Marisol Leal estudió una maestría en escrituras creativas, pero poco escribió. Durante casi todos los semestres lo único que hizo fue pintar. Eso hasta que el profesor le dijo que ella no había ido a aprender eso, sino a escribir, y entonces le tocó hacerlo. Escribir le dolía. Dibujar no.
De eso ya ha pasado un tiempo. Ahora publica A Tony le gusta jugar con las visitas, su primer libro. Uno que no es lineal si se quiere –podría verse como si fueran poemas independientes– o sí –porque podría seguirse en orden– y al fin y al cabo encontrarse con ese alguien que se va. Si bien no es un texto triste, dice Marisol, aunque haya tristeza. También dibujó: los dibujos de su primer libro son suyos.
Entonces dice:
“Es una estructura interactiva. Está hecha de pedacitos, como la vida, y la une el que la cuenta, el que la acomoda, el que la trae a la memoria. Es un texto que aparece: hay un detonante y es que entendí que, como ocurre en las películas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Más allá, yo fui tejiendo un sentido, un orden que me lo estaba dictando la vida. Entonces oía una entrevista en la radio y decía, esto cabe aquí. Paralelo a eso todo el mundo se estaba muriendo a mi alrededor, así que la muerte fue otro impulso, un nudito que se hizo perfecto para poder transitar el dolor de la pérdida.
Pintar letras
En la maestría hice un trabajo, Parajes de la memoria. Yo estaba en el énfasis de poesía, mis maestros eran los poetas Juan Manuel Roca y Santiago Mutis, vinieron otros de distintos lugares del mundo, y cada vez que yo oía una poesía, dibujaba. Hasta que me cogió cortica y ya me tocaba presentar mi examen y yo solo tenía pinturas. Como sin querer queriendo entré a un espacio donde tenía que escribir, por algo estaba haciendo esa maestría, y lo que hice fue un tránsito por la memoria y entré al universo de la niñez y encontré una voz, que no está en este libro.
Esto es otra cosa, como si me hubiera salido de esas imágenes y hubiera llegado a una historia ajena que convocaba el dolor que estaba viviendo. Es muy raro, como arribar a un lugar distinto. En cuanto al dibujo, es la experiencia de encontrarme con que esto podía ser ilustrado. La pregunta era, cómo iba a ser, si estaba dentro de mí.
Lucía Donadío (la editora de Sílaba) me dijo, por qué no lo ilustras tú, y yo le dije, no soy capaz, estoy es muy difícil, y me insistió: intenta. Yo tengo una amiga que tiene muy claro el concepto de no decorar, sino que el texto escrito entre en diálogo con la imagen visual y esta plantee nuevos derroteros.
Me alejé del texto y empezamos a verlo como si fuera de alguien más, hasta que encontramos la línea en la atmósfera para que hiciera un diálogo con el cuento, con las palabras y fue como una dulce compañía.
Santiago Mutis lo dice muy lindo en el prólogo: ‘Los dibujos son la amistad’. Sí, son la amistad. Es un libro lleno de secreticos. Es Tony, que le gusta jugar con las visitas.
La esencia no se va
Toda la vida estudié artes plásticas, aprendí con el pintor David Manzur, terminé artes plásticas en los Andes, trabajé en ilustración, viajé a Barcelona, España, a ilustrar ediciones infantiles, pero mi relación con el dibujo era expresivo, no ilustrativo. Ha sido de pintora.
Por otro lado, tengo varias personalidades. Mi historia como terapeuta es oír (ver Anécdota). Yo no puedo escribir una cosa larga. Así es la estructura de la terapia
Yo estoy llena de relatos y de palabras y llegó un momento en que estaba inundada de dolor y sentí que las letras eran una salida para todo ese torrente que cargamos los colombianos en este país en guerra”.