La posibilidad de que una persona (o una horda de turistas ávidos de autorretatarse, que así es el turismo ahora) encuentre vacío el espacio donde, en el Ala Delon del Museo del Louvre, debería colgar La Gioconda está más cercana, al igual que el chance de que se la encuentre, en cambio, un visitante de la sala de exposiciones que este mismo museo tiene en Lens, en el norte de Francia.
¿La razón? Pues que la ministra de cultura gala, Françoise Nyssen, quiere que La Gioconda salga de viaje por el país, que más gente (más franceses, habría que decir) la vea. Porque visitada ya es, y mucho.
La obra de Leonardo Da Vinci, tan popular como pequeña, es responsable de atraer al 80 % de los más de nueve millones de personas que, cada año, asisten al Louvre, según un cálculo hecho por esta institución en 2009. Cifra que llevó a su entonces director, Henri Loyrette, a decir que la reconocida dama no saldría de allí nunca más. Porque ya lo había hecho: estuvo en Japón en 1963 y en Estados Unidos en 1974. Y luego, confinada al Louvre, como Rapunzel en su torre.
Los expertos se oponen. Las condiciones de exhibición de esta obra maestra de la técnica pictórica del sfumato incluyen no solo la seguridad, sino también la temperatura y la cantidad de luz que recibe el cuadro. La Ministra insiste. Según declaraciones que recoge el diario español ABC, para combatir la segregación cultural hay que apelar a la itinerancia. “¿Por qué confinar la oferta cultural a algunos lugares, en lugar de hacerla accesible por todas partes?”, pregunta Nyseen.
Por ahora, el viaje de La Gioconda se está “estudiando seriamente”, pero para trashumantes, ya hay otras obras.
Un par de majas en Washington
En 2002, el Museo del Prado decidió prestar dos de sus obras más emblemáticas, con el perdón de Velásquez, El Bosco y Brueghel el Viejo: Las majas de Francisco de Goya. El préstamo hizo parte de la exposición Goya: imágenes de mujeres, que se exhibió en la National Gallery, de Washigton, Estados Unidos. Ya antes, La maja desnuda (de quien se especula puede que sea la entonces duquesa de Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo) había estado en el Ermitage de San Petesburgo en 1998. Para la exposición en Washington, los cuadros del pintor fuendetodino no tuvieron barreras para el público, pero sí unos vidrios especiales que los protegían.
Fernando Botero donó, en 2012, su Viacrucis al Museo de Antioquia. Fueron en total 61 obras, entre óleos y dibujos, los que anduvieron por ahí, tanto dentro como fuera de Colombia: se vieron en Pereira y Cali, pero también en Panamá, Chile, México e Italia, además de Nueva York, que fue la ciudad donde se presentaron por primera vez, en 2011. Su viaje, en contradicción con el nombre de la serie, marchó sin inconvenientes y el año pasado regresaron a Medellín.
Van Gogh, de Amsterdam a Londres 2014
En 2014, el Museo Van Gogh, de Amsterdam, cedió temporalmente sus girasoles para juntarlos con los girasoles de la National Gallery de Londres. Del total de 12 cuadros que pensó pintar sobre esta flor, Van Gogh apenas logró siete, cinco están en museos (la National Gallery, de Londres, el Museo Van Gogh en Amsterdam, el Philadelphia Museum of Art, la Neue Pinakothek en Munich y el Seiji Togo Memorial Sompo Japan Nipponkoa Museum of Art, en Tokio), uno hace parte de una colección privada y uno se perdió en un incendio.
Aunque hay otras iniciativas. El año pasado, Facebook, en alianza con aquellos museos donde están Los girasoles, los unió en una sala virtual para lograr una exhibición inmersiva en una de las series más reconocidas del artista.
La libertad guiando al pueblo... de París a Lens
También de la colección del Louvre, el cuadro de Eugène Delacroix estuvo expuesto en la sede que el museo abrió en Lens. La obra, que plasma los alzamientos del pueblo parisino en contra de Carlos X, pasó por allí en 2013. Su estancia en Lens tuvo un particular momento de gloria, cuando una visitante decidió, marcador de por medio, agregarle al lienzo la inscripción AE911, que representa a la organización Architects and Engineers for 9/11 Truth (Arquitectos e ingenieros por la verdad sobre el 9/11). El cuadro tuvo que ser restaurado, claro, y se reforzó la seguridad, pero no se instaló una vitrina protectora para no limitar la visibilidad de la obra.
En 2008, anduvieron por Medellín dos series de grabados de Francisco de Goya. En la casa Museo Pedro Nel Gómez se exhibieron Los caprichos, pertenecientes a un coleccionista privado. Pero también pasaron por aquí sus Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer, que llegaron precedidos de polémica, tras el robo de uno de esos grabados durante su exhibición en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, crimen que ganó notoriedad cuando el docente y artista Lucas Ospina escribió el texto Goya, tu grabado vuelve a la lucha, a manera de burla, pero que la Fiscalía se tomó en serio.
De Colombia para el mundo
La custodia de la Iglesia de San Ignacio de Bogotá, conocida como La Lechuga, es una de las piezas más valoradas del Banco de la República. Y no es por nada: elaborada entre 1700 y 1707, se fabricó en oro de 18 quilates, tiene más 1.400 esmeraldas, 1 zafiro, 13 rubíes, 20 diamantes, 62 perlas barrocas y 168 amatistas. En 2015, abandonó Colombia rumbo a Madrid, donde se exhibió en el Museo del Prado, durante la ya tradicional feria de arte Arco. Se calcula que más de 500.000 personas fueron a ver este tesoro creado por el orfebre José de Galaz por solicitud de la Compañía de Jesús. La Lechuga también estuvo en el Louvre con otras piezas del arte barroco colombiano.