El Guernica de Pablo Picasso ocupa toda una pared doble del Museo Reina Sofía, en Madrid. Una batalla en blanco y negro que conmociona al que mira de frente por los movimientos, por las figuras enredadas y en guerra. Si alguna vez uno ha visto el Guernica de Beatriz González, la pintora colombiana, que estuvo una vez en el Museo de Arte Moderno de Medellín, y que es en colores amarillos y azules, la primera impresión del Guernica original es de desasosiego: no hay color.
La experiencia de encontrarse con una obra de arte tiene esa sensación indescriptible de confrontarnos con los viajes internos que hemos hecho, con lo visto antes. El Guernica de Picasso es uno en la cabeza cuando se ve por internet, y otro cuando se mira en su sitio.
A la Mona Lisa la visitan unas 6 millones de personas en 365 días. El Museo del Louvre, de hecho, ha encabezado la lista de los más visitados del mundo durante varios años, mientras dicen que la mujer de la sonrisa es la obra más famosa, del mundo también.
En el Louvre, frente a esa pintura de Leonardo Da Vinci pareciera que hay siempre varios que miran, o que se dejan mirar por ella, y que le toman y retoman fotos, en una barrera de gente que hace difícil ponerse al frente. Algunos cuchichean: no es tan grande como se la imaginaban cuando la veían en internet. La Mona Lisa es un retrato de 77 centímetros de largo por 53 de ancho.
La sensación de que puede ocupar una pared se pierde cuando la obra está de frente. Cosas otra vez de la experiencia.
Internet
En estos tiempos digitales, la posibilidad de saber de la obra de Da Vinci aumenta con una búsqueda en Google.
El mismo Louvre propone hacer una visita virtual al retrato, con fotografías, detalles de su historia e, incluso, mirar la pieza por partes: solo los ojos, con la explicación de por qué siguen la mirada; solo la boca, de cómo tiene esa sonrisa enigmática, o qué significa el paisaje, en qué estaba sentada ella.
Pasa igual en el Museo del Prado, de Madrid. Se puede hacer un recorrido por El jardín de las Delicias, de El Bosco, buscando los personajes que hay en la mitad del tríptico, mientras se escucha una voz que explica: “obra de caracter moralizador. Se trata de una de las realizaciones más enigmáticas del artista flamenco, conocido como El Bosco, quien la pintó a principios del siglo XVI”.
Visitar museos, entonces, es posible sin moverse de la silla. No se necesita un viaje a Roma para ver las pinturas de la Capilla Sixtina. Basta tener internet.
Amit Sood, director del Google’s Cultural Institute and Art Project, expresa en una conferencia TED filmada en febrero de 2016, que “todos sabemos que ver una obra de arte en persona es maravilloso, pero también sabemos que la mayoría de nosotros no podemos”.
Cara a cara
La experiencia en vivo no se reemplaza, porque permite esos detalles de descubrir cosas como el tamaño de la Mona Lisa en comparación con el propio cuerpo. Una visita virtual ayuda, sobre todo, a abrir el espectro de oportunidades, del conocimiento en sí mismo.
Álvaro Morales, director de la Casa Museo Pedro Nel Gómez, explica que la virtualidad suma y “es importante que la gente conozca de colecciones, de obras, pero sí insistimos en que nada sustituye el placer estético de estar frente a la original. No es lo mismo ver el mural de Pedro Nel que está en el Museo de Antioquia por internet, que tener el original, porque uno ya entra en consideraciones más precisas, los valores del espíritu y el talento humano, que es finalmente lo que coleccionamos”.
Vivir la experiencia es importante, porque no se trata de vivir el mundo a través de una pantalla. María Mercedes González, directora del Museo de Arte Moderno de Medellín, Mamm, indica que hay varios factores para querer ir a un sitio de arte: disfrutar de la arquitectura del edificio, participar de una visita guiada, acceder a la información que está solo en la museografía y el contacto directo y no mediado con el arte.
Las visitas online, por tanto, entran a completar la experiencia, pero no la reemplazan. Porque aunque cada vez hay más avances y existe la posibilidad de no solo ver las obras, sino hacer un recorrido por el lugar, la realidad es más certera. Bien lo dice Sood: “La cosa real es siempre mejor”. No obstante, pueden ser quizá el primer paso para emocionar a más personas a que en su próximo viaje pongan el museo en la lista de lugares por conocer.
Además, ayudan a llegar a enfrentarse a la obra de arte con más contexto y poderse dedicar más que a leer, a observar la pintura o la escultura con detenimiento, sin preocuparse por qué dicen las paredes.
Otra idea es que hay museos tan grandes, el mismo Louvre, el Prado, la Tate Modern de Londres, que llegar con una lista de piezas para buscar puede ser un camino a la fija.
María Mercedes añade que la tecnología facilita el alcance y la posibilidad de información adicional para brindarle al usuario antes de la visita. “Lo veo como un medio y un canal de difusión, de convocatoria para poder generar y despertar curiosidad en esa persona que accede a tanta información”.
En la misma línea está la directora del Museo de Antioquia, María del Rosario Escobar. “El cambio es positivo. Es importante con relación a la formación de públicos y al acceso”.
De todas maneras, mientras un viaje se hace realidad –y sabiendo que no se puede ir a todo el mundo–, encontrarse con Columna rota de Frida Kahlo en el Museo Dolores Olmedo, de México, poderla ampliar, contar los clavos y mirar la tristeza en los ojos, es un juego interesante por descubrir.
Amit Sood cuenta en su conferencia que en el Art Project tienen una colección de 500 objetos de arte de Rembrandt de 46 instituciones en 17 países. “Digamos que en tus próximas vacaciones quieres ir a ver cada uno de esos objetos, así que probablemente viajarías 53 mil kilómetros y podrías soltar unas 10 toneladas de emisiones de CO2. Pero recuerda, es arte, podrías justificarlo de alguna manera”. Se ríe.
El Art Project tiene una base de datos de 45 mil piezas de arte. El lema es explorar museos alrededor del mundo con “un increíble nivel de zoom”.
En una visita virtual, al fin y al cabo, la imaginación también cuenta.