunda en su corta trayectoria. El estreno fue en Perú, donde estuvo cuatro meses con el club Tupac Amaru.
Recuerda que una tarde estaba en su casa, descansando y “despelucada” cuando llegó el dirigente José Polchlopek con los pasajes en la mano para que se fuera a jugar en la Liga inca. Tras salir de la sorpresa y con el visto bueno de sus padres, la menor de la familia partió hacia el sur. Acababa de terminar el bachillerato.
A su regreso a Colombia y cuando había empezado estudios de Psicología, se le presentó la oportunidad de dar el salto a Italia. Los compromisos con la Selección Colombia también contribuyeron a que suspendiera la academia, una carrera que ama y seguramente terminará más adelante.
Sola en la inmensidad
En la población de Filottrano, Italia, vive en el primer piso de una casa “inmensa” de dos plantas, en la que comparte con dos compañeras que, igual que ella, dejaron sus hogares en busca de progreso.
“Aquí viven pendientes para que no me falte nada. Son muy especiales conmigo. No tengo quejas, estoy aprendiendo a convivir con cosas nuevas, en una cultura distinta. Eso me ayuda a crecer. A temprana edad, esta oportunidad me sirve mucho”.
Luego de superar la prueba vino a Cartagena a pasar Navidad con sus familiares y regresó a Italia para buscar mejor rendimiento y pelear un puesto en la titular en este equipo que tiene como capitana a una jugadora griega.
Sus días transcurren en medio de la tranquilidad, entre la casa y el coliseo. Una vida muy parecida a la que llevaba en Cartagena, porque como cuenta su hermana Gabriela, “Amanda ha sido muy hogareña, es de pocos amigos y de escasas salidas, disfruta mucho con los papás”.
El temperamento fuerte, la competitividad, saber lo que quiere y su valentía en la toma de decisiones le han servido para enfrentar la lejanía del hogar, del que extraña el pescado que le prepara mamá Rocío, las muestras de cariño de papá Gabriel y la comprensión de sus hermanas Gabriela y Zuleima.
Amanda confiesa que cuando le hablaron del fichaje jamás pensó que la Liga era tan fuerte. Una vez allí supo que es uno de los mejores torneos del mundo, en los que actúan sus compatriotas Paola Ampudia, Kenny Moreno y Lorena Zuleta, con las que tiene poco contacto, pero que son su ejemplo a seguir para adaptarse a la gastronomía italiana y demás costumbres, lejos su cálida Colombia.